Pregunta
¿Qué dice la Biblia acerca de buscar o conceder asilo?
Respuesta
Una persona que busca asilo es alguien que apela a un país extranjero en busca de protección debido al peligro que enfrenta en su país de origen. Los solicitantes de asilo, o asilados, deben poder demostrar que tienen un temor razonable de persecución en su país debido a su raza, origen nacional, religión, opinión política o pertenencia a un grupo social. Si se encuentran en un peligro genuino, la mayoría de las naciones libres les otorgarán protección contra el arresto y/o la extradición a su país de origen.
Debemos señalar que buscar asilo no es lo mismo que emigrar ilegalmente a un país. Un inmigrante ilegal huye de su propio país a otro, ignorando las leyes que rigen la entrada al nuevo país. Un solicitante de asilo puede haber ingresado a un país de forma legal o no.
En el Antiguo Testamento encontramos un tipo diferente de solicitantes de asilo. Dios instruyó a los levitas a apartar seis ciudades de refugio a las que una persona pudiera huir en caso de haber matado a alguien de manera no intencional (Éxodo 21:13; Deuteronomio 19:2–13; Josué 20:1–6). En una ciudad de refugio, el acusado podía encontrar asilo y vivir seguro de quienes buscaran venganza hasta que el caso llegara a juicio. Si se determinaba que la muerte había sido accidental, se le otorgaba asilo dentro de la ciudad de refugio hasta la muerte del sumo sacerdote. Mientras el asilado permaneciera en la ciudad, estaba protegido (Números 35:24–28). Después de la muerte del sumo sacerdote, el asilado podía salir de la ciudad y viajar libremente.
Los solicitantes de asilo deben recibir justicia y trato justo conforme a la ley. A nivel individual, tenemos instrucciones bíblicas claras sobre cómo tratar a quienes buscan asilo. El Nuevo Testamento está lleno de mandatos de amar a los demás, tanto en palabras como en hechos. Por ejemplo, Gálatas 6 habla de "hacer bien a todos según tengamos oportunidad, y especialmente a los de la familia de la fe" (Gálatas 6:10). Primera de Juan 3:18 dice: "Hijos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad" (NBLA). La manera en que tratamos a quienes buscan asilo refleja nuestra relación con Jesús.
También podemos acudir al Antiguo Testamento para entender el corazón de Dios hacia los solicitantes de asilo, los refugiados y los inmigrantes. En Levítico 19:33–34, Dios dijo a los israelitas: "Cuando un extranjero resida con ustedes en su tierra, no lo maltratarán. El extranjero que resida con ustedes les será como uno nacido entre ustedes, y lo amarás como a ti mismo, porque ustedes fueron extranjeros en la tierra de Egipto. Yo soy el Señor su Dios" (NBLA). En Levítico 19:9–10 Dios ordenó a los israelitas no cosechar hasta los bordes de sus campos, sino dejar rebuscos para los pobres y los extranjeros.
Sabiendo todo lo que Dios ha hecho por nosotros, debemos tratar a los extranjeros como a nuestros prójimos y amarlos como a nosotros mismos. Quienes hemos recibido el amor de Dios debemos compartirlo con otros. También debemos dar ejemplo en la manera en que obedecemos la ley y respetamos a las autoridades. De hecho, una manera de ayudar a quienes buscan asilo es orientarlos en el cumplimiento de las leyes y abogar en su favor para que obtengan los permisos necesarios de residencia legal.
Por supuesto, el verdadero asilo espiritual se encuentra en Jesús. Así como las ciudades de refugio eran un lugar de seguridad y rescate del peligro, así también Jesús es el refugio en quien los pecadores encuentran protección y rescate del pecado y de la muerte (Hebreos 6:18). Huimos a Cristo para escapar del peligro que enfrentamos por la condenación del pecado, la ira de Dios y una eternidad en el infierno. Jesús provee seguridad a todos los que acuden a Él en busca de refugio del pecado y la muerte.
Debemos señalar que buscar asilo no es lo mismo que emigrar ilegalmente a un país. Un inmigrante ilegal huye de su propio país a otro, ignorando las leyes que rigen la entrada al nuevo país. Un solicitante de asilo puede haber ingresado a un país de forma legal o no.
En el Antiguo Testamento encontramos un tipo diferente de solicitantes de asilo. Dios instruyó a los levitas a apartar seis ciudades de refugio a las que una persona pudiera huir en caso de haber matado a alguien de manera no intencional (Éxodo 21:13; Deuteronomio 19:2–13; Josué 20:1–6). En una ciudad de refugio, el acusado podía encontrar asilo y vivir seguro de quienes buscaran venganza hasta que el caso llegara a juicio. Si se determinaba que la muerte había sido accidental, se le otorgaba asilo dentro de la ciudad de refugio hasta la muerte del sumo sacerdote. Mientras el asilado permaneciera en la ciudad, estaba protegido (Números 35:24–28). Después de la muerte del sumo sacerdote, el asilado podía salir de la ciudad y viajar libremente.
Los solicitantes de asilo deben recibir justicia y trato justo conforme a la ley. A nivel individual, tenemos instrucciones bíblicas claras sobre cómo tratar a quienes buscan asilo. El Nuevo Testamento está lleno de mandatos de amar a los demás, tanto en palabras como en hechos. Por ejemplo, Gálatas 6 habla de "hacer bien a todos según tengamos oportunidad, y especialmente a los de la familia de la fe" (Gálatas 6:10). Primera de Juan 3:18 dice: "Hijos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad" (NBLA). La manera en que tratamos a quienes buscan asilo refleja nuestra relación con Jesús.
También podemos acudir al Antiguo Testamento para entender el corazón de Dios hacia los solicitantes de asilo, los refugiados y los inmigrantes. En Levítico 19:33–34, Dios dijo a los israelitas: "Cuando un extranjero resida con ustedes en su tierra, no lo maltratarán. El extranjero que resida con ustedes les será como uno nacido entre ustedes, y lo amarás como a ti mismo, porque ustedes fueron extranjeros en la tierra de Egipto. Yo soy el Señor su Dios" (NBLA). En Levítico 19:9–10 Dios ordenó a los israelitas no cosechar hasta los bordes de sus campos, sino dejar rebuscos para los pobres y los extranjeros.
Sabiendo todo lo que Dios ha hecho por nosotros, debemos tratar a los extranjeros como a nuestros prójimos y amarlos como a nosotros mismos. Quienes hemos recibido el amor de Dios debemos compartirlo con otros. También debemos dar ejemplo en la manera en que obedecemos la ley y respetamos a las autoridades. De hecho, una manera de ayudar a quienes buscan asilo es orientarlos en el cumplimiento de las leyes y abogar en su favor para que obtengan los permisos necesarios de residencia legal.
Por supuesto, el verdadero asilo espiritual se encuentra en Jesús. Así como las ciudades de refugio eran un lugar de seguridad y rescate del peligro, así también Jesús es el refugio en quien los pecadores encuentran protección y rescate del pecado y de la muerte (Hebreos 6:18). Huimos a Cristo para escapar del peligro que enfrentamos por la condenación del pecado, la ira de Dios y una eternidad en el infierno. Jesús provee seguridad a todos los que acuden a Él en busca de refugio del pecado y la muerte.