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Pregunta: "¿Cuál es el castigo bíblico para el adulterio?"

Respuesta:
Antes de responder a esta pregunta, es importante aclarar una diferencia entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. Bajo la ley del Antiguo Pacto, entregada al antiguo Israel bajo una teocracia, el castigo por el adulterio era la muerte (Levítico 20:10). En el Nuevo Testamento, Jesús puso en vigor una nueva ley. La paga del pecado sigue siendo la muerte eterna (Romanos 6:23), pero el adulterio ya no conlleva la pena de muerte civil. Los cristianos de hoy no viven bajo la antigua teocracia y no se les manda hacer daño a los que pecan.

La ley del Antiguo Testamento enumera una serie de comportamientos que se castigaban con la muerte, incluido el adulterio. "Si un hombre cometiere adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos" (Levítico 20:10). Es importante señalar que el castigo era el mismo para ambas partes implicadas. No había un doble estándar que permitiera los coqueteos del hombre; él era castigado junto con la mujer. Esta ley y otras relativas a la inmoralidad sexual en Levítico 20 están vinculadas a la necesidad de la total separación moral de Israel de otras naciones. Los cananeos habían sido conocidos por su libertinaje sexual, entre otras cosas, y Dios quería que Israel fuera santo, o "apartado", de ellos (versículos 22-24). Nuevamente, esta ley fue dada a Israel como parte del Pacto Mosaico. La iglesia no es Israel, y no estamos viviendo bajo el Antiguo Pacto.

Hoy en día, la Biblia no recomienda ningún castigo para el adulterio. Sin embargo, el acto de adulterio conlleva su propio castigo. El pecado sexual es una ofensa cometida contra el propio cuerpo (1 Corintios 6:18). El libro de Proverbios advierte de las consecuencias del adulterio: pérdida de honor y fuerza (Proverbios 5:9-11), reputación arruinada (Proverbios 5:14), esclavitud y muerte (Proverbios 5:22-23), autodestrucción (Proverbios 6:32) y la venganza de un marido celoso (Proverbios 6:34). "¿Tomará el hombre fuego en su seno sin que sus vestidos ardan? ¿Andará el hombre sobre brasas sin que sus pies se quemen? Así es el que se llega a la mujer de su prójimo; no quedará impune ninguno que la tocare" (Proverbios 6:27-29).

En los Proverbios también se describe el carácter del adúltero: se le llama simple y falto de entendimiento (Proverbios 7:7) y se le compara con un animal atrapado en una trampa y luego sacrificado (Proverbios 7:22-23). "Mas el que comete adulterio es falto de entendimiento; corrompe su alma el que tal hace" (Proverbios 6:32). Por último, el autor del proverbio llega a esta conclusión terriblemente sombría sobre el adulterio: "Porque a muchos ha hecho caer heridos, y aun los más fuertes han sido muertos por ella. Camino al Seol es su casa, que conduce a las cámaras de la muerte" (Proverbios 7:26-27).

Basta con leer estas advertencias de Proverbios para infundir temor en el corazón de cualquiera. Por muy drástica que parezca la ley del Antiguo Testamento en cuanto al castigo por el adulterio, las consecuencias espirituales son aún peores. Afortunadamente, el pecado de adulterio no está exento de la promesa de perdón de Jesús. Sólo tenemos que mirar la historia de Juan 8 sobre el encuentro de Jesús con una adúltera -sorprendida en el acto y arrastrada ante Él por los fariseos- para ver el corazón de Dios hacia el que está preso en la trampa del pecado. Los fariseos están listos y deseosos de imponer un castigo despiadado a la mujer (pero no al hombre), y Jesús los reprende recordándoles que son tan pecadores como ella. Luego, cuando todos se han alejado de la escena, le pregunta suavemente: "Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más" (Juan 8:10-11).

Jesús está lleno de gracia y verdad (Juan 1:14). Le dice a la mujer que deje de cometer adulterio y la perdona. Este es un cuadro maravilloso de Juan 3:17: "Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él". El castigo por el adulterio, o por cualquier otro pecado, se borra cuando aceptamos que Cristo haya asumido ese castigo por nosotros.

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