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Pregunta: "Si nuestra salvación está eternamente asegurada, ¿por qué la Biblia nos advierte tan enérgicamente contra la apostasía?"

Respuesta:
La razón por la que la Biblia nos advierte tan severamente contra la apostasía, es porque la verdadera conversión se mide por el fruto visible. Cuando Juan el Bautista estaba bautizando a la gente en el río Jordán, él les advirtió a aquellos que pensaban que eran justos, “Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento” (Mateo 3:7-8). Jesús advirtió a aquellos que lo estaban escuchando mientras predicaba el Sermón del Monte, que todo árbol es conocido por su fruto (Mateo 7:16), y que todo árbol que no produce buen fruto será cortado y echado en el fuego (Mateo 7:19).


La Biblia enseña que todo aquel que nace de nuevo por el poder del Espíritu Santo es salvo para siempre. Recibimos el don de la vida eterna (Juan 10:28), no la vida temporal. Alguien que ha nacido de nuevo (Juan 3:3) no puede "dejar de nacer". Después de ser adoptados en la familia de Dios (Romanos 8:15), no seremos expulsados. Cuando Dios comienza una obra, la termina (Filipenses 1:6). Por lo tanto, el hijo de Dios—el creyente en Jesucristo—está eternamente seguro de su salvación.

Sin embargo, la Biblia también contiene algunas fuertes advertencias contra la apostasía. Estas advertencias han llevado a algunos a dudar de la doctrina de la seguridad eterna. Después de todo, si no podemos perder nuestra salvación, ¿por qué nos advierten que no nos alejemos del Señor? Esta es una buena pregunta. Primero, debemos entender lo que significa "apostasía".

Un apóstata es alguien que abandona su fe religiosa. Está claro en la Biblia que los apóstatas son personas que hicieron profesiones de fe en Jesucristo, pero nunca lo recibieron genuinamente como Salvador. Eran creyentes falsos. Para empezar, los que se alejan de Cristo nunca confiaron realmente en Él, como dice 1 Juan 2:19: "Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros". Los que apostatan simplemente están demostrando que no son verdaderos creyentes, y que nunca lo fueron.

La parábola del trigo y la cizaña (Mateo 13:24-30) nos ofrece una sencilla ilustración de la apostasía. En el mismo campo crecían trigo y "trigo falso" (cizaña o mala hierba). Al principio, la diferencia entre los dos tipos de plantas no se podía detectar, pero con el paso del tiempo, la cizaña se vio por lo que era. De la misma manera, en cualquier iglesia hoy en día, puede haber verdaderos creyentes nacidos de nuevo al lado de los que fingen, aquellos que disfrutan de los mensajes, la música y la comunión, pero nunca se han arrepentido de sus pecados y aceptado a Cristo por la fe. A los ojos de cualquier observador natural, el verdadero creyente y el farsante parecen idénticos. Sólo Dios puede ver el corazón. Mateo 13:1-9 (la Parábola del Sembrador) es otra ilustración de la apostasía en acción.

Las advertencias de la Biblia contra la apostasía existen porque hay dos tipos de personas religiosas: los creyentes y los incrédulos. En cualquier iglesia hay personas que realmente conocen a Cristo y otras que no hacen más que seguir las reglas. Llevar la etiqueta de "cristiano" no garantiza un cambio de corazón. Es posible escuchar la Palabra, e incluso estar de acuerdo con su verdad, sin tomarla en serio. Se puede asistir a la iglesia, servir en un ministerio y llamarse cristiano, y aun así no ser salvo (Mateo 7:21-23). Como dijo el profeta: "Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí" (Isaías 29:13; cf. Marcos 7:6).

Dios advierte al farsante que se sienta en la silla y escucha el evangelio domingo tras domingo que está jugando con fuego. Con el tiempo, un farsante apostatará—se "apartará" de la fe que una vez profesó—si no se arrepiente. Al igual que la cizaña entre el trigo, su verdadera naturaleza se manifestará.

Los pasajes que nos advierten contra la apostasía tienen dos objetivos principales. En primer lugar, exhortan a todos a estar seguros de su salvación. Nuestro destino eterno no es un asunto insignificante. Pablo nos dice en 2 Corintios 13:5 que nos examinemos a nosotros mismos para ver si estamos "en la fe".

Una prueba de la verdadera fe es el amor a los demás (1 Juan 4:7-8). Otra son las buenas obras. Cualquiera puede decir que es cristiano, pero los que son verdaderamente salvos darán "fruto". Un verdadero cristiano mostrará, a través de palabras, acciones y doctrina, que sigue al Señor. Los cristianos dan fruto de diferentes maneras según su nivel de obediencia y sus dones espirituales, pero todos los cristianos dan fruto a medida que el Espíritu lo produce en ellos (Gálatas 5:22-23). Así como los verdaderos seguidores de Jesucristo podrán ver la evidencia de su salvación (ver 1 Juan 4:13), a los apostatas eventualmente se les reconocerá por sus frutos (Mateo 7:16-20) o por la falta de ellos (Juan 15:2).

El segundo propósito de las advertencias bíblicas contra la apostasía es equipar a la iglesia para identificar a los apóstatas. Podemos conocerlos porque rechazan a Cristo, aceptan la herejía y son carnales (2 Pedro 2:1-3).

Por lo tanto, las advertencias bíblicas contra la apostasía son advertencias para aquellos que están bajo la cobertura de la "fe" sin nunca haber ejercido verdaderamente la fe. Escrituras como Hebreos 6:4-6 y Hebreos 10:26-29 son advertencias a los creyentes "farsantes" de que necesitan examinarse a sí mismos antes de que sea demasiado tarde. Mateo 7:22-23 indica que los "creyentes falsos" a quienes el Señor rechaza en el Día del Juicio se les rechaza no porque "perdieron la fe" sino porque el Señor nunca los conoció. Nunca tuvieron una relación con Él.

Hay muchas personas que aman la religión porque sí y están dispuestas a identificarse con Jesús y la iglesia. ¿Quién no querría la vida eterna y la bendición? Sin embargo, Jesús nos advierte que "contemos el costo" del discipulado (Lucas 9:23-26; 14:25-33). Los verdaderos creyentes han calculado el costo y se han comprometido; los apóstatas no lo hacen. Los apóstatas tuvieron una profesión de fe en un tiempo, pero no tuvieron realmente fe. Sus bocas hablaban algo distinto de lo que sus corazones creían. La apostasía no es la pérdida de la salvación, sino la evidencia de una supuesta fe en el pasado.

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