Pregunta
¿Qué quiso decir Jesús cuando dijo que debíamos comer Su carne y beber Su sangre?
Respuesta
En Juan 6:53-58, Jesús dice: "Entonces Jesús les dijo: En verdad les digo, que si no comen la carne del Hijo del Hombre y beben Su sangre, no tienen vida en ustedes. El que come Mi carne y bebe Mi sangre, tiene vida eterna, y Yo lo resucitaré en el día final. Porque Mi carne es verdadera comida, y Mi sangre es verdadera bebida. El que come Mi carne y bebe Mi sangre, permanece en Mí y Yo en él . Como el Padre que vive me envió, y Yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por Mí. Este es el pan que descendió del cielo; no como el que los padres de ustedes comieron, y murieron; el que come este pan vivirá para siempre". Al oír estas palabras, muchos de los seguidores de Jesús dijeron: "Dura es esta declaración" (versículo 60), y muchos de ellos dejaron de seguirlo ese mismo día (versículo 66).
Las imágenes gráficas de Jesús sobre comer Su carne y beber Su sangre son realmente desconcertantes al principio. El contexto nos ayudará a entender lo que está diciendo. Al considerar todo lo que Jesús dijo e hizo en Juan 6, el significado de sus palabras se vuelve más claro.
Al principio del capítulo, Jesús alimentó a los 5000 (Juan 6:1-13). Al día siguiente, la misma multitud siguió siguiéndole, buscando otra comida. Jesús les señaló su falta de visión: solo buscaban el pan físico, pero había algo más importante: "el alimento que permanece para vida eterna, el cual el Hijo del Hombre les dará" (versículo 27). En este punto, Jesús intenta desviar su perspectiva del sustento físico hacia su verdadera necesidad, que era espiritual.
Este contraste entre el alimento físico y el alimento espiritual prepara el escenario para la declaración de Jesús de que debemos comer Su carne y beber Su sangre. Jesús explica que no es pan físico lo que el mundo necesita, sino pan espiritual. Jesús se identifica tres veces como ese pan espiritual (Juan 6:35, 48, 51). Y dos veces enfatiza la fe (una acción espiritual) como la clave de la salvación: "la voluntad de Mi Padre: que todo aquel que ve al Hijo y cree en Él, tenga vida eterna" (versículo 40); y "en verdad les digo: el que cree, tiene vida eterna" (versículo 47).
A continuación, Jesús se compara y contrasta con el maná que Israel había comido en tiempos de Moisés: "Los padres de ustedes comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que coma de él, no muera" (Juan 6:49-50). Al igual que el maná, Jesús bajó del cielo; y, al igual que el maná, Jesús da vida. A diferencia del maná, la vida que Jesús da es eterna (versículo 58). De este modo, Jesús es más grande que Moisés (ver Hebreos 3:3).
Una vez establecida Su metáfora (y el hecho de que está hablando de la fe en Él), Jesús profundiza aún más en el simbolismo: "Yo soy el pan vivo que descendió del cielo. Todo el que coma de este pan vivirá para siempre; y este pan, que ofreceré para que el mundo viva, es mi carne...Les digo la verdad, a menos que coman la carne del Hijo del Hombre y beban su sangre, no podrán tener vida eterna en ustedes; pero todo el que coma mi carne y beba mi sangre tendrá vida eterna...Pues mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. Todo el que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él...todo el que se alimente de mí vivirá gracias a mí" (Juan 6:51-57, NTV).
Para evitar ser malinterpretado, Jesús especifica que ha estado hablando metafóricamente: "El Espíritu es el que da vida ; la carne para nada aprovecha; las palabras que Yo les he hablado son espíritu y son vida" (Juan 6:63). Los que malinterpretaron a Jesús y se ofendieron por Sus palabras sobre comer Su carne y beber Su sangre estaban atrapados en una mentalidad física, ignorando las cosas del Espíritu. Estaban preocupados por obtener otra comida física, por lo que Jesús utiliza el ámbito de lo físico para enseñar una verdad espiritual vital. Los que no pudieron dar el salto de lo físico a lo espiritual le dieron la espalda a Jesús y se marcharon (versículo 66).
En la Última Cena, Jesús da un mensaje similar y que complementa sus palabras en Juan 6: cuando los discípulos se reúnen para partir el pan y beber la copa, proclamamos "la muerte del Señor hasta que Él venga" (1 Corintios 11:26). De hecho, Jesús dijo que el pan partido en la mesa es Su cuerpo, y la copa que beben es el nuevo pacto en Su sangre, derramada para el perdón de los pecados (Mateo 26:26-28). El acto de comer y beber debía ser un símbolo de su fe en Cristo. Así como los alimentos físicos dan vida terrenal, el sacrificio de Cristo en la cruz da vida celestial.
Algunas personas creen que el pan y el vino de la comunión se transforman de alguna manera en la carne y la sangre reales de Jesús, o que Jesús de alguna manera imbuye estas sustancias con Su presencia real. Estas ideas, llamadas transubstanciación (profesada por las iglesias católica y ortodoxa) y consubstanciación (sostenida por algunos luteranos), ignoran la declaración de Jesús de que "la carne para nada aprovecha" (Juan 6:63). La mayoría de los protestantes entienden que Jesús hablaba metafóricamente sobre Su carne y Su sangre, y sostienen que el pan y el vino son símbolos del vínculo espiritual creado con Cristo a través de la fe.
En la prueba del desierto, el diablo tienta a Jesús con pan, y Jesús responde: "Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mateo 4:4, citando Deuteronomio 8:3). La implicación es que el pan es la Palabra de Dios y eso es lo que nos sustenta. Jesús es llamado la Palabra de Dios que vino a la tierra y se hizo carne (Juan 1:14). La Palabra de Dios es también el Pan de Vida (Juan 6:48).
El libro de Hebreos hace referencia a la forma en que Dios utiliza las cosas físicas de esta tierra como una forma de ayudarnos a comprender y aplicar la verdad espiritual. Hebreos 8:5 dice que algunas cosas tangibles son "copia y sombra de las cosas celestiales", y ese capítulo explica cómo el Antiguo Pacto, tan centrado en los ritos y ceremonias físicas, fue sustituido por el Nuevo Pacto, en el que las leyes de Dios están escritas en nuestros corazones (versículo 10; cf. Jeremías 31:33).
Hebreos 9:1-2 dice: "el primer pacto tenía ordenanzas para el culto y el santuario terrenal. Porque había un tabernáculo preparado en la parte anterior, en el cual estaban el candelabro, la mesa, y los panes consagrados. Este se llama el lugar santo". Según Hebreos 8:5, el pan consagrado, o el "pan de la Presencia", era una representación física de un concepto espiritual, a saber, la presencia real de Dios que está continuamente con nosotros hoy en día. El tabernáculo físico de reunión ha sido sustituido por un templo espiritual de Dios (1 Corintios 3:16), y el pan físico de la Presencia se ha convertido en el pan espiritual que permanece en nosotros a través del Espíritu Santo.
Cuando Jesús dijo que debemos "comer la carne del Hijo del Hombre y beber su sangre" (Juan 6:53), habló, como solía hacer, en términos parabólicos. Debemos recibirlo por la fe (Juan 1:12). "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos serán saciados" (Mateo 5:6). Entendemos que necesitamos alimento y bebida físicos; Jesús quiere que entendamos que también necesitamos alimento y bebida espirituales, y eso es lo que nos proporciona Su sacrificio.
Las imágenes gráficas de Jesús sobre comer Su carne y beber Su sangre son realmente desconcertantes al principio. El contexto nos ayudará a entender lo que está diciendo. Al considerar todo lo que Jesús dijo e hizo en Juan 6, el significado de sus palabras se vuelve más claro.
Al principio del capítulo, Jesús alimentó a los 5000 (Juan 6:1-13). Al día siguiente, la misma multitud siguió siguiéndole, buscando otra comida. Jesús les señaló su falta de visión: solo buscaban el pan físico, pero había algo más importante: "el alimento que permanece para vida eterna, el cual el Hijo del Hombre les dará" (versículo 27). En este punto, Jesús intenta desviar su perspectiva del sustento físico hacia su verdadera necesidad, que era espiritual.
Este contraste entre el alimento físico y el alimento espiritual prepara el escenario para la declaración de Jesús de que debemos comer Su carne y beber Su sangre. Jesús explica que no es pan físico lo que el mundo necesita, sino pan espiritual. Jesús se identifica tres veces como ese pan espiritual (Juan 6:35, 48, 51). Y dos veces enfatiza la fe (una acción espiritual) como la clave de la salvación: "la voluntad de Mi Padre: que todo aquel que ve al Hijo y cree en Él, tenga vida eterna" (versículo 40); y "en verdad les digo: el que cree, tiene vida eterna" (versículo 47).
A continuación, Jesús se compara y contrasta con el maná que Israel había comido en tiempos de Moisés: "Los padres de ustedes comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que coma de él, no muera" (Juan 6:49-50). Al igual que el maná, Jesús bajó del cielo; y, al igual que el maná, Jesús da vida. A diferencia del maná, la vida que Jesús da es eterna (versículo 58). De este modo, Jesús es más grande que Moisés (ver Hebreos 3:3).
Una vez establecida Su metáfora (y el hecho de que está hablando de la fe en Él), Jesús profundiza aún más en el simbolismo: "Yo soy el pan vivo que descendió del cielo. Todo el que coma de este pan vivirá para siempre; y este pan, que ofreceré para que el mundo viva, es mi carne...Les digo la verdad, a menos que coman la carne del Hijo del Hombre y beban su sangre, no podrán tener vida eterna en ustedes; pero todo el que coma mi carne y beba mi sangre tendrá vida eterna...Pues mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. Todo el que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él...todo el que se alimente de mí vivirá gracias a mí" (Juan 6:51-57, NTV).
Para evitar ser malinterpretado, Jesús especifica que ha estado hablando metafóricamente: "El Espíritu es el que da vida ; la carne para nada aprovecha; las palabras que Yo les he hablado son espíritu y son vida" (Juan 6:63). Los que malinterpretaron a Jesús y se ofendieron por Sus palabras sobre comer Su carne y beber Su sangre estaban atrapados en una mentalidad física, ignorando las cosas del Espíritu. Estaban preocupados por obtener otra comida física, por lo que Jesús utiliza el ámbito de lo físico para enseñar una verdad espiritual vital. Los que no pudieron dar el salto de lo físico a lo espiritual le dieron la espalda a Jesús y se marcharon (versículo 66).
En la Última Cena, Jesús da un mensaje similar y que complementa sus palabras en Juan 6: cuando los discípulos se reúnen para partir el pan y beber la copa, proclamamos "la muerte del Señor hasta que Él venga" (1 Corintios 11:26). De hecho, Jesús dijo que el pan partido en la mesa es Su cuerpo, y la copa que beben es el nuevo pacto en Su sangre, derramada para el perdón de los pecados (Mateo 26:26-28). El acto de comer y beber debía ser un símbolo de su fe en Cristo. Así como los alimentos físicos dan vida terrenal, el sacrificio de Cristo en la cruz da vida celestial.
Algunas personas creen que el pan y el vino de la comunión se transforman de alguna manera en la carne y la sangre reales de Jesús, o que Jesús de alguna manera imbuye estas sustancias con Su presencia real. Estas ideas, llamadas transubstanciación (profesada por las iglesias católica y ortodoxa) y consubstanciación (sostenida por algunos luteranos), ignoran la declaración de Jesús de que "la carne para nada aprovecha" (Juan 6:63). La mayoría de los protestantes entienden que Jesús hablaba metafóricamente sobre Su carne y Su sangre, y sostienen que el pan y el vino son símbolos del vínculo espiritual creado con Cristo a través de la fe.
En la prueba del desierto, el diablo tienta a Jesús con pan, y Jesús responde: "Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mateo 4:4, citando Deuteronomio 8:3). La implicación es que el pan es la Palabra de Dios y eso es lo que nos sustenta. Jesús es llamado la Palabra de Dios que vino a la tierra y se hizo carne (Juan 1:14). La Palabra de Dios es también el Pan de Vida (Juan 6:48).
El libro de Hebreos hace referencia a la forma en que Dios utiliza las cosas físicas de esta tierra como una forma de ayudarnos a comprender y aplicar la verdad espiritual. Hebreos 8:5 dice que algunas cosas tangibles son "copia y sombra de las cosas celestiales", y ese capítulo explica cómo el Antiguo Pacto, tan centrado en los ritos y ceremonias físicas, fue sustituido por el Nuevo Pacto, en el que las leyes de Dios están escritas en nuestros corazones (versículo 10; cf. Jeremías 31:33).
Hebreos 9:1-2 dice: "el primer pacto tenía ordenanzas para el culto y el santuario terrenal. Porque había un tabernáculo preparado en la parte anterior, en el cual estaban el candelabro, la mesa, y los panes consagrados. Este se llama el lugar santo". Según Hebreos 8:5, el pan consagrado, o el "pan de la Presencia", era una representación física de un concepto espiritual, a saber, la presencia real de Dios que está continuamente con nosotros hoy en día. El tabernáculo físico de reunión ha sido sustituido por un templo espiritual de Dios (1 Corintios 3:16), y el pan físico de la Presencia se ha convertido en el pan espiritual que permanece en nosotros a través del Espíritu Santo.
Cuando Jesús dijo que debemos "comer la carne del Hijo del Hombre y beber su sangre" (Juan 6:53), habló, como solía hacer, en términos parabólicos. Debemos recibirlo por la fe (Juan 1:12). "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos serán saciados" (Mateo 5:6). Entendemos que necesitamos alimento y bebida físicos; Jesús quiere que entendamos que también necesitamos alimento y bebida espirituales, y eso es lo que nos proporciona Su sacrificio.