Pregunta
¿Qué es un avivamiento cristiano?
Respuesta
El avivamiento se refiere a un despertar espiritual que surge tras un período de letargo o estancamiento en la vida de un creyente. Implica el resurgimiento del amor por Dios, un renovado aprecio por Su santidad, una pasión por Su Palabra y Su iglesia, una conciencia profunda del pecado personal y colectivo, un espíritu de humildad, y un deseo de arrepentimiento y crecimiento en justicia. El avivamiento revitaliza, y a veces profundiza, la fe del creyente, abriendo sus ojos a la verdad de una manera nueva y fresca. Generalmente, conlleva la idea de un nuevo comienzo con una hoja en blanco: una vida renovada en obediencia a Dios. El avivamiento rompe el encanto y el poder del mundo—que ciega los ojos de los hombres—y genera tanto la voluntad como la capacidad para vivir en el mundo, pero no como parte de él.
En Estados Unidos, el primer gran avivamiento—conocido como el Primer Gran Despertar (First Great Awakening)—produjo un fuerte resurgimiento de devoción entre los protestantes en las décadas de 1730 y 1740, dejando una marca permanente en la religión estadounidense. Fue el resultado de predicaciones con autoridad que conmovieron profundamente a los creyentes, despertando en ellos una fuerte conciencia de culpa personal y de la grandeza de la salvación en Cristo. Al romper con rituales secos y ceremonias repetitivas, este avivamiento hizo que el cristianismo se volviera intensamente personal para la gente común—como debe ser—, generando una profunda necesidad emocional de tener una relación con Cristo.
En muchos aspectos, el avivamiento replica la experiencia de conversión del creyente. Es iniciado por un impulso del Espíritu Santo, quien despierta la conciencia de que hay algo que falta o está mal en la vida del creyente, algo que solo Dios puede restaurar. En respuesta, el cristiano debe reconocer sinceramente su necesidad. Entonces, de manera poderosa, el Espíritu Santo retira el velo que el mundo ha echado sobre la verdad, permitiendo al creyente verse a sí mismo en comparación con la majestad y santidad de Dios. Obviamente, esta comparación trae gran humildad, pero también un asombro reverente ante Dios y Su increíble gracia (Isaías 6:5). A diferencia de la experiencia de conversión, que establece una nueva relación con Dios, el avivamiento representa una restauración de la comunión con Él, aun cuando la relación se haya conservado durante el alejamiento del creyente.
Dios, a través de Su Espíritu Santo, nos llama al avivamiento en diversas circunstancias. Las cartas de Cristo a las siete iglesias en Apocalipsis revelan situaciones que pueden requerir un avivamiento. En la carta a Éfeso, Cristo alaba a la iglesia por su perseverancia y discernimiento, pero les dice que han abandonado su primer amor (Apocalipsis 2:4–5). Muchas veces, a medida que la emoción inicial de haber recibido a Cristo se enfría, perdemos el celo que teníamos al principio. Nos estancamos en los rituales, actuamos por inercia, pero ya no sentimos el gozo de servir a Cristo. El avivamiento restaura ese primer amor y pasión por Él. En Apocalipsis 2:10–11 se menciona a la iglesia en Esmirna, que sufría una intensa persecución. Las preocupaciones y cargas de la vida pueden agotarnos emocional, física y espiritualmente. El avivamiento nos eleva a una nueva esperanza y fe.
Apocalipsis 2:14–16 habla del problema de comprometerse con el mundo y de incorporar valores mundanos a nuestras creencias. El avivamiento nos ayuda a discernir correctamente qué valores debemos abrazar. En Apocalipsis 2:20–23 se aborda el problema de tolerar falsas enseñanzas en nuestras iglesias. Necesitamos examinar los mensajes que escuchamos y compararlos con el mensaje bíblico. El avivamiento nos guía hacia la verdad. Apocalipsis 3:1–6 describe una iglesia muerta, una congregación que, aunque activa externamente, está vacía por dentro. Es una imagen del cristianismo nominal: próspero en lo visible, ocupado en actividades religiosas, pero sin vida ni poder espiritual. El avivamiento resucita esa vida espiritual. En Apocalipsis 3:11, se nos advierte además contra la complacencia, una vida que no da fruto. Todas estas situaciones demandan un avivamiento.
La evidencia de un avivamiento verdadero son las vidas transformadas. Se producen grandes movimientos hacia la justicia, la evangelización y la acción social. Los creyentes vuelven a dedicar tiempo a la oración, la lectura de la Palabra y la obediencia a Dios. Empiezan a usar poderosamente sus dones espirituales. Hay confesión de pecados y arrepentimiento genuino.
En Estados Unidos, el primer gran avivamiento—conocido como el Primer Gran Despertar (First Great Awakening)—produjo un fuerte resurgimiento de devoción entre los protestantes en las décadas de 1730 y 1740, dejando una marca permanente en la religión estadounidense. Fue el resultado de predicaciones con autoridad que conmovieron profundamente a los creyentes, despertando en ellos una fuerte conciencia de culpa personal y de la grandeza de la salvación en Cristo. Al romper con rituales secos y ceremonias repetitivas, este avivamiento hizo que el cristianismo se volviera intensamente personal para la gente común—como debe ser—, generando una profunda necesidad emocional de tener una relación con Cristo.
En muchos aspectos, el avivamiento replica la experiencia de conversión del creyente. Es iniciado por un impulso del Espíritu Santo, quien despierta la conciencia de que hay algo que falta o está mal en la vida del creyente, algo que solo Dios puede restaurar. En respuesta, el cristiano debe reconocer sinceramente su necesidad. Entonces, de manera poderosa, el Espíritu Santo retira el velo que el mundo ha echado sobre la verdad, permitiendo al creyente verse a sí mismo en comparación con la majestad y santidad de Dios. Obviamente, esta comparación trae gran humildad, pero también un asombro reverente ante Dios y Su increíble gracia (Isaías 6:5). A diferencia de la experiencia de conversión, que establece una nueva relación con Dios, el avivamiento representa una restauración de la comunión con Él, aun cuando la relación se haya conservado durante el alejamiento del creyente.
Dios, a través de Su Espíritu Santo, nos llama al avivamiento en diversas circunstancias. Las cartas de Cristo a las siete iglesias en Apocalipsis revelan situaciones que pueden requerir un avivamiento. En la carta a Éfeso, Cristo alaba a la iglesia por su perseverancia y discernimiento, pero les dice que han abandonado su primer amor (Apocalipsis 2:4–5). Muchas veces, a medida que la emoción inicial de haber recibido a Cristo se enfría, perdemos el celo que teníamos al principio. Nos estancamos en los rituales, actuamos por inercia, pero ya no sentimos el gozo de servir a Cristo. El avivamiento restaura ese primer amor y pasión por Él. En Apocalipsis 2:10–11 se menciona a la iglesia en Esmirna, que sufría una intensa persecución. Las preocupaciones y cargas de la vida pueden agotarnos emocional, física y espiritualmente. El avivamiento nos eleva a una nueva esperanza y fe.
Apocalipsis 2:14–16 habla del problema de comprometerse con el mundo y de incorporar valores mundanos a nuestras creencias. El avivamiento nos ayuda a discernir correctamente qué valores debemos abrazar. En Apocalipsis 2:20–23 se aborda el problema de tolerar falsas enseñanzas en nuestras iglesias. Necesitamos examinar los mensajes que escuchamos y compararlos con el mensaje bíblico. El avivamiento nos guía hacia la verdad. Apocalipsis 3:1–6 describe una iglesia muerta, una congregación que, aunque activa externamente, está vacía por dentro. Es una imagen del cristianismo nominal: próspero en lo visible, ocupado en actividades religiosas, pero sin vida ni poder espiritual. El avivamiento resucita esa vida espiritual. En Apocalipsis 3:11, se nos advierte además contra la complacencia, una vida que no da fruto. Todas estas situaciones demandan un avivamiento.
La evidencia de un avivamiento verdadero son las vidas transformadas. Se producen grandes movimientos hacia la justicia, la evangelización y la acción social. Los creyentes vuelven a dedicar tiempo a la oración, la lectura de la Palabra y la obediencia a Dios. Empiezan a usar poderosamente sus dones espirituales. Hay confesión de pecados y arrepentimiento genuino.