Pregunta
¿Qué podemos aprender del relato de Micaía y el ídolo en Jueces?
Respuesta
Jueces 17 y 18 narran la historia de un hombre llamado Micaía que construyó un santuario y adoró ídolos hechos por el ser humano. Claramente, lo que Micaía hizo estuvo mal. El autor del libro de Jueces incluye este relato para enseñarnos algunas lecciones importantes.
Primero, queda claro que adorar ídolos va en contra de los mandamientos de Dios. El primero de los Diez Mandamientos dice: "No tendrás otros dioses delante de Mí" (Éxodo 20:3, NBLA).
Segundo, las acciones religiosas externas no son suficientes; se requiere fe en el Dios verdadero. Micaía ciertamente era un hombre entusiasta. Construyó un santuario, hizo un efod para usar en actividades religiosas y fabricó algunos ídolos domésticos. Estaba entusiasmado por haber contratado a su propio sacerdote personal: "Ahora sé que el Señor me prosperará, porque tengo un levita por sacerdote" (Jueces 17:13, NBLA). Sin embargo, las acciones de Micaía no estaban basadas en las enseñanzas de la Palabra de Dios. Él intentó servir a Dios a su manera, no según el mandato divino.
Tercero, las creencias erróneas conducen a acciones equivocadas. Cuando los de la tribu de Dan consultaron acerca de un lugar para establecerse, el sacerdote de Micaía les dijo lo que querían oír: "Vayan en paz; el camino en que andan tiene la aprobación del Señor" (Jueces 18:6, NBLA). Pero el viaje de los danitas fue violento y terminó con la destrucción de un pueblo pacífico.
Cuarto, las acciones pecaminosas de una persona pueden tener un impacto duradero. Los últimos versículos de este relato nos dejan con estas palabras: "Y los hijos de Dan levantaron para sí la imagen tallada. Jonatán, hijo de Gersón, hijo de Manasés, y sus hijos fueron sacerdotes para la tribu de los danitas, hasta el día del cautiverio de la tierra. Levantaron, pues, para sí la imagen tallada que Micaía había hecho, todo el tiempo que la casa de Dios estuvo en Silo" (Jueces 18:30–31, NBLA). Los falsos dioses de Micaía condujeron a una adoración falsa dentro de toda una tribu de Israel durante varias generaciones. Puede que no pensemos que nuestras acciones pecaminosas afectan a otros, pero sí lo hacen. Incluso pueden dejar un impacto negativo duradero en comunidades enteras por muchos años.
El Micaía de Jueces 17–18 ofrece un ejemplo de cómo no se debe adorar a Dios, y su historia ilustra las consecuencias de practicar la religión según lo que nosotros creemos mejor en vez de seguir las enseñanzas de Dios. La Palabra de Dios nos fue dada para guiarnos y protegernos, además de traerle gloria a Él. Como enseña 2 Timoteo 3:16–17: "Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra" (NBLA).
Primero, queda claro que adorar ídolos va en contra de los mandamientos de Dios. El primero de los Diez Mandamientos dice: "No tendrás otros dioses delante de Mí" (Éxodo 20:3, NBLA).
Segundo, las acciones religiosas externas no son suficientes; se requiere fe en el Dios verdadero. Micaía ciertamente era un hombre entusiasta. Construyó un santuario, hizo un efod para usar en actividades religiosas y fabricó algunos ídolos domésticos. Estaba entusiasmado por haber contratado a su propio sacerdote personal: "Ahora sé que el Señor me prosperará, porque tengo un levita por sacerdote" (Jueces 17:13, NBLA). Sin embargo, las acciones de Micaía no estaban basadas en las enseñanzas de la Palabra de Dios. Él intentó servir a Dios a su manera, no según el mandato divino.
Tercero, las creencias erróneas conducen a acciones equivocadas. Cuando los de la tribu de Dan consultaron acerca de un lugar para establecerse, el sacerdote de Micaía les dijo lo que querían oír: "Vayan en paz; el camino en que andan tiene la aprobación del Señor" (Jueces 18:6, NBLA). Pero el viaje de los danitas fue violento y terminó con la destrucción de un pueblo pacífico.
Cuarto, las acciones pecaminosas de una persona pueden tener un impacto duradero. Los últimos versículos de este relato nos dejan con estas palabras: "Y los hijos de Dan levantaron para sí la imagen tallada. Jonatán, hijo de Gersón, hijo de Manasés, y sus hijos fueron sacerdotes para la tribu de los danitas, hasta el día del cautiverio de la tierra. Levantaron, pues, para sí la imagen tallada que Micaía había hecho, todo el tiempo que la casa de Dios estuvo en Silo" (Jueces 18:30–31, NBLA). Los falsos dioses de Micaía condujeron a una adoración falsa dentro de toda una tribu de Israel durante varias generaciones. Puede que no pensemos que nuestras acciones pecaminosas afectan a otros, pero sí lo hacen. Incluso pueden dejar un impacto negativo duradero en comunidades enteras por muchos años.
El Micaía de Jueces 17–18 ofrece un ejemplo de cómo no se debe adorar a Dios, y su historia ilustra las consecuencias de practicar la religión según lo que nosotros creemos mejor en vez de seguir las enseñanzas de Dios. La Palabra de Dios nos fue dada para guiarnos y protegernos, además de traerle gloria a Él. Como enseña 2 Timoteo 3:16–17: "Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra" (NBLA).