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Pregunta: "¿Es malo que un cristiano esté deprimido?"

Respuesta:
La depresión es un tema algo controvertido entre los cristianos. Algunos declaran rotundamente que es un pecado. Algunos piensan que la depresión revela una falta de fe en las promesas de Dios, el juicio de Dios sobre el comportamiento pecaminoso, o simplemente la pereza. Sabemos que Dios es bueno y amoroso y que estamos seguros en Él, así que ¿por qué hay que deprimirse? Otros declaran categóricamente que la depresión es un problema médico. Dicen que todas las depresiones son el resultado de desequilibrios químicos en el cerebro, de modo que la depresión no es más mala que una gripe. Y luego están los que se encuentran en el medio, que no están realmente seguros de lo que es la desagradable bestia de la depresión. La fe parece estar algo relacionada, pero también las sustancias químicas del cerebro. Por supuesto, también están los cristianos deprimidos, que se sienten culpables, a la defensiva, confundidos, perdidos, o simplemente demasiado deprimidos para que les importe lo que piense la iglesia. Entonces, ¿está mal que un cristiano esté deprimido?

El término "deprimido" es bastante impreciso. Se puede referir a una condición médica diagnosticable (depresión clínica), pero también a un sentimiento temporal de tristeza o apatía o a un malestar difuso y persistente. Este artículo intentará considerar brevemente varios de estos significados sobre la depresión.

Para algunas personas, un desequilibrio químico u hormonal desencadena un estado depresivo. Esto es lo más típico en las mujeres que experimentan una depresión posparto o en las personas que toman ciertos medicamentos. Otras veces, la depresión es circunstancial, causada por situaciones adversas, cambios en la vida, una crisis espiritual, etc. Nuestra respuesta emocional a esas crisis puede desencadenar a su vez un desequilibrio químico. En realidad, los seres humanos están "hechos de manera sorprendente y maravillosa" (Salmo 139:14), y no debería sorprendernos que nuestra biología interactúe con nuestras emociones y viceversa. Cuando una persona está deprimida, el ciclo de desequilibrio hormonal y emociones negativas puede ser difícil de romper. Ya sea que las emociones hagan cambiar la biología o que la biología haga cambiar las emociones, los síntomas resultantes son los mismos.

Tener una condición médica no es un pecado. Sin embargo, lo que lleva a una persona a esa condición puede tener sus raíces en el pecado. Por ejemplo, no es malo tener diabetes, pero es malo ser un glotón (y los dos a veces están relacionados). Además, la forma en que una persona responde a una condición médica genuina también podría ser pecaminosa. Por ejemplo, sería pecaminoso que una persona con diabetes utilizara su enfermedad para manipular a los demás o adoptara una mentalidad de "víctima" o una actitud de privilegio.

Sin embargo, a menudo consideramos menos culpables a los diabéticos o a los que sufren otras enfermedades que a las personas con depresión. Por alguna razón, las enfermedades mentales - especialmente la depresión - se asocian mayormente con causas pecaminosas en comparación con las dolencias físicas. La depresión no es exclusivamente un problema médico, ni tampoco un problema emocional o espiritual.

Normalmente se considera que la depresión es un sentimiento persistente de tristeza. Está claro que es normal estar triste. Vivimos en un mundo de dolor (Génesis 3:14-19; Romanos 8:20-22), y Jesús lloró por la muerte de Lázaro (Juan 11:35). No es necesario poner siempre una cara feliz y fingir que las cosas están bien cuando no lo están.

Hay muchos ejemplos bíblicos de hombres de Dios que luchaban con la tristeza, incluso hasta el punto de la depresión. David escribió: "Mis huidas tú has contado; pon mis lágrimas en tu redoma; ¿No están ellas en tu libro?". (Salmo 56:8). David, un "hombre conforme al corazón [de Dios]" (Hechos 13:22), no ocultó su tristeza; la expresó a Dios. Tanto Moisés (Números 11:15) como Elías (1 Reyes 19:3-5), dos héroes de la fe, confesaron a Dios que preferían morir a vivir en su realidad actual. Ninguno de los dos fue reprendido por Dios por sus sentimientos; por el contrario, ambos fueron recibidos con el amor y la provisión de Dios. La Biblia no tiene reparos en admitir las realidades de las emociones humanas. La tristeza forma parte de la vida, y no se condena.

Como creyentes, se nos exhorta a ver la gran realidad del plan de Dios incluso en medio de nuestra tristeza y depresión. Sí, este mundo está caído y a menudo es doloroso. Puede ser deprimente. Sin embargo, Dios es mucho más grande. Él está obrando, de manera victoriosa. Moisés y Elías recibieron la provisión de Dios y experimentaron su consuelo. Poco después de manifestar su tristeza, David alabó a Dios. Jesús dijo: "Os he dicho estas cosas para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicciones. Pero confiad, yo he vencido al mundo".

A los cristianos se nos permite reconocer los problemas como lo que son. Además, nos alentamos con el cuidado de Dios. Confiar en el cuidado de Dios no significa sonreír o ignorar el sentimiento de vacío que produce la depresión. No significa negar el tratamiento de la depresión a través de la consejería o la medicación. No significa ignorar las heridas interpersonales o las percepciones erróneas que han llevado a la depresión (las mentiras de Satanás, si las creemos, nos llevarán a la desesperación). No significa negar el hecho de que la depresión puede ser una lucha de por vida.

Lo que sí quiere decir es que debemos llevar todo nuestro dolor a Dios. Significa seguir confiando en Él. Significa creer que lo que Él dice de sí mismo y de nosotros es cierto, incluso cuando no lo sentimos así. Significa buscar la ayuda que necesitamos, luchar contra la depresión en lugar de rendirnos. Reconocemos la depravación del mundo, pero también reconocemos el poder de Dios.

No es malo estar deprimido. Pero es un error - y no es especialmente útil para superar un estado de depresión - renunciar a Dios cuando estamos deprimidos. "¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío" (Salmo 43:5).

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