Pregunta
¿Qué es el martirio de Policarpo?
Respuesta
Policarpo (69–156 o 157 d.C.) fue el obispo de Esmirna y uno de los últimos discípulos vivos del apóstol Juan. La única obra escrita de Policarpo que se conserva es su epístola a los filipenses.
El Martirio de Policarpo es una carta escrita por uno de sus seguidores a la iglesia de Esmirna, donde él servía como obispo. En ella se relata el martirio de Policarpo (y de otros cristianos) por causa de Cristo. Es una carta relativamente corta y ampliamente aceptada por los estudiosos como un relato históricamente confiable.
El Martirio de Policarpo comienza describiendo la persecución y muerte de varios cristianos, e incluso de una persona que negó su fe para evitar la tortura. En ese tiempo, se obligaba a los creyentes—bajo amenaza de muerte—a renunciar a Cristo, declarar que "César es el Señor" y ofrecer incienso al emperador. Uno de los métodos de tortura y ejecución más comunes era soltarlos ante fieras salvajes en un anfiteatro público.
Después de que varios cristianos fueron asesinados de esa forma, la multitud comenzó a pedir la sangre de Policarpo.
Al principio, Policarpo quiso entregarse voluntariamente, pero sus amigos insistieron en que se escondiera. Sin embargo, fue finalmente capturado y llevado ante las autoridades. El texto relata:
"Y lo encontraron Herodes, el capitán de la policía, y su padre Nicetes, quienes lo llevaron en su carruaje e intentaron persuadirlo, diciéndole: ‘¿Qué daño hay en decir "César es el Señor" y ofrecer incienso, y así salvarte?’ Pero él no les respondió. Al insistir ellos, Policarpo dijo: ‘No voy a hacer lo que me aconsejan’.
Entonces, al no poder convencerlo, lo amenazaron y lo hicieron bajar apresuradamente del carruaje, hiriéndose la pierna. Sin siquiera mirar atrás, continuó caminando con rapidez, como si nada hubiera pasado, hasta el estadio, donde el tumulto era tan grande que nadie podía oír su propia voz" (Policarpo 8:2–3).
El relato continúa con la descripción de sus últimos momentos:
"Al entrar Policarpo en el estadio, se oyó una voz del cielo que le dijo: ‘Sé fuerte, Policarpo, y compórtate varonilmente’. Nadie vio quién habló, pero los creyentes presentes escucharon la voz.
Cuando fue presentado ante el procónsul y este le preguntó si era él el hombre buscado, Policarpo lo confirmó. El gobernador trató de persuadirlo diciéndole: ‘Ten respeto por tu edad. Jura por el genio de César, arrepiéntete y di: "Fuera los ateos"’. (A los cristianos se les llamaba "ateos" porque no creían en los dioses de Roma).
Entonces Policarpo, con semblante solemne, miró a toda la multitud pagana, levantó la mano, miró al cielo y dijo: ‘Fuera los ateos’.
El magistrado insistió: ‘Jura y te dejaré libre; maldice a Cristo’. Y Policarpo respondió: ‘Hace cuarenta y seis años que le sirvo, y nunca me ha hecho ningún mal. ¿Cómo voy a blasfemar contra mi Rey, que me ha salvado?’" (Policarpo 9:1–3).
Al ver que no negaría su fe, lo amenazaron con las fieras. Luego con el fuego. Pero nada lo hizo retroceder. (Antes, Policarpo había tenido una visión en la que veía que sería quemado vivo). Se preparó una hoguera, pero el fuego no lo dañó. Entonces uno de los hombres lo atravesó con una espada, y de su corazón brotó tanta sangre que apagó las llamas. Después de eso, su cuerpo fue quemado.
"El bienaventurado Policarpo fue martirizado el segundo día de la primera parte del mes de Xántico, siete días antes de las calendas de marzo, en un gran sábado, a la octava hora. Fue arrestado por Herodes, cuando Filipo de Trales era sumo sacerdote, en el gobierno de Estacio Cuadrato, pero bajo el reinado del Rey eterno, Jesucristo, a quien sea la gloria, el honor, la grandeza y el trono eterno por los siglos de los siglos. Amén" (Policarpo 21:1).
El final del documento añade información sobre su transmisión:
"Este relato fue copiado por Gayo a partir de los escritos de Ireneo, discípulo de Policarpo. Yo, Sócrates, lo escribí en Corinto de la copia de Gayo. Gracia sea con todos los hombres.
Y yo, Pionio, lo volví a copiar de esa misma versión, después de buscarla y hallarla casi desgastada por el tiempo, para que el Señor Jesucristo me reúna también con Sus elegidos en Su reino celestial, a quien sea la gloria junto con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén" (Policarpo 22:2–4).
El Martirio de Policarpo sigue siendo una fuente de inspiración para los cristianos de hoy, recordándonos la importancia de permanecer fieles a Cristo sin importar las amenazas ni las circunstancias. Es un texto breve y profundamente alentador, disponible en línea en varias traducciones.
El Martirio de Policarpo es una carta escrita por uno de sus seguidores a la iglesia de Esmirna, donde él servía como obispo. En ella se relata el martirio de Policarpo (y de otros cristianos) por causa de Cristo. Es una carta relativamente corta y ampliamente aceptada por los estudiosos como un relato históricamente confiable.
El Martirio de Policarpo comienza describiendo la persecución y muerte de varios cristianos, e incluso de una persona que negó su fe para evitar la tortura. En ese tiempo, se obligaba a los creyentes—bajo amenaza de muerte—a renunciar a Cristo, declarar que "César es el Señor" y ofrecer incienso al emperador. Uno de los métodos de tortura y ejecución más comunes era soltarlos ante fieras salvajes en un anfiteatro público.
Después de que varios cristianos fueron asesinados de esa forma, la multitud comenzó a pedir la sangre de Policarpo.
Al principio, Policarpo quiso entregarse voluntariamente, pero sus amigos insistieron en que se escondiera. Sin embargo, fue finalmente capturado y llevado ante las autoridades. El texto relata:
"Y lo encontraron Herodes, el capitán de la policía, y su padre Nicetes, quienes lo llevaron en su carruaje e intentaron persuadirlo, diciéndole: ‘¿Qué daño hay en decir "César es el Señor" y ofrecer incienso, y así salvarte?’ Pero él no les respondió. Al insistir ellos, Policarpo dijo: ‘No voy a hacer lo que me aconsejan’.
Entonces, al no poder convencerlo, lo amenazaron y lo hicieron bajar apresuradamente del carruaje, hiriéndose la pierna. Sin siquiera mirar atrás, continuó caminando con rapidez, como si nada hubiera pasado, hasta el estadio, donde el tumulto era tan grande que nadie podía oír su propia voz" (Policarpo 8:2–3).
El relato continúa con la descripción de sus últimos momentos:
"Al entrar Policarpo en el estadio, se oyó una voz del cielo que le dijo: ‘Sé fuerte, Policarpo, y compórtate varonilmente’. Nadie vio quién habló, pero los creyentes presentes escucharon la voz.
Cuando fue presentado ante el procónsul y este le preguntó si era él el hombre buscado, Policarpo lo confirmó. El gobernador trató de persuadirlo diciéndole: ‘Ten respeto por tu edad. Jura por el genio de César, arrepiéntete y di: "Fuera los ateos"’. (A los cristianos se les llamaba "ateos" porque no creían en los dioses de Roma).
Entonces Policarpo, con semblante solemne, miró a toda la multitud pagana, levantó la mano, miró al cielo y dijo: ‘Fuera los ateos’.
El magistrado insistió: ‘Jura y te dejaré libre; maldice a Cristo’. Y Policarpo respondió: ‘Hace cuarenta y seis años que le sirvo, y nunca me ha hecho ningún mal. ¿Cómo voy a blasfemar contra mi Rey, que me ha salvado?’" (Policarpo 9:1–3).
Al ver que no negaría su fe, lo amenazaron con las fieras. Luego con el fuego. Pero nada lo hizo retroceder. (Antes, Policarpo había tenido una visión en la que veía que sería quemado vivo). Se preparó una hoguera, pero el fuego no lo dañó. Entonces uno de los hombres lo atravesó con una espada, y de su corazón brotó tanta sangre que apagó las llamas. Después de eso, su cuerpo fue quemado.
"El bienaventurado Policarpo fue martirizado el segundo día de la primera parte del mes de Xántico, siete días antes de las calendas de marzo, en un gran sábado, a la octava hora. Fue arrestado por Herodes, cuando Filipo de Trales era sumo sacerdote, en el gobierno de Estacio Cuadrato, pero bajo el reinado del Rey eterno, Jesucristo, a quien sea la gloria, el honor, la grandeza y el trono eterno por los siglos de los siglos. Amén" (Policarpo 21:1).
El final del documento añade información sobre su transmisión:
"Este relato fue copiado por Gayo a partir de los escritos de Ireneo, discípulo de Policarpo. Yo, Sócrates, lo escribí en Corinto de la copia de Gayo. Gracia sea con todos los hombres.
Y yo, Pionio, lo volví a copiar de esa misma versión, después de buscarla y hallarla casi desgastada por el tiempo, para que el Señor Jesucristo me reúna también con Sus elegidos en Su reino celestial, a quien sea la gloria junto con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén" (Policarpo 22:2–4).
El Martirio de Policarpo sigue siendo una fuente de inspiración para los cristianos de hoy, recordándonos la importancia de permanecer fieles a Cristo sin importar las amenazas ni las circunstancias. Es un texto breve y profundamente alentador, disponible en línea en varias traducciones.