Pregunta
¿Qué significa humillarse bajo la poderosa mano de Dios (1 Pedro 5:6)?
Respuesta
En 1 Pedro 5:5-6, Pedro se dirige a los cristianos más jóvenes que no son líderes en la iglesia y, probablemente, menos maduros en su camino de fe. Les insta a practicar la humildad en todas sus relaciones: con los ancianos, con otros creyentes y con Dios: "Asimismo ustedes, los más jóvenes, estén sujetos a los mayores. Y todos, revístanse de humildad en su trato mutuo, porque Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes. Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que Él los exalte a su debido tiempo" (NBLA).
"Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios", es una expresión que implica someterse con espíritu de humildad a los designios soberanos de Dios en tu vida. Significa confiar en Dios y aceptar Su voluntad, sin importar las dificultades que Él permita. A continuación, Pedro dice: "echando toda su ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de ustedes" (1 Pedro 5:7). Debemos confiar humildemente en Dios incluso en tiempos de adversidad, entregándole todas nuestras preocupaciones e inquietudes.
En 1 Pedro 5:5, Pedro cita Proverbios 3:34: "Ciertamente Él [Dios] se burla de los burladores, pero da gracia a los afligidos" (NBLA). El pecado del orgullo está relacionado con la rebelión contra Dios (Ezequiel 28:13-17). Una persona orgullosa se opone a Dios, lo que hace que Dios, a su vez, se oponga a los orgullosos. Una persona humilde está de acuerdo con Dios y recibe Su favor y cuidado.
En una enseñanza sorprendentemente similar, Santiago hace referencia al mismo proverbio: "Pero Él da mayor gracia. Por eso dice: Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes. Por tanto, sométanse a Dios. Resistan, pues, al diablo y huirá de ustedes. Acérquense a Dios, y Él se acercará a ustedes. Limpien sus manos, pecadores; y ustedes de doble ánimo, purifiquen sus corazones. Aflíjanse, laméntense y lloren...Humíllense en la presencia del Señor y Él los exaltará" (Santiago 4:6-10, NBLA).
Tanto Pedro como Santiago destacan la diferencia entre el trato de Dios con los soberbios y con los humildes. El Señor se opone a los soberbios, pero levanta a los humildes que se entregan por completo a la gracia de Dios. La declaración de Pedro recuerda la del salmista: "Echa sobre el Señor tu carga, y Él te sustentará; Él nunca permitirá que el justo sea sacudido" (Salmo 55:22).
La mano poderosa de Dios es una expresión antropomórfica que se refiere a la fuerza superior del Señor. Cuando Pedro dice: "Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios", está recordando a los cristianos judíos el poder sin igual del Señor. La "mano poderosa" y el "brazo extendido" de Dios han humillado a Israel y han llevado a su pueblo al arrepentimiento una y otra vez en el pasado (Ezequiel 20:33-44; Jeremías 15:6; Isaías 5:25).
Quizás más que la mayoría, Pedro entendía que es mucho mejor para los seguidores de Cristo humillarse bajo la poderosa mano de Dios que llegar al punto de necesitar ser humillados por Él. Cuando era un creyente joven e inmaduro, Pedro se jactaba de que siempre permanecería fiel a Cristo, y que prefería morir antes que negarlo: "Aunque todos se aparten por causa de Ti, yo nunca me apartaré" (Mateo 26:33; ver también Marcos 14:29, 31). Sin embargo, desde ese lugar elevado en el que se jactaba, Pedro se sumió en una negación inimaginable (Lucas 22:54-61). Cuando cantó el gallo y Jesús se volvió para mirar a Pedro a los ojos, el apóstol se sintió profundamente humillado bajo la poderosa mano del Señor. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que Pedro fuera restaurado por el Señor (Juan 21:15-25). Su orgullo lo había derribado, pero Dios lo levantó.
Aunque nuestra tendencia humana puede ser reaccionar con orgullo, el Señor nos llama a responder con humildad a todas las personas y a todas las adversidades que enfrentamos. Después de recibir "revelaciones extraordinarias", el apóstol Pablo recibió una "espina en la carne" para evitar que se volviera presuntuoso y jactancioso (2 Corintios 12:7). Pedro reconoció el mismo principio: que Dios a menudo permite las dificultades y las adversidades para mantenernos humildes y dependientes de Él.
Humillarnos bajo la poderosa mano de Dios significa confiar en el poder del Señor, reconociendo que nuestra fuerza proviene de Él y no de nosotros mismos (Salmo 121:2; 2 Corintios 12:9). Implica aceptar Su soberanía en nuestras vidas, someternos a nuestros mayores y actuar con humildad hacia nuestros hermanos y hermanas en el cuerpo de Cristo.
Nosotros elegimos cómo responderemos a la adversidad. Podemos inquietarnos y resistirnos bajo la poderosa mano del Señor, o podemos aceptar las pruebas que Dios nos envía. Podemos confiar en Su fidelidad, sabiendo que Su mano es poderosa para librarnos. Podemos entregarle nuestras cargas, sabiendo que Él cuidará de nosotros. Dios nos dará la gracia que necesitamos para soportar, a fin de que Su poder se perfeccione en nuestra debilidad (2 Corintios 12:9). Y Él nos levantará en el momento oportuno.
"Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios", es una expresión que implica someterse con espíritu de humildad a los designios soberanos de Dios en tu vida. Significa confiar en Dios y aceptar Su voluntad, sin importar las dificultades que Él permita. A continuación, Pedro dice: "echando toda su ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de ustedes" (1 Pedro 5:7). Debemos confiar humildemente en Dios incluso en tiempos de adversidad, entregándole todas nuestras preocupaciones e inquietudes.
En 1 Pedro 5:5, Pedro cita Proverbios 3:34: "Ciertamente Él [Dios] se burla de los burladores, pero da gracia a los afligidos" (NBLA). El pecado del orgullo está relacionado con la rebelión contra Dios (Ezequiel 28:13-17). Una persona orgullosa se opone a Dios, lo que hace que Dios, a su vez, se oponga a los orgullosos. Una persona humilde está de acuerdo con Dios y recibe Su favor y cuidado.
En una enseñanza sorprendentemente similar, Santiago hace referencia al mismo proverbio: "Pero Él da mayor gracia. Por eso dice: Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes. Por tanto, sométanse a Dios. Resistan, pues, al diablo y huirá de ustedes. Acérquense a Dios, y Él se acercará a ustedes. Limpien sus manos, pecadores; y ustedes de doble ánimo, purifiquen sus corazones. Aflíjanse, laméntense y lloren...Humíllense en la presencia del Señor y Él los exaltará" (Santiago 4:6-10, NBLA).
Tanto Pedro como Santiago destacan la diferencia entre el trato de Dios con los soberbios y con los humildes. El Señor se opone a los soberbios, pero levanta a los humildes que se entregan por completo a la gracia de Dios. La declaración de Pedro recuerda la del salmista: "Echa sobre el Señor tu carga, y Él te sustentará; Él nunca permitirá que el justo sea sacudido" (Salmo 55:22).
La mano poderosa de Dios es una expresión antropomórfica que se refiere a la fuerza superior del Señor. Cuando Pedro dice: "Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios", está recordando a los cristianos judíos el poder sin igual del Señor. La "mano poderosa" y el "brazo extendido" de Dios han humillado a Israel y han llevado a su pueblo al arrepentimiento una y otra vez en el pasado (Ezequiel 20:33-44; Jeremías 15:6; Isaías 5:25).
Quizás más que la mayoría, Pedro entendía que es mucho mejor para los seguidores de Cristo humillarse bajo la poderosa mano de Dios que llegar al punto de necesitar ser humillados por Él. Cuando era un creyente joven e inmaduro, Pedro se jactaba de que siempre permanecería fiel a Cristo, y que prefería morir antes que negarlo: "Aunque todos se aparten por causa de Ti, yo nunca me apartaré" (Mateo 26:33; ver también Marcos 14:29, 31). Sin embargo, desde ese lugar elevado en el que se jactaba, Pedro se sumió en una negación inimaginable (Lucas 22:54-61). Cuando cantó el gallo y Jesús se volvió para mirar a Pedro a los ojos, el apóstol se sintió profundamente humillado bajo la poderosa mano del Señor. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que Pedro fuera restaurado por el Señor (Juan 21:15-25). Su orgullo lo había derribado, pero Dios lo levantó.
Aunque nuestra tendencia humana puede ser reaccionar con orgullo, el Señor nos llama a responder con humildad a todas las personas y a todas las adversidades que enfrentamos. Después de recibir "revelaciones extraordinarias", el apóstol Pablo recibió una "espina en la carne" para evitar que se volviera presuntuoso y jactancioso (2 Corintios 12:7). Pedro reconoció el mismo principio: que Dios a menudo permite las dificultades y las adversidades para mantenernos humildes y dependientes de Él.
Humillarnos bajo la poderosa mano de Dios significa confiar en el poder del Señor, reconociendo que nuestra fuerza proviene de Él y no de nosotros mismos (Salmo 121:2; 2 Corintios 12:9). Implica aceptar Su soberanía en nuestras vidas, someternos a nuestros mayores y actuar con humildad hacia nuestros hermanos y hermanas en el cuerpo de Cristo.
Nosotros elegimos cómo responderemos a la adversidad. Podemos inquietarnos y resistirnos bajo la poderosa mano del Señor, o podemos aceptar las pruebas que Dios nos envía. Podemos confiar en Su fidelidad, sabiendo que Su mano es poderosa para librarnos. Podemos entregarle nuestras cargas, sabiendo que Él cuidará de nosotros. Dios nos dará la gracia que necesitamos para soportar, a fin de que Su poder se perfeccione en nuestra debilidad (2 Corintios 12:9). Y Él nos levantará en el momento oportuno.