Pregunta
¿Qué significado tiene la ciudad de Roma en la Biblia?
Respuesta
Roma no se menciona en el Antiguo Testamento, pero ocupa un lugar destacado en el Nuevo Testamento. Aunque la ciudad de Roma no se menciona directamente con frecuencia, todos los lugares y acontecimientos del Nuevo Testamento tienen como telón de fondo el dominio romano.
Roma cobró importancia en lo que se denomina el período intertestamentario, los aproximadamente 400 años que transcurrieron entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Durante ese tiempo, Israel estuvo bajo el yugo de los gobernantes griegos, obtuvo la independencia durante un breve período y, luego, quedó bajo el control del Imperio Romano. La ciudad de Roma gobernaba la mayor parte del mundo mediterráneo en aquella época. Dentro del imperio había ciudadanos de Roma, que gozaban de protecciones especiales, y luego todos los demás, que eran más o menos pueblos conquistados y no tenían las mismas protecciones. El simple hecho de vivir dentro de las fronteras del Imperio Romano no te convertía en ciudadano de Roma.
Fue un decreto de Roma, del emperador César Augusto, el que llevó a María y José a Belén a tiempo para que Jesús naciera allí, cumpliendo así la profecía (Lucas 2:1-6; Miqueas 5:2). Herodes el Grande, que mató a los niños varones en Belén y sus alrededores (Mateo 2:16-18), había sido colocado en el trono por el emperador romano. Jesús y Sus discípulos se relacionaban habitualmente con los soldados romanos que estaban de guardia en Jerusalén y en toda Palestina. Jesús sanó al siervo de un centurión y lo presentó como modelo de verdadera fe (Lucas 7:1-10).
Cuando los líderes judíos finalmente decidieron dar muerte a Jesús, tuvieron que recurrir a la ayuda de las autoridades romanas. Pilato fue el gobernador romano que finalmente pronunció la sentencia de muerte. Las autoridades judías lo presionaron para que lo hiciera cuestionando su lealtad al César: "Pilato procuraba soltar a Jesús, pero los judíos gritaron: Si suelta a Este, usted no es amigo de César; todo el que se hace rey se opone a César. Entonces Pilato, cuando oyó estas palabras, sacó fuera a Jesús y se sentó en el tribunal...Pilato dijo a los judíos: Aquí está su Rey. ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícalo!, gritaron ellos. ¿He de crucificar a su Rey?, les dijo Pilato. Los principales sacerdotes respondieron: No tenemos más rey que César. Así que entonces Pilato lo entregó a ellos para que fuera crucificado" (Juan 19:12-16).
Más tarde, Pablo viajó a Roma para ser juzgado ante César. No fundó la iglesia en Roma, pero su explicación más completa del evangelio se encuentra en su Epístola a los Romanos. Esa carta sirvió como su presentación a la iglesia de Roma, que solo había oído hablar de él, pero nunca lo había conocido personalmente ni lo había oído predicar.
La estabilidad que Roma trajo al mundo permitió la difusión eficaz del evangelio. Bajo el dominio romano, existía una lengua común que facilitaba la difusión del mensaje. Roma construyó una extensa red de carreteras que facilitó los viajes y, por lo tanto, permitió una mayor difusión del evangelio. Y, por último, gracias al dominio romano, la delincuencia alcanzó su nivel más bajo de la época, por lo que los viajes eran más seguros para los apóstoles y misioneros del siglo I.
Para Roma, uno de sus principales objetivos era mantener la paz en los territorios conquistados. Se permitía a la gente una gran libertad en cuanto a sus creencias y prácticas religiosas, siempre y cuando su primera lealtad fuera hacia Roma y el emperador. Los habitantes del Imperio Romano estaban obligados a ofrecer sacrificios a los dioses de Roma y/o al emperador. Si lo hacían, también podían ofrecer sacrificios a otros dioses de su elección. Sin embargo, esto suponía un problema para los judíos y los cristianos. Debido a la larga tradición monoteísta de los judíos, Roma les concedió una exención. Mientras el cristianismo se considerara un subconjunto del judaísmo, también estaría exento. No obstante, cuando los líderes judíos comenzaron a denunciar a los cristianos, los seguidores de Jesús perdieron su protección legal. En efecto, los líderes religiosos judíos utilizaron el Imperio Romano para llevar a cabo la persecución. A lo largo de la mayor parte del libro de los Hechos, parece que los cristianos no están en el punto de mira de las autoridades romanas, pero los judíos y los paganos a menudo recurren a las autoridades romanas para sofocar el mensaje cristiano. En el caso de Pablo, su ciudadanía romana lo salvó de las conspiraciones de algunos judíos celosos (Hechos 23:30-25:7).
Roma no se menciona por su nombre en el Apocalipsis, pero sí se menciona de forma indirecta. En Apocalipsis 17, se ve a Babilonia, la ramera, montada sobre una bestia que tiene siete cabezas y diez cuernos (versículo 7). Las siete cabezas se identifican como siete colinas (versículo 9). Nadie en el mundo antiguo podía pasar por alto esta referencia a Roma, que es conocida por estar construida sobre siete colinas. En la visión de Apocalipsis 17, Roma no es tanto la instigadora de la persecución como el instrumento que utiliza la mujer Babilonia para perseguir a los santos. Esto sigue el esquema que se observa en los Evangelios y en Hechos de los Apóstoles.
Roma siguió (y sigue) siendo importante en la historia de la Iglesia y en la historia de la civilización occidental, especialmente por la influencia política y religiosa de la Iglesia Católica Romana.
Roma cobró importancia en lo que se denomina el período intertestamentario, los aproximadamente 400 años que transcurrieron entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Durante ese tiempo, Israel estuvo bajo el yugo de los gobernantes griegos, obtuvo la independencia durante un breve período y, luego, quedó bajo el control del Imperio Romano. La ciudad de Roma gobernaba la mayor parte del mundo mediterráneo en aquella época. Dentro del imperio había ciudadanos de Roma, que gozaban de protecciones especiales, y luego todos los demás, que eran más o menos pueblos conquistados y no tenían las mismas protecciones. El simple hecho de vivir dentro de las fronteras del Imperio Romano no te convertía en ciudadano de Roma.
Fue un decreto de Roma, del emperador César Augusto, el que llevó a María y José a Belén a tiempo para que Jesús naciera allí, cumpliendo así la profecía (Lucas 2:1-6; Miqueas 5:2). Herodes el Grande, que mató a los niños varones en Belén y sus alrededores (Mateo 2:16-18), había sido colocado en el trono por el emperador romano. Jesús y Sus discípulos se relacionaban habitualmente con los soldados romanos que estaban de guardia en Jerusalén y en toda Palestina. Jesús sanó al siervo de un centurión y lo presentó como modelo de verdadera fe (Lucas 7:1-10).
Cuando los líderes judíos finalmente decidieron dar muerte a Jesús, tuvieron que recurrir a la ayuda de las autoridades romanas. Pilato fue el gobernador romano que finalmente pronunció la sentencia de muerte. Las autoridades judías lo presionaron para que lo hiciera cuestionando su lealtad al César: "Pilato procuraba soltar a Jesús, pero los judíos gritaron: Si suelta a Este, usted no es amigo de César; todo el que se hace rey se opone a César. Entonces Pilato, cuando oyó estas palabras, sacó fuera a Jesús y se sentó en el tribunal...Pilato dijo a los judíos: Aquí está su Rey. ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícalo!, gritaron ellos. ¿He de crucificar a su Rey?, les dijo Pilato. Los principales sacerdotes respondieron: No tenemos más rey que César. Así que entonces Pilato lo entregó a ellos para que fuera crucificado" (Juan 19:12-16).
Más tarde, Pablo viajó a Roma para ser juzgado ante César. No fundó la iglesia en Roma, pero su explicación más completa del evangelio se encuentra en su Epístola a los Romanos. Esa carta sirvió como su presentación a la iglesia de Roma, que solo había oído hablar de él, pero nunca lo había conocido personalmente ni lo había oído predicar.
La estabilidad que Roma trajo al mundo permitió la difusión eficaz del evangelio. Bajo el dominio romano, existía una lengua común que facilitaba la difusión del mensaje. Roma construyó una extensa red de carreteras que facilitó los viajes y, por lo tanto, permitió una mayor difusión del evangelio. Y, por último, gracias al dominio romano, la delincuencia alcanzó su nivel más bajo de la época, por lo que los viajes eran más seguros para los apóstoles y misioneros del siglo I.
Para Roma, uno de sus principales objetivos era mantener la paz en los territorios conquistados. Se permitía a la gente una gran libertad en cuanto a sus creencias y prácticas religiosas, siempre y cuando su primera lealtad fuera hacia Roma y el emperador. Los habitantes del Imperio Romano estaban obligados a ofrecer sacrificios a los dioses de Roma y/o al emperador. Si lo hacían, también podían ofrecer sacrificios a otros dioses de su elección. Sin embargo, esto suponía un problema para los judíos y los cristianos. Debido a la larga tradición monoteísta de los judíos, Roma les concedió una exención. Mientras el cristianismo se considerara un subconjunto del judaísmo, también estaría exento. No obstante, cuando los líderes judíos comenzaron a denunciar a los cristianos, los seguidores de Jesús perdieron su protección legal. En efecto, los líderes religiosos judíos utilizaron el Imperio Romano para llevar a cabo la persecución. A lo largo de la mayor parte del libro de los Hechos, parece que los cristianos no están en el punto de mira de las autoridades romanas, pero los judíos y los paganos a menudo recurren a las autoridades romanas para sofocar el mensaje cristiano. En el caso de Pablo, su ciudadanía romana lo salvó de las conspiraciones de algunos judíos celosos (Hechos 23:30-25:7).
Roma no se menciona por su nombre en el Apocalipsis, pero sí se menciona de forma indirecta. En Apocalipsis 17, se ve a Babilonia, la ramera, montada sobre una bestia que tiene siete cabezas y diez cuernos (versículo 7). Las siete cabezas se identifican como siete colinas (versículo 9). Nadie en el mundo antiguo podía pasar por alto esta referencia a Roma, que es conocida por estar construida sobre siete colinas. En la visión de Apocalipsis 17, Roma no es tanto la instigadora de la persecución como el instrumento que utiliza la mujer Babilonia para perseguir a los santos. Esto sigue el esquema que se observa en los Evangelios y en Hechos de los Apóstoles.
Roma siguió (y sigue) siendo importante en la historia de la Iglesia y en la historia de la civilización occidental, especialmente por la influencia política y religiosa de la Iglesia Católica Romana.