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Pregunta: "¿Debemos bautizarnos en el nombre de Jesús (Hechos 2:38), o en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mateo 28:19)?"

Respuesta:
El día de Pentecostés, Pedro dijo a la multitud: "Entonces Pedro les dijo: "Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo" (Hechos 2:38). Su mandato con respecto al bautismo era que se hiciera "en el nombre de Jesucristo". Antes, Jesús había dicho a Sus discípulos que bautizaran a los discípulos "en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo" (Mateo 28:19). La diferencia en las palabras ha llevado a muchos a preguntarse, "¿Cuál es la fórmula correcta? ¿Debemos bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; o debemos bautizar sólo en el nombre de Jesús?"

Una explicación apunta al hecho de que el Padre, el Hijo y el Espíritu son "tres en uno". Ser bautizado en el nombre de una persona de la Divinidad es lo mismo que ser bautizado en el nombre de los tres. Sin embargo, hay una explicación más probable, donde se tiene en cuenta la audiencia para cada orden.

Cuando Jesús dio la Gran Comisión, estaba enviando a Sus seguidores a todo el mundo para hacer discípulos "a todas las naciones" (Mateo 28:19). En el mundo pagano, se encontrarían con aquellos que no sabían absolutamente nada acerca del Único Dios Verdadero, personas idólatras que estaban "sin esperanza y sin Dios en el mundo" (Efesios 2:12). Al predicar el evangelio a tales personas, los apóstoles tendrían que incluir necesariamente la enseñanza de cómo es Dios, incluyendo Su naturaleza triuna. (Fíjense con qué información básica comienza Pablo su discurso a los atenienses en Hechos 17). Aquellos que recibieron el evangelio y fueron bautizados se convertirían a un sistema religioso completamente diferente y aceptarían una nueva comprensión de quién es Dios.

Por el contrario, Pedro hablaba en el día de Pentecostés a los fieles judíos que ya tenían una comprensión de Dios Padre y del Espíritu de Dios. La parte de la ecuación que les faltaba era Jesús, el Hijo de Dios, y sin Jesús, no podían ser salvos (Hechos 4:12). Al presentar el evangelio a los judíos, Pedro les ordena que se bauticen en el nombre de Jesús, es decir, que ejerzan la fe en Aquel a quien habían crucificado. Habían confesado el Padre y el Espíritu, pero necesitaban confesar al Hijo. Los que recibieron el evangelio ese día se dedicaron al señorío de Jesús. Ya no lo rechazaban, sino que lo reconocían como su Mesías y la única esperanza de salvación.

Probablemente deberíamos considerar que la fórmula estándar para el bautismo cristiano es en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. El énfasis de Pedro en el nombre de Jesús es comprensible, dado que estaba hablando con los mismos judíos que antes habían rechazado y negado a Jesús como su Mesías.

El mensaje del evangelio sigue cambiando vidas hoy en día. Aquellos que ponen su fe en Jesucristo todavía reciben el don del Espíritu Santo de parte del Padre. Y el bautismo en agua sigue siendo el método ordenado por Dios para hacer una profesión pública de nuestra fe, identificándonos con la muerte, sepultura y resurrección de Cristo.

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