Pregunta
¿Qué es un ministro cristiano?
Respuesta
Un ministro es, literalmente, un "siervo", pero la palabra ha adquirido un significado más amplio en los círculos religiosos. Hoy en día, un ministro cristiano es visto como alguien autorizado para dirigir servicios religiosos. Una persona que lidera cultos, administra una iglesia o celebra bodas y funerales se considera un ministro cristiano. Algunos sinónimos de ministro son clérigo y pastor.
En la Biblia, el rol de ministro no está ligado a una licencia ni a ser un "oficial" con algún tipo de autoridad formal. En Romanos 15:16, Pablo dice que fue llamado a ser "ministro de Cristo Jesús a los gentiles, ministrando a manera de sacerdote el evangelio de Dios, a fin de que la ofrenda que hago de los gentiles sea aceptable, santificada por el Espíritu Santo" (NBLA). Siguiendo el ejemplo de Pablo, cualquier persona que desea servir a Dios "anunciando el evangelio para que otros lleguen a ser santificados por el Espíritu Santo" es un ministro cristiano. En términos generales, ser un siervo de Cristo te convierte en un ministro cristiano.
Cada iglesia puede definir funciones más específicas para los ministros o pastores de su congregación. Aunque la Escritura indica que la autoridad espiritual de una iglesia local debe estar en manos de un hombre (1 Timoteo 2:12), existen otros roles de servicio disponibles tanto para hombres como para mujeres. En la mayoría de las iglesias no católicas, un ministro principal se encarga de predicar la mayor parte del tiempo y de supervisar el gobierno de la iglesia. En el Nuevo Testamento, a estos hombres se los llama "obispos", "ancianos" o "pastores" (Hechos 20:28; Tito 1:7; 1 Timoteo 3:1–2). Estos términos hacen referencia a "ministros" en una capacidad oficial, es decir, personas que han sido llamadas por Dios para liderar una iglesia.
Existen requisitos estrictos para quienes aspiran al cargo de obispo. Un anciano o ministro debe ser "irreprensible, marido de una sola mujer, que tenga hijos creyentes, no acusados de disolución ni de rebeldía… no obstinado, no iracundo, no dado a la bebida, no pendenciero, no amante de ganancias deshonestas. Antes bien, debe ser hospitalario, amante de lo bueno, prudente, justo, santo, dueño de sí mismo. Debe retener la palabra fiel que es conforme a la enseñanza, para que sea capaz también de exhortar con sana doctrina y refutar a los que contradicen" (Tito 1:6–9, NBLA).
Primera de Timoteo 3:1–7 añade que el cargo de obispo es una "noble función" (NVI). También señala que un ministro no debe ser un recién convertido y debe "gozar también de una buena reputación entre los de afuera de la iglesia, para que no caiga en descrédito y en el lazo del diablo" (NBLA).
Incluso en la iglesia del primer siglo hubo quienes se infiltraron haciéndose pasar por ministros, pero movidos únicamente por la codicia y la lujuria (2 Pedro 2:1–2, 19; Mateo 7:15; Hechos 20:29). No todos los que se llaman a sí mismos ministros cristianos son dignos de ese título. Dios se toma en serio a estos impostores (Judas 1:12–13). Un verdadero ministro cristiano es alguien capacitado por Dios para ejercer liderazgo en la iglesia (1 Corintios 12:28–29). Ha sido ordenado por un cuerpo gobernante con el mismo sentir (Hechos 6:6; 13:3; 2 Timoteo 1:6) y vive conforme a lo que las Escrituras enseñan sobre su función.
En la Biblia, el rol de ministro no está ligado a una licencia ni a ser un "oficial" con algún tipo de autoridad formal. En Romanos 15:16, Pablo dice que fue llamado a ser "ministro de Cristo Jesús a los gentiles, ministrando a manera de sacerdote el evangelio de Dios, a fin de que la ofrenda que hago de los gentiles sea aceptable, santificada por el Espíritu Santo" (NBLA). Siguiendo el ejemplo de Pablo, cualquier persona que desea servir a Dios "anunciando el evangelio para que otros lleguen a ser santificados por el Espíritu Santo" es un ministro cristiano. En términos generales, ser un siervo de Cristo te convierte en un ministro cristiano.
Cada iglesia puede definir funciones más específicas para los ministros o pastores de su congregación. Aunque la Escritura indica que la autoridad espiritual de una iglesia local debe estar en manos de un hombre (1 Timoteo 2:12), existen otros roles de servicio disponibles tanto para hombres como para mujeres. En la mayoría de las iglesias no católicas, un ministro principal se encarga de predicar la mayor parte del tiempo y de supervisar el gobierno de la iglesia. En el Nuevo Testamento, a estos hombres se los llama "obispos", "ancianos" o "pastores" (Hechos 20:28; Tito 1:7; 1 Timoteo 3:1–2). Estos términos hacen referencia a "ministros" en una capacidad oficial, es decir, personas que han sido llamadas por Dios para liderar una iglesia.
Existen requisitos estrictos para quienes aspiran al cargo de obispo. Un anciano o ministro debe ser "irreprensible, marido de una sola mujer, que tenga hijos creyentes, no acusados de disolución ni de rebeldía… no obstinado, no iracundo, no dado a la bebida, no pendenciero, no amante de ganancias deshonestas. Antes bien, debe ser hospitalario, amante de lo bueno, prudente, justo, santo, dueño de sí mismo. Debe retener la palabra fiel que es conforme a la enseñanza, para que sea capaz también de exhortar con sana doctrina y refutar a los que contradicen" (Tito 1:6–9, NBLA).
Primera de Timoteo 3:1–7 añade que el cargo de obispo es una "noble función" (NVI). También señala que un ministro no debe ser un recién convertido y debe "gozar también de una buena reputación entre los de afuera de la iglesia, para que no caiga en descrédito y en el lazo del diablo" (NBLA).
Incluso en la iglesia del primer siglo hubo quienes se infiltraron haciéndose pasar por ministros, pero movidos únicamente por la codicia y la lujuria (2 Pedro 2:1–2, 19; Mateo 7:15; Hechos 20:29). No todos los que se llaman a sí mismos ministros cristianos son dignos de ese título. Dios se toma en serio a estos impostores (Judas 1:12–13). Un verdadero ministro cristiano es alguien capacitado por Dios para ejercer liderazgo en la iglesia (1 Corintios 12:28–29). Ha sido ordenado por un cuerpo gobernante con el mismo sentir (Hechos 6:6; 13:3; 2 Timoteo 1:6) y vive conforme a lo que las Escrituras enseñan sobre su función.