Pregunta
¿Qué ocurrió en el Concilio de Éfeso?
Respuesta
El Concilio de Éfeso, celebrado en el año 431 d.C., fue el tercero de los Concilios Ecuménicos, después de los de Nicea (325) y Constantinopla (381). Este concilio trató principalmente el tema del nestorianismo, aunque también condenó el pelagianismo y reafirmó el Credo Niceno.
El concilio examinó las enseñanzas de Nestorio, arzobispo de Constantinopla, quien afirmaba que las dos naturalezas de Cristo—la humana y la divina—estaban separadas. Nestorio sostenía que María debía ser llamada Christokos ("portadora de Cristo") y no Theotokos ("portadora de Dios"), como se decía tradicionalmente. En su opinión, el término Theotokos implicaba una mezcla indebida de ambas naturalezas de Jesús, mientras que Christokos reflejaba mejor su unión únicamente en la voluntad. Aunque los historiadores coinciden en que las ideas de Nestorio no se apartaban completamente de la doctrina ortodoxa, la controversia fue mucho más que una cuestión de palabras: el nestorianismo chocaba con enseñanzas bíblicas fundamentales sobre la divinidad de Cristo (Juan 10:30).
El conflicto entre Nestorio y Cirilo de Alejandría fue particularmente intenso. Cirilo pidió al Papa Celestino I que declarara heréticas las ideas de Nestorio. Este último, sin embargo, se negó a retractarse y solicitó al emperador Teodosio II que convocara un concilio para resolver la disputa. El emperador aceptó la petición, y Nestorio esperaba usar la reunión para acusar a Cirilo de herejía. Irónicamente, el resultado fue el contrario: el concilio condenó el nestorianismo como herejía y declaró depuesto a Nestorio.
Además, el Concilio de Éfeso rechazó el pelagianismo, una doctrina que afirmaba que el ser humano podía alcanzar la perfección moral sin la ayuda divina. Esta creencia negaba la doctrina del pecado original (Romanos 5:19) y contradecía la enseñanza bíblica sobre la necesidad de la gracia de Dios para la salvación.
Al condenar el nestorianismo, el concilio también reconoció oficialmente a María como "Madre de Dios" (Theotokos). En ese momento, este título no tenía las connotaciones posteriores del catolicismo y la ortodoxia oriental, sino que enfatizaba la humanidad de Cristo y la unicidad de su persona. Con el paso del tiempo, este reconocimiento dio pie a desarrollos doctrinales como la creencia en la virginidad perpetua, la inmaculabilidad de María y su papel cooperativo en la redención.
El Concilio de Éfeso también dejó un legado de división y amargura. Las reuniones fueron descritas como tensas y conflictivas, y la decisión final produjo una escisión inmediata en la Iglesia de Oriente, de la cual surgieron varios grupos disidentes. Algunos de ellos, como la Iglesia Asiria de Oriente y el catolicismo caldeo, aún existen en la actualidad.
El concilio examinó las enseñanzas de Nestorio, arzobispo de Constantinopla, quien afirmaba que las dos naturalezas de Cristo—la humana y la divina—estaban separadas. Nestorio sostenía que María debía ser llamada Christokos ("portadora de Cristo") y no Theotokos ("portadora de Dios"), como se decía tradicionalmente. En su opinión, el término Theotokos implicaba una mezcla indebida de ambas naturalezas de Jesús, mientras que Christokos reflejaba mejor su unión únicamente en la voluntad. Aunque los historiadores coinciden en que las ideas de Nestorio no se apartaban completamente de la doctrina ortodoxa, la controversia fue mucho más que una cuestión de palabras: el nestorianismo chocaba con enseñanzas bíblicas fundamentales sobre la divinidad de Cristo (Juan 10:30).
El conflicto entre Nestorio y Cirilo de Alejandría fue particularmente intenso. Cirilo pidió al Papa Celestino I que declarara heréticas las ideas de Nestorio. Este último, sin embargo, se negó a retractarse y solicitó al emperador Teodosio II que convocara un concilio para resolver la disputa. El emperador aceptó la petición, y Nestorio esperaba usar la reunión para acusar a Cirilo de herejía. Irónicamente, el resultado fue el contrario: el concilio condenó el nestorianismo como herejía y declaró depuesto a Nestorio.
Además, el Concilio de Éfeso rechazó el pelagianismo, una doctrina que afirmaba que el ser humano podía alcanzar la perfección moral sin la ayuda divina. Esta creencia negaba la doctrina del pecado original (Romanos 5:19) y contradecía la enseñanza bíblica sobre la necesidad de la gracia de Dios para la salvación.
Al condenar el nestorianismo, el concilio también reconoció oficialmente a María como "Madre de Dios" (Theotokos). En ese momento, este título no tenía las connotaciones posteriores del catolicismo y la ortodoxia oriental, sino que enfatizaba la humanidad de Cristo y la unicidad de su persona. Con el paso del tiempo, este reconocimiento dio pie a desarrollos doctrinales como la creencia en la virginidad perpetua, la inmaculabilidad de María y su papel cooperativo en la redención.
El Concilio de Éfeso también dejó un legado de división y amargura. Las reuniones fueron descritas como tensas y conflictivas, y la decisión final produjo una escisión inmediata en la Iglesia de Oriente, de la cual surgieron varios grupos disidentes. Algunos de ellos, como la Iglesia Asiria de Oriente y el catolicismo caldeo, aún existen en la actualidad.