Pregunta
¿Quién era San Juan de la Cruz?
Respuesta
Juan de Yepes y Álvarez, más conocido en la historia como San Juan de la Cruz (1542–1591), fue un místico, teólogo y poeta católico español. También fue fraile de la orden carmelita e influyente figura en la Contrarreforma, el movimiento de renovación católica que siguió a la Reforma protestante. Sus obras más famosas son Cántico espiritual y Noche oscura del alma, ambas centradas en los gozos y sufrimientos del alma en su camino hacia la unión con Jesucristo. Los místicos cristianos, como Juan de la Cruz, buscaban un conocimiento experiencial de Dios y reflexionaban sobre los "misterios" de la espiritualidad.
Los escritos de Juan, especialmente su poesía, se consideran la cumbre de la literatura mística cristiana española. El Cántico espiritual fue escrito en su mayoría en una pequeña y oscura celda de prisión, donde fue recluido por otros carmelitas debido a sus intentos de reformar la orden. Junto con Teresa de Ávila, su mentora, trabajó por décadas para restaurar los valores originales de austeridad y disciplina espiritual dentro del Carmelo. Juan practicaba el ayuno y la autoflagelación como medios para avanzar en su crecimiento espiritual, convencido de que el sufrimiento era el camino hacia la madurez en Cristo.
En el Cántico espiritual, Juan intenta describir el gozo de encontrar y necesitar solo a Cristo:
"Mi alma se ha empleado,
Y todo mi caudal en su servicio;
Ya no guardo ganado,
Ni ya tengo otro oficio,
Que solo en amar es mi ejercicio".
A través de sus escritos, Juan de la Cruz promovió un camino místico hacia la verdadera unión del alma con Cristo. Según él, la unión con Dios requiere quietud, meditación y una experiencia de sufrimiento junto a Cristo, una especie de crucifixión espiritual. Hacía hincapié en el amor, el cual—enseñaba—se alcanza al desprenderse de todo lo terrenal y sufrir por Cristo. Buscaba pasar de la "noche oscura" a lo que llamó "la deificación del alma" (Cántico espiritual, estrofa XXVI).
Juan de la Cruz fue beatificado por la Iglesia católica en 1675, canonizado en 1726 y declarado doctor de la Iglesia en 1926. Su festividad, en honor a su vida y obra, se celebra el 14 de diciembre.
Por su naturaleza, el misticismo implica que hay un aspecto misterioso en nuestra relación con Jesucristo, y que conocerlo verdaderamente requiere una experiencia individual y un conocimiento esotérico que normalmente surge de visiones celestiales, grandes sufrimientos y prácticas de negación personal. El misticismo busca un encuentro sobrenatural con Dios y con frecuencia adopta una interpretación extremadamente metafórica de las Escrituras.
A pesar de su sinceridad y su poesía elevada, Juan de la Cruz no promovió la verdad bíblica. Es cierto que los cristianos pueden tener experiencias personales con Dios, pero ese no es el enfoque de las Escrituras ni el ejemplo de la iglesia del primer siglo (Hechos 2–6). En la Biblia, vemos a la iglesia viviendo en comunidad y comunión, no en aislamiento. Su enfoque estaba en la enseñanza de los apóstoles acerca de Cristo, no en visiones personales. Tampoco buscaban el sufrimiento como medio para lograr la unión con Dios.
Como católico, Juan seguía una espiritualidad basada en las obras y mantenía una profunda devoción mariana. El hermano Martín de la Asunción, quien lo conoció, testificó que Juan "rezaba de rodillas el Oficio de Nuestra Señora cada día" y que, en su lecho de muerte, al oír la campana de medianoche, dijo: "Y yo también, por la bondad del Señor, tendré que rezarlos con Nuestra Señora en el cielo".
La idea de Juan de la Cruz sobre un proceso paso a paso de negación propia y aflicción que culmina en la gloria no está enseñada en las Escrituras. Un creyente tiene la paz de Dios ahora; no necesita pasar primero por una "noche oscura" (Romanos 5:1). El hijo de Dios está sentado "en los lugares celestiales con Cristo Jesús" ahora (Efesios 2:6). Tenemos unión con Cristo ahora (Efesios 1:7). Ni Jesús ni los apóstoles enseñaron una "noche oscura del alma".
Juan de la Cruz no tuvo un acceso más cercano a Jesús del que nosotros tenemos hoy. El camino hacia Dios no consiste en castigarnos, aislarnos o buscar experiencias místicas. En Cristo ya tenemos la gracia de Dios. Él nos ha dado todo lo necesario para vivir una vida piadosa y permanecer en Él como hijos adoptivos en Su familia (2 Pedro 1:3–8). Debemos tener cuidado de no añadir nada a la obra de Cristo en la cruz como medio de alcanzar a Dios.
Los escritos de Juan, especialmente su poesía, se consideran la cumbre de la literatura mística cristiana española. El Cántico espiritual fue escrito en su mayoría en una pequeña y oscura celda de prisión, donde fue recluido por otros carmelitas debido a sus intentos de reformar la orden. Junto con Teresa de Ávila, su mentora, trabajó por décadas para restaurar los valores originales de austeridad y disciplina espiritual dentro del Carmelo. Juan practicaba el ayuno y la autoflagelación como medios para avanzar en su crecimiento espiritual, convencido de que el sufrimiento era el camino hacia la madurez en Cristo.
En el Cántico espiritual, Juan intenta describir el gozo de encontrar y necesitar solo a Cristo:
"Mi alma se ha empleado,
Y todo mi caudal en su servicio;
Ya no guardo ganado,
Ni ya tengo otro oficio,
Que solo en amar es mi ejercicio".
A través de sus escritos, Juan de la Cruz promovió un camino místico hacia la verdadera unión del alma con Cristo. Según él, la unión con Dios requiere quietud, meditación y una experiencia de sufrimiento junto a Cristo, una especie de crucifixión espiritual. Hacía hincapié en el amor, el cual—enseñaba—se alcanza al desprenderse de todo lo terrenal y sufrir por Cristo. Buscaba pasar de la "noche oscura" a lo que llamó "la deificación del alma" (Cántico espiritual, estrofa XXVI).
Juan de la Cruz fue beatificado por la Iglesia católica en 1675, canonizado en 1726 y declarado doctor de la Iglesia en 1926. Su festividad, en honor a su vida y obra, se celebra el 14 de diciembre.
Por su naturaleza, el misticismo implica que hay un aspecto misterioso en nuestra relación con Jesucristo, y que conocerlo verdaderamente requiere una experiencia individual y un conocimiento esotérico que normalmente surge de visiones celestiales, grandes sufrimientos y prácticas de negación personal. El misticismo busca un encuentro sobrenatural con Dios y con frecuencia adopta una interpretación extremadamente metafórica de las Escrituras.
A pesar de su sinceridad y su poesía elevada, Juan de la Cruz no promovió la verdad bíblica. Es cierto que los cristianos pueden tener experiencias personales con Dios, pero ese no es el enfoque de las Escrituras ni el ejemplo de la iglesia del primer siglo (Hechos 2–6). En la Biblia, vemos a la iglesia viviendo en comunidad y comunión, no en aislamiento. Su enfoque estaba en la enseñanza de los apóstoles acerca de Cristo, no en visiones personales. Tampoco buscaban el sufrimiento como medio para lograr la unión con Dios.
Como católico, Juan seguía una espiritualidad basada en las obras y mantenía una profunda devoción mariana. El hermano Martín de la Asunción, quien lo conoció, testificó que Juan "rezaba de rodillas el Oficio de Nuestra Señora cada día" y que, en su lecho de muerte, al oír la campana de medianoche, dijo: "Y yo también, por la bondad del Señor, tendré que rezarlos con Nuestra Señora en el cielo".
La idea de Juan de la Cruz sobre un proceso paso a paso de negación propia y aflicción que culmina en la gloria no está enseñada en las Escrituras. Un creyente tiene la paz de Dios ahora; no necesita pasar primero por una "noche oscura" (Romanos 5:1). El hijo de Dios está sentado "en los lugares celestiales con Cristo Jesús" ahora (Efesios 2:6). Tenemos unión con Cristo ahora (Efesios 1:7). Ni Jesús ni los apóstoles enseñaron una "noche oscura del alma".
Juan de la Cruz no tuvo un acceso más cercano a Jesús del que nosotros tenemos hoy. El camino hacia Dios no consiste en castigarnos, aislarnos o buscar experiencias místicas. En Cristo ya tenemos la gracia de Dios. Él nos ha dado todo lo necesario para vivir una vida piadosa y permanecer en Él como hijos adoptivos en Su familia (2 Pedro 1:3–8). Debemos tener cuidado de no añadir nada a la obra de Cristo en la cruz como medio de alcanzar a Dios.