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Pregunta: "¿Sabían Adán y Eva lo que la muerte era cuando Dios les ordenó que no comieran del árbol del conocimiento?"

Respuesta:
Cuando Dios creó al primer hombre y a la primera mujer, los colocó en el Jardín del Edén, donde vivían en un estado de inocencia, sin pecado. Dios les dio libremente el fruto de todos los árboles del jardín excepto uno: el árbol del conocimiento del bien y del mal. No coman de ese árbol, les dijo Dios, "porque el día que de él comieres, ciertamente morirás" (Génesis 2:17). Algunas personas piensan que el castigo de Adán y Eva por la desobediencia fue muy duro, porque, antes de comer el fruto prohibido, no podían tener el conocimiento del bien y del mal; al no tener ese conocimiento, ellos no podían distinguir entre el bien y el mal.

En primer lugar, quisiéramos señalar que la Biblia nunca dice que Adán y Eva no distinguían entre el bien y el mal. De hecho, Génesis 3:2-3 deja en claro que sí entendían la diferencia entre el bien y el mal; Eva sabía que Dios les había ordenado que no comieran el fruto prohibido (cf. Génesis 2:16-17). Interpretar que el nombre del árbol prohibido, "el árbol de la ciencia del bien y del mal" (Génesis 2:9), signifique que Adán y Eva no entendían el bien y el mal es un error. En la Biblia, la palabra conocimiento normalmente significa "experiencia". Es cierto que, antes de la caída, Adán y Eva no tenían experiencia del mal. Pero entendían el concepto del bien y del mal perfectamente, o no hubieran sabido lo que significaba la obediencia a las órdenes de Dios. El punto es que Adán y Eva no habían pecado hasta que comieron del árbol, y el pecado de ellos fue de primera mano, el conocimiento por experiencia de la diferencia entre el bien y el mal.

Adán y Eva conocían la diferencia entre el bien y el mal, porque fueron creados con ese conocimiento; simplemente que no lo habían experimentado personalmente hasta que pecaron. Su falta de experiencia no excusa sus acciones. Dios dio una simple y directa orden a Adán y Eva. Los dos tenían el entendimiento y la capacidad de obedecer, pero de igual manera desobedecieron.

En segundo lugar, puede que Dios les haya dado a Adán y Eva una explicación de por qué no tenían que comer del árbol, más allá de "ciertamente moriréis". No existe tal explicación en las Escrituras, sin embargo, no debemos suponer que nunca se les dio una. Obviamente, incluso si Dios nunca explicó detalladamente por qué estaba mal comer del árbol, Adán y Eva igualmente podían saber que estaba mal. No era necesaria la información extra para tomar una decisión moral. Con gran seguridad sabemos que el asesinato está mal, sin necesariamente explicar por qué está mal. E incluso si no podemos explicar por qué el asesinato está mal, debemos responder por un asesinato que cometamos. El hecho de que Adán y Eva no supieran la razón exacta del porqué se les prohibió comer del fruto del árbol no tiene nada que ver con el hecho de que supieran y entendieran claramente que comerlo estaba mal.

En tercer lugar, la muerte existe hoy en día en el mundo por el pecado, no por la falta de conocimiento de Adán y Eva (cf. Romanos 5:12). En otras palabras, Dios no castigó a Adán y Eva con la muerte simplemente por "no saber" algo, sino por actuar en contra de lo que sabían que era correcto. La muerte fue una consecuencia de su desobediencia, no de su ignorancia. Del mismo modo, Adán y Eva no necesitaban haber visto o experimentado la muerte para saber que desobedecer la orden de Dios estaba mal. Es muy fácil para nosotros hoy en día ver la horrible naturaleza de la muerte y el pecado y concluir que esa perspectiva pudo haber hecho que Adán y Eva fueran más reacios a desobedecer a Dios de lo que eran. Pero eso es sólo una especulación. Independientemente de que tal conocimiento de antemano pudiera haber afectado su elección, es innegable que Adán y Eva desobedecieron directa e intencionalmente una orden de Dios. Y, como leemos en Romanos 6:23, "la paga del pecado es la muerte".

Otra cosa. Cuando la gente se pregunta cómo pudo Dios castigar tan duramente a Adán y Eva (y al resto de nosotros) por hacer algo que difícilmente podían saber que estaba mal, parecen suponer que Adán y Eva no tenían más inteligencia moral que un niño pequeño. Pensar en Adán y Eva como niños inofensivos y totalmente ingenuos hace que la respuesta de Dios parezca exagerada, como un padre que ha perdido toda la paciencia con sus hijos. ¿Acaso un Dios razonable no hubiera dado al menos una segunda oportunidad a sus queridos hijos? ¿O al menos librar el jardín del árbol antes de que se encontraran con ese peligro? ¿Por qué condenar a muerte a tu propia creación por un "error inofensivo"?

Pensar del pecado de Adán y Eva como un error ingenuo no tiene fundamento. La inocencia no es lo mismo que la ignorancia. Consideremos lo que realmente sabemos sobre la primera pareja: fueron creados en un mundo perfecto y se les dio dominio y libertad sobre toda la tierra; ellos conocían y hablaban cara a cara con su Dios creador, perfecto, amoroso y bueno (Génesis 2:22). Es difícil imaginar una manifestación más completa de la bondad y la benevolencia de Dios para Adán y Eva.

No obstante, a pesar de todas sus bendiciones—a pesar de que Dios los creó, los cuidó y los amó—, Adán y Eva escucharon a la serpiente, que contradijo directamente lo que Dios les había dicho (Génesis 3:4-5). La serpiente no había hecho nada para cuidar de Adán y Eva ni para amarlos o protegerlos, y sus palabras sólo contradecían la bondad que habían experimentado de Dios hasta ese momento. Adán y Eva no tenían razón alguna, que sepamos, para confiar en lo que la serpiente dijo. Sin embargo, confiaron en ella, aunque eso significara rechazar lo que sabían sobre la provisión y el cuidado amoroso de Dios. De hecho, su razón para rechazar la orden de Dios no fue un error inocente: Génesis 3:5-6 evidencia que Adán y Eva vieron el fruto como una oportunidad para ser "como Dios".

Esto es realmente impactante. Adán y Eva—adultos mayores, gobernantes de la tierra, capaces de entender perfectamente lo que significaba obedecer o desobedecer al Dios amoroso que les había dado todo lo que podrían necesitar—habían rechazado a ese mismo Dios, en lugar de la falsa promesa de una serpiente, que no les había dado ni una sola razón por la cual confiar en él y no en Dios. Este no es el error de un niño ignorante; es la rebelión voluntaria e intencional de la criatura contra el Creador, un acto de resistencia contra el legítimo Gobernante del universo. Adán y Eva no eran unos bebés ignorantes que se equivocaron en una elección triste; ellos eran la propia creación de Dios, inteligentes y moralmente responsables, que traicionaron a Dios. Sabían que lo que estaban haciendo era malo, y lo hicieron de todas formas. Es difícil imaginar una ofensa contra un Dios santo más digna de muerte que ésta.

Al final, tenemos que llegar a pensar en Adán y Eva de la forma en que la Escritura los muestra: como adultos responsables y comprensivos que se rebelaron contra la autoridad de su Creador. Sabían y entendían que estaban desobedeciendo a Dios, y sin embargo comieron del fruto que era "un deleite para los ojos, y ... deseable para hacer sabio" (Génesis 3:6). Esto no fue un accidente o un error; fue una elección. Y esa fue la razón por la que Dios se justificó al condenarlos a ellos—y a nosotros—a la muerte.

Lo que es aún más sorprendente, es que a pesar del desafío que mostró su propia creación, Dios respondió a su desobediencia con una promesa de redimirlos. Génesis 3:15 presenta la primera mención del Evangelio en la Biblia, y se produce durante la condena de los culpables en el jardín: a la serpiente, Dios dijo: "Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar". La buena noticia del evangelio es que Dios creó una manera de restaurarnos a través de la obra que hizo Cristo en la cruz. A pesar de la gran maldad mostrada por Adán y Eva, y la que todos nosotros hemos mostrado desde entonces, Dios nos ha extendido la mano con amor. La verdad es que es una muy buena noticia.

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