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Pregunta: "¿Qué dice la Biblia sobre la fortaleza?"

Respuesta:
La palabra fortaleza y sus derivados se mencionan más de 360 veces en la Biblia, aplicándose tanto a la fuerza natural como a la sobrenatural. La palabra griega katei significa "poder, fuerza, potencia". En la Biblia, la fortaleza con frecuencia se relaciona con el poder de Dios. Hablando a los creyentes, Pablo dice: "fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza" (Efesios 6:10). El poder ilimitado de Cristo es la fuente de fortaleza para aquellos que le pertenecen.

De acuerdo a la Biblia, la fortaleza que tenemos no es nuestra. En última instancia, proviene de Dios. "No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente...Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy el Señor" (Jeremías 9:23-24).

Por muy fuertes que nos creamos, "la carne es débil" (Marcos 14:38). Si nos abandonamos a nuestra suerte, caeremos en la tentación y fracasaremos en cualquier esfuerzo que valga la pena. La debilidad inherente a la naturaleza humana es la razón por la que la Biblia nos encomienda al poder del Señor. El "poder de Cristo se perfecciona en la debilidad" (2 Corintios 12:9). Cuando aprendemos a confiar en la fortaleza de Dios en lugar de la nuestra, alcanzamos nuevas alturas: "El Señor soberano es mi fortaleza, el cual hace mis pies como de ciervas, y en mis alturas me hace andar." (Habacuc 3:19).

El Señor da fortaleza a Sus hijos para ministrar a los demás (1 Timoteo 1:12; 1 Pedro 4:11), fortaleza para enfrentar la persecución (2 Timoteo 1:8) y fortaleza para vencer la muerte (1 Corintios 15:57).

La fortaleza de Dios en la Biblia se ve fácilmente en muchas de sus obras. Él creó el mundo y todo lo que hay en él con el poder de Su palabra. Partió el Mar Rojo, hizo que el sol se detuviera, resucitó a los muertos y realizó muchas otras obras grandes y gloriosas. "Alabadle por sus proezas" (Salmo 150:2). "No se adormecerá ni dormirá El que guarda a Israel" (Salmo 121:4), porque el Dios de todo poder no necesita descanso.

La Biblia hace énfasis en la fortaleza de Dios en nuestra salvación. El hombre no puede salvarse a sí mismo. Sólo Dios puede salvar. Pablo lo deja bien claro: "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe" (Efesios 2:8-9). Estos dos versículos son el resumen más contundente de la doctrina de la salvación que se encuentra en la Biblia. Nos ayudan a comprender el contraste entre la impotencia total del hombre y la insuperable fortaleza de Dios. "Sólo Dios... tiene el poder de salvar o destruir" (Santiago 4:12).

La Biblia ilustra la fortaleza de Dios para salvar en la historia de Gedeón. Los israelitas se enfrentaban a un ejército madianita que se describe como "langostas en multitud" y los camellos "eran innumerables como la arena que está a la ribera del mar en multitud" (Jueces 7:12). Gedeón reunió a sus tropas, que eran 32.000. Dios dijo que eran demasiados, y Gedeón los redujo a 10.000 (Jueces 7:2-3). Dios dijo que aún eran demasiados, y redujo las fuerzas de Gedeón a sólo 300 hombres (versículos 7-8). Dios había declarado Su propósito de reducir el ejército israelita a casi nada en el versículo 2: "El pueblo que está contigo es mucho para que yo entregue a los madianitas en su mano, no sea que se alabe Israel contra mí, diciendo: Mi mano me ha salvado'". Al final, los madianitas son derrotados, Dios es glorificado e Israel se salva. La salvación no vino por medio de la fuerza humana, sino únicamente por la fuerza del Señor actuando a través de los hombres de fe.

Nuestra fortaleza se encuentra en Cristo: en que tenemos una relación intensa y viva con Él. Es Cristo quien nos capacita para hacer todo lo necesario para cumplir la voluntad de Dios: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Filipenses 4:13). No hay ninguna otra fuente que dé al hombre la fortaleza para vencer al mundo con sus pruebas y tentaciones.

La Biblia dice que nuestra fortaleza está, curiosamente, relacionada con nuestra entrega: "Someteos, pues, a Dios. Resistid al diablo, y huirá de vosotros" (Santiago 4:7). Nos alineamos con la fortaleza de Dios por medio de nuestra sumisión total a Él; de este modo somos capaces de resistir las artimañas del maligno. "Fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. 11 Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo" (Efesios 6:10-11).

Los que confían en la fortaleza de Dios día a día encontrarán en Él un manantial inagotable de poder: "Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas. . . . Irán de poder en poder; verán a Dios en Sion" (Salmo 84:5, 7). Como hijos de Dios, somos fortalecidos por Su gracia (Hebreos 13:9), por el tiempo que pasamos en oración (Lucas 18:1) y por la promesa de que Dios recompensará nuestros esfuerzos (Gálatas 6:9). Muchos de los que nos rodean pueden cansarse y desfallecer, pero "los que esperan al Señor tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán" (Isaías 40:31).

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