Pregunta
¿Qué quiere decir 2 Timoteo 4:3 con comezón de oídos?
Respuesta
El apóstol Pablo escribió una advertencia para la iglesia: "Porque vendrá tiempo cuando no soportarán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oídos, conforme a sus propios deseos, acumularán para sí maestros" (2 Timoteo 4:3, NBLA).
La palabra griega traducida como "comezón" significa literalmente "cosquillear, frotar, rascar o hacer cosquillas". Querer que te "cosquilleen" los oídos es desear masajes en lugar de mensajes, sermones que encantan en lugar de desafiar, que entretienen en lugar de edificar, y que complacen en vez de predicar. Las personas sobre las que Pablo advierte tendrán, como dijo un comentarista, "oídos que deben ser continuamente estimulados con novedades".
"Comezón de oídos" es una figura retórica que se refiere a los deseos, las necesidades sentidas o los anhelos de las personas. Son estos deseos los que impulsan a una persona a creer lo que quiere creer en lugar de la verdad misma. Cuando las personas tienen "comezón de oídos", deciden por sí mismas lo que está bien o mal, y buscan a otros que apoyen sus ideas. Los que tienen "comezón de oídos" se preocupan por lo que se siente bien o es cómodo, no por la verdad; después de todo, la verdad suele ser incómoda. La advertencia de Pablo es que la iglesia algún día contendrá a aquellos que solo abren sus oídos a quienes les rascan "el comezón".
Los que tienen "comezón de oídos" solo quieren maestros que les aseguren que todo va bien, maestros que digan: "Paz, paz, pero no hay paz" (Jeremías 6:14). Donde hay demanda de algo, los proveedores no están lejos. Pablo dice que no solo habrá una gran demanda de mensajes diluidos y personalizados, sino que habrá "muchos maestros" dispuestos a proporcionar esa papilla y alejar a la gente de la "sana doctrina".
Entre las pruebas actuales de que la gente tiene «comezón de oídos» se encuentra la popularidad de mensajes que no exigen ningún cambio, como si el arrepentimiento fuera algo anticuado; que las personas son básicamente buenas; que Dios es demasiado amoroso para juzgar a nadie; que la cruz, con toda su sangre, no es realmente necesaria; y que Dios quiere que Sus hijos gocen de salud, riqueza y satisfacción en este mundo. A medida que la gente da la espalda a la verdad sobre el pecado y la condenación, descuida su necesidad de arrepentimiento y perdón. Y crece el ansia por ideas "nuevas" y "más frescas", aunque "no hay nada nuevo bajo el sol" (Eclesiastés 1:9-10), acompañada de un anhelo de sentirse bien con quienes son y hacia dónde van. Los mensajes que halagan los oídos pueden llenar muchas iglesias, vender muchos libros y comprar mucho tiempo en la televisión por cable.
Algunos de los primeros seguidores de Jesús se quejaron de algunas de las palabras del Señor: "muchos de Sus discípulos, cuando oyeron esto, dijeron: Dura es esta declaración; ¿quién puede escucharla?...Como resultado de esto muchos de Sus discípulos se apartaron y ya no andaban con Él" (Juan 6:60, 66). Es fácil alejarse de la dura verdad.
En la iglesia posmoderna de hoy, vemos a muchos alejarse de la dura verdad. Algunas iglesias que antes predicaban la sana doctrina ahora enseñan como aceptables los mismos males que la Biblia condena. Algunos pastores tienen miedo de predicar sobre ciertos pasajes de la Biblia. Las "feministas cristianas" niegan a Dios como Padre celestial y se refieren a Él como "ella". Los "cristianos homosexuales" no solo son bienvenidos sin arrepentimiento en la comunión de la iglesia, sino también en el púlpito.
El remedio de la iglesia para aquellos que tienen "comezón de oídos" se encuentra en el mismo pasaje de 2 Timoteo: "Predica la palabra. Insiste a tiempo y fuera de tiempo. Amonesta, reprende, exhorta con mucha paciencia e instrucción" (2 Timoteo 4:2, NBLA). Es un encargo solemne, hecho en "la presencia de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos, por Su manifestación y por Su reino" (versículo 1). Y contiene todos los elementos necesarios para combatir la tentación de rascar los oídos: predicar, corregir, reprender y animar. El contenido de la predicación debe ser la Palabra escrita de Dios, y debe predicarse cuando sea conveniente y cuando sea inconveniente. Esto requiere "mucha paciencia e instrucción", pero la sana doctrina lo vale.
La búsqueda de la iglesia por controlar el nivel de comodidad de su audiencia nunca debe tener prioridad sobre la predicación de la Palabra. El temor de ofender la sensibilidad de las personas nunca puede superar el temor de ofender a Dios. Más bien, la iglesia debe seguir el ejemplo de los apóstoles: "Más bien hemos renunciado a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino que, mediante la manifestación de la verdad, nos recomendamos a la conciencia de todo hombre en la presencia de Dios" (2 Corintios 4:2, NBLA).
La iglesia de hoy, más que nunca, necesita reexaminar las enseñanzas que promueve. Debemos hacernos las siguientes preguntas:
• ¿Nuestras enseñanzas provienen verdaderamente de Dios o son simplemente comezones que queremos rascar?
• ¿Estamos firmes sobre bases bíblicas sólidas o hemos permitido que el mundo influya en nuestra forma de pensar?
• ¿Nos hemos protegido de las artimañas de Satanás (Efesios 6:11)?
• ¿Nos mantenemos "irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo" (1 Tesalonicenses 5:23)?
La verdad es que Dios no se preocupa por rascarnos donde nos pica, sino por transformarnos a la imagen de su Hijo (Romanos 12:2; 2 Corintios 4:4).
La palabra griega traducida como "comezón" significa literalmente "cosquillear, frotar, rascar o hacer cosquillas". Querer que te "cosquilleen" los oídos es desear masajes en lugar de mensajes, sermones que encantan en lugar de desafiar, que entretienen en lugar de edificar, y que complacen en vez de predicar. Las personas sobre las que Pablo advierte tendrán, como dijo un comentarista, "oídos que deben ser continuamente estimulados con novedades".
"Comezón de oídos" es una figura retórica que se refiere a los deseos, las necesidades sentidas o los anhelos de las personas. Son estos deseos los que impulsan a una persona a creer lo que quiere creer en lugar de la verdad misma. Cuando las personas tienen "comezón de oídos", deciden por sí mismas lo que está bien o mal, y buscan a otros que apoyen sus ideas. Los que tienen "comezón de oídos" se preocupan por lo que se siente bien o es cómodo, no por la verdad; después de todo, la verdad suele ser incómoda. La advertencia de Pablo es que la iglesia algún día contendrá a aquellos que solo abren sus oídos a quienes les rascan "el comezón".
Los que tienen "comezón de oídos" solo quieren maestros que les aseguren que todo va bien, maestros que digan: "Paz, paz, pero no hay paz" (Jeremías 6:14). Donde hay demanda de algo, los proveedores no están lejos. Pablo dice que no solo habrá una gran demanda de mensajes diluidos y personalizados, sino que habrá "muchos maestros" dispuestos a proporcionar esa papilla y alejar a la gente de la "sana doctrina".
Entre las pruebas actuales de que la gente tiene «comezón de oídos» se encuentra la popularidad de mensajes que no exigen ningún cambio, como si el arrepentimiento fuera algo anticuado; que las personas son básicamente buenas; que Dios es demasiado amoroso para juzgar a nadie; que la cruz, con toda su sangre, no es realmente necesaria; y que Dios quiere que Sus hijos gocen de salud, riqueza y satisfacción en este mundo. A medida que la gente da la espalda a la verdad sobre el pecado y la condenación, descuida su necesidad de arrepentimiento y perdón. Y crece el ansia por ideas "nuevas" y "más frescas", aunque "no hay nada nuevo bajo el sol" (Eclesiastés 1:9-10), acompañada de un anhelo de sentirse bien con quienes son y hacia dónde van. Los mensajes que halagan los oídos pueden llenar muchas iglesias, vender muchos libros y comprar mucho tiempo en la televisión por cable.
Algunos de los primeros seguidores de Jesús se quejaron de algunas de las palabras del Señor: "muchos de Sus discípulos, cuando oyeron esto, dijeron: Dura es esta declaración; ¿quién puede escucharla?...Como resultado de esto muchos de Sus discípulos se apartaron y ya no andaban con Él" (Juan 6:60, 66). Es fácil alejarse de la dura verdad.
En la iglesia posmoderna de hoy, vemos a muchos alejarse de la dura verdad. Algunas iglesias que antes predicaban la sana doctrina ahora enseñan como aceptables los mismos males que la Biblia condena. Algunos pastores tienen miedo de predicar sobre ciertos pasajes de la Biblia. Las "feministas cristianas" niegan a Dios como Padre celestial y se refieren a Él como "ella". Los "cristianos homosexuales" no solo son bienvenidos sin arrepentimiento en la comunión de la iglesia, sino también en el púlpito.
El remedio de la iglesia para aquellos que tienen "comezón de oídos" se encuentra en el mismo pasaje de 2 Timoteo: "Predica la palabra. Insiste a tiempo y fuera de tiempo. Amonesta, reprende, exhorta con mucha paciencia e instrucción" (2 Timoteo 4:2, NBLA). Es un encargo solemne, hecho en "la presencia de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos, por Su manifestación y por Su reino" (versículo 1). Y contiene todos los elementos necesarios para combatir la tentación de rascar los oídos: predicar, corregir, reprender y animar. El contenido de la predicación debe ser la Palabra escrita de Dios, y debe predicarse cuando sea conveniente y cuando sea inconveniente. Esto requiere "mucha paciencia e instrucción", pero la sana doctrina lo vale.
La búsqueda de la iglesia por controlar el nivel de comodidad de su audiencia nunca debe tener prioridad sobre la predicación de la Palabra. El temor de ofender la sensibilidad de las personas nunca puede superar el temor de ofender a Dios. Más bien, la iglesia debe seguir el ejemplo de los apóstoles: "Más bien hemos renunciado a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino que, mediante la manifestación de la verdad, nos recomendamos a la conciencia de todo hombre en la presencia de Dios" (2 Corintios 4:2, NBLA).
La iglesia de hoy, más que nunca, necesita reexaminar las enseñanzas que promueve. Debemos hacernos las siguientes preguntas:
• ¿Nuestras enseñanzas provienen verdaderamente de Dios o son simplemente comezones que queremos rascar?
• ¿Estamos firmes sobre bases bíblicas sólidas o hemos permitido que el mundo influya en nuestra forma de pensar?
• ¿Nos hemos protegido de las artimañas de Satanás (Efesios 6:11)?
• ¿Nos mantenemos "irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo" (1 Tesalonicenses 5:23)?
La verdad es que Dios no se preocupa por rascarnos donde nos pica, sino por transformarnos a la imagen de su Hijo (Romanos 12:2; 2 Corintios 4:4).