Pregunta: ¿De dónde viene mi ayuda (Salmo 121:1, NBLA)?
Respuesta:
La Biblia está llena de angustiosos gritos de auxilio por parte de personas necesitadas. Mientras el salmista peregrinaba penosamente cuesta arriba hacia Jerusalén, se preguntaba: "¿De dónde vendrá mi ayuda?" (Salmo 121:1, NBLA). Sufriendo en la desolación y la miseria, Job se preguntaba: "Sin embargo, ¿no extiende la mano el que está en un montón de ruinas, cuando clama en su calamidad?". (Job 30:24, NBLA). Más adelante, Job reconoció: "Me he levantado en la congregación, y clamado" (Job 30:28).
"Desde el seno del Seol clamé", oró Jonás desde su celda submarina en el vientre de un gran pez (Jonás 2:2). "¿Dónde puedo pedir ayuda?", y "¿De dónde viene mi ayuda?". Son peticiones universales de ayuda que brotan del corazón de la humanidad.
La respuesta contundente a esta súplica general es: "Mi ayuda viene del Señor, que hizo los cielos y la tierra" (Sal 121:2, NBLA). Tal vez mejor que cualquier otro pasaje de la Biblia, el Salmo 121 ilustra cómo Dios, Creador todopoderoso y Protector siempre presente, es la única fuente real y fiable de ayuda para las personas.
Esta súplica universal de ayuda es la prueba de que las personas necesitan un Salvador (Romanos 3:23). Nacemos perdidos en nuestro pecado (Isaías 59:2). Sin embargo, dentro del alma de cada persona, Dios ha puesto una conciencia de la necesidad, de necesitar algo más, un anhelo interno y eterno (Eclesiastés 3:11). En el fondo, sabemos que no podemos salvarnos a nosotros mismos (Romanos 3:10-20; 4:1-12). Nuestro corazón clama a Dios: ¡Levántate! Sé nuestra ayuda, y redímenos por amor de Tu misericordia". (Salmo 44:26, NBLA).
Cuando el salmista planteó la pregunta: "¿De dónde viene mi ayuda?", no lo hacía desde el desconcierto o la duda. No, hablaba desde la espera de la oración. Confiaba en que Dios, el Creador, velaba incansablemente por él, protegiéndole sin dormir. Sabía que la ayuda que anhelaba vendría del Señor: "No permitirá que tu pie resbale; no se adormecerá el que te guarda. Jamás se adormecerá ni dormirá" (Salmo 121:3-4, NBLA).
Lamentablemente, los seres humanos tendemos a buscar ayuda en los lugares equivocados. Intentamos resolver nuestros problemas con nuestras propias fuerzas o según la sabiduría del mundo. Llamamos a nuestros padres cuando necesitamos que alguien nos saque de apuros. Buscamos compañía en los amigos o un cónyuge para satisfacer el anhelo de nuestras almas. Buscamos el éxito y la autoestima en nuestras profesiones. Recurrimos a las drogas y al alcohol para llenar el vacío interior. Intentamos encontrar la felicidad o incluso formas de sobrellevar la vida experimentando con todo lo que nos ofrece el mundo. Pero todas estas soluciones se quedan cortas. Lo que más necesitamos es clamar: "Ayúdame, Señor, Dios mío, sálvame conforme a Tu misericordia" (Salmo 109:26, NBLA).
Como el profeta Isaías, podemos mantenernos firmes sabiendo de dónde viene nuestra ayuda, o mejor, de Quién viene: "El Señor Dios me ayuda, por eso no soy humillado, por eso he puesto Mi rostro como pedernal, y sé que no seré avergonzado" (Isaías 50:7, NBLA).
El salmista afirmó: "El Señor es tu guardador; el Señor es tu sombra a tu mano derecha. El sol no te herirá de día, ni la luna de noche" (Salmo 121:5-6, NBLA). No importa a qué nos enfrentemos, de día o de noche, el Señor está a nuestro lado como un escudo protector. En toda prueba y tormenta, Dios es nuestro amparo y refugio constantes (Salmo 46:1; 91:1; Proverbios 18:10). Nuestro buen y amoroso Señor nos protegerá de todo mal (Salmo 121:7).
Si un creyente te pregunta: "¿De dónde viene mi ayuda?". Puedes darles esta extraordinaria seguridad: En todo momento, vayas donde vayas y mientras vivas, la Biblia declara: "¡Tu ayuda viene del Señor!". (Salmo 121:8).