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Pregunta: "¿Deben los cristianos preocuparse por su aspecto físico?"

Respuesta:
La apariencia física es importante para Dios porque revela la gloria de Su capacidad creativa. Por eso debemos apreciar la belleza que Dios nos ha dado como parte de Su creación más compleja y asombrosa. De maneras que no podemos entender, reflejamos Su propia belleza. Dios da cierto valor a las apariencias; si no lo hiciera, todos tendríamos el mismo aspecto. No es malo que nos fijemos y apreciemos también la apariencia física.

Pero hay que recordar que Dios juzga nuestros corazones, no nuestras apariencias físicas (1 Samuel 16:7). El hombre interior es una creación aún mayor. Tenemos almas que nunca serán destruidas, que vivirán para siempre en el cielo o en el infierno. También nuestros corazones albergan muchos pensamientos y sentimientos, reflejo de las complejidades de Dios. No debemos caer en la trampa de creer que nuestra apariencia debe ser motivo de orgullo o envidia. Nuestra verdadera belleza debe venir del interior, no de la belleza carnal por la que el mundo nos juzga. En 1 Pedro 3:3-5, Pedro dice a las esposas: "Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios. Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos".

Nuestra apariencia externa no debería ser nuestro objetivo. Si la razón por la que intentamos tener el peso perfecto, llevar la mejor ropa, hacernos tratamientos faciales, etc., es para impresionar a otras personas, entonces nuestra apariencia física se ha convertido en una cuestión de orgullo. Deberíamos ser humildemente conscientes de nuestra apariencia en lugar de actuar para ajustarnos a los estándares del mundo. Mateo 23:12 dice: "Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido". Y Santiago 4:6 dice: "Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes".

Debemos cuidarnos de cualquier cosa que nos aleje de Dios, incluyendo el excesivo énfasis que el mundo pone en las apariencias. Dios no quiere que amemos al mundo ni nada de lo que hay en él (1 Juan 2:15), y no debemos pensar como el mundo (Romanos 12:2). Dios nos ha mostrado Su asombroso poder, belleza y amor en una creación increíblemente diversa. Debemos ser humildes y no cometer la idolatría de adorar a la creación en vez de al Creador (Colosenses 3:5).

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