Pregunta
¿Debe un cristiano asistir a todos los cultos que ofrece su iglesia?
Respuesta
Por supuesto, en algunas iglesias—las más grandes, que tienen tres o cuatro cultos cada domingo y otro el sábado— no es factible ni se espera que los miembros asistan a todos. Pero asistir a los cultos que ofrece la mayoría de las iglesias no representa una verdadera carga en la agenda de una persona. Muchos crecieron en hogares donde era obligatorio ir a la iglesia: "¡Si las puertas estaban abiertas, ahí estábamos!". Hoy, ese tipo de testimonios es menos común, ya que en general la asistencia a la iglesia está disminuyendo.
¿Debe un cristiano asistir a todos los cultos que ofrece su iglesia? La respuesta simple es "no". No hay ningún mandato en el Nuevo Testamento que ordene a los creyentes tener asistencia perfecta a la iglesia. Ir a todos los cultos no hace que una persona sea "más santa" que otra que se ausenta de vez en cuando. Nuestra relación con Dios no se basa en seguir reglas o en marcar asistencia en la iglesia; se basa en nuestra posición en Cristo (1 Corintios 1:2). La pregunta que importa en la eternidad no es "¿cuántas veces estuve en la iglesia?", sino "¿conocí verdaderamente a Jesucristo?" (Mateo 7:21–23).
Sin embargo, tener una actitud indiferente hacia la asistencia a la iglesia sí representa un problema. No deberíamos tomar el tema a la ligera. El plan de Dios para esta época incluye a la iglesia, la cual Jesús prometió edificar (Mateo 16:18), y deberíamos apoyar ese plan con entusiasmo.
"Consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras, no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y mucho más al ver que el día se acerca" (Hebreos 10:24–25, NBLA). Es interesante que, incluso en la iglesia primitiva, ya había personas que tenían la "costumbre" de no reunirse con otros creyentes. Ese no es un ejemplo a seguir. La iglesia es el lugar donde nuestros dones espirituales edifican mejor al Cuerpo de Cristo (Efesios 4:11–12), y es difícil animarnos mutuamente al amor y a las buenas obras si no asistimos a la iglesia. ¿Cómo podemos animarnos los unos a los otros si nunca estamos presentes?
Los cristianos deberían estar comprometidos con su iglesia local, involucrados en ella y apoyarla activamente. Eso implica asistir regularmente. Un creyente naturalmente ama a sus hermanos y hermanas en Cristo (1 Juan 4:21), y ese amor se manifestará en el deseo de tener comunión, no de evitarla. Cuando la iglesia alaba al Señor, todos los creyentes deberían querer unirse a la alabanza; cuando la iglesia ora por los demás, todos los creyentes deberían querer unirse a la oración; cuando la iglesia estudia la Palabra, todos los creyentes deberían querer participar del aprendizaje.
Vivimos en un mundo lleno de distracciones. Muchas cosas compiten con nuestro compromiso, nuestra participación y nuestro apoyo a la iglesia local: actividades deportivas, horarios de trabajo, proyectos comunitarios, etc. —la lista es interminable. Hay razones válidas para faltar a un culto, y debemos evitar caer en el legalismo. Pero al mismo tiempo, nuestras ausencias deberían ser la excepción, no la regla. Cada creyente debería examinar su corazón para evaluar sus motivos al faltar a la iglesia. Tal vez sea necesario reorganizar las prioridades.
¿Debe un cristiano asistir a todos los cultos que ofrece su iglesia? La respuesta simple es "no". No hay ningún mandato en el Nuevo Testamento que ordene a los creyentes tener asistencia perfecta a la iglesia. Ir a todos los cultos no hace que una persona sea "más santa" que otra que se ausenta de vez en cuando. Nuestra relación con Dios no se basa en seguir reglas o en marcar asistencia en la iglesia; se basa en nuestra posición en Cristo (1 Corintios 1:2). La pregunta que importa en la eternidad no es "¿cuántas veces estuve en la iglesia?", sino "¿conocí verdaderamente a Jesucristo?" (Mateo 7:21–23).
Sin embargo, tener una actitud indiferente hacia la asistencia a la iglesia sí representa un problema. No deberíamos tomar el tema a la ligera. El plan de Dios para esta época incluye a la iglesia, la cual Jesús prometió edificar (Mateo 16:18), y deberíamos apoyar ese plan con entusiasmo.
"Consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras, no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y mucho más al ver que el día se acerca" (Hebreos 10:24–25, NBLA). Es interesante que, incluso en la iglesia primitiva, ya había personas que tenían la "costumbre" de no reunirse con otros creyentes. Ese no es un ejemplo a seguir. La iglesia es el lugar donde nuestros dones espirituales edifican mejor al Cuerpo de Cristo (Efesios 4:11–12), y es difícil animarnos mutuamente al amor y a las buenas obras si no asistimos a la iglesia. ¿Cómo podemos animarnos los unos a los otros si nunca estamos presentes?
Los cristianos deberían estar comprometidos con su iglesia local, involucrados en ella y apoyarla activamente. Eso implica asistir regularmente. Un creyente naturalmente ama a sus hermanos y hermanas en Cristo (1 Juan 4:21), y ese amor se manifestará en el deseo de tener comunión, no de evitarla. Cuando la iglesia alaba al Señor, todos los creyentes deberían querer unirse a la alabanza; cuando la iglesia ora por los demás, todos los creyentes deberían querer unirse a la oración; cuando la iglesia estudia la Palabra, todos los creyentes deberían querer participar del aprendizaje.
Vivimos en un mundo lleno de distracciones. Muchas cosas compiten con nuestro compromiso, nuestra participación y nuestro apoyo a la iglesia local: actividades deportivas, horarios de trabajo, proyectos comunitarios, etc. —la lista es interminable. Hay razones válidas para faltar a un culto, y debemos evitar caer en el legalismo. Pero al mismo tiempo, nuestras ausencias deberían ser la excepción, no la regla. Cada creyente debería examinar su corazón para evaluar sus motivos al faltar a la iglesia. Tal vez sea necesario reorganizar las prioridades.