Pregunta

¿Por qué dice Dios "abriré las ventanas de los cielos" en Malaquías 3:10?

Respuesta
El libro de Malaquías sirve con frecuencia como munición en el debate sobre el diezmo, en particular Malaquías 3:10: "Traigan todo el diezmo al alfolí, para que haya alimento en Mi casa; y pónganme ahora a prueba en esto, dice el Señor de los ejércitos, si no les abro las ventanas de los cielos, y derramo para ustedes bendición hasta que sobreabunde". (NBLA)

Los predicadores del evangelio de la prosperidad y los defensores del diezmo obligatorio suelen citar Malaquías 3:10 como texto de prueba, destacando el mandato de Dios de "ponerle a prueba" y la promesa de que "abrirá las ventanas de los cielos". Pero una comprensión adecuada del versículo implica tomarlo en el contexto de la ley dada a Israel bajo el Antiguo Pacto. Antes de entrar en la Tierra Prometida, Dios dio a los hijos de Israel la promesa de una bendición futura, condicionada a su obediencia: "Y sucederá que si obedecen mis mandamientos que les ordeno hoy, de amar al Señor su Dios y de servirle con todo su corazón y con toda su alma, Él dará a la tierra de ustedes la lluvia a su tiempo, lluvia temprana y lluvia tardía, para que recojas tu grano, tu vino nuevo y tu aceite. Y Él dará hierba en tus campos para tu ganado, y comerás y te saciarás"(Deuteronomio 11:13-15, NBLA). Diezmar, o dar el 10% de sus ingresos, formaba parte de la ley que los israelitas debían obedecer.

La promesa que se encuentra en Malaquías 3:10 también remite a Deuteronomio 28, donde Dios esbozó las bendiciones y maldiciones del pacto hecho a través de Moisés. El capítulo comienza con la condición: "Y sucederá que si obedeces diligentemente al Señor tu Dios, cuidando de cumplir todos Sus mandamientos"(Deuteronomio 28:1, NBLA). Entre las bendiciones enumeradas figura ésta "El Señor abrirá para ti Su buen tesoro, los cielos, para dar lluvia a tu tierra a su tiempo y para bendecir toda la obra de tu mano"(Deuteronomio 28:12, NBLA). Con este telón de fondo, Dios hizo la promesa de Malaquías 3:10.

Abrir las ventanas del cielo es enviar bendiciones. Las bendiciones podrían adoptar la forma de lluvia -las referencias a las "ventanas de los cielos" en la historia del diluvio estaban relacionadas con la lluvia (Génesis 7:11; 8:2). Tal bendición contrarrestaría los efectos de la sequía y el hambre. Pero la idea más general es que abrir las ventanas del cielo permitía a Dios "hacer llover" bendiciones de todo tipo. Las "puertas" del cielo proporcionaron maná en el Salmo 78:23. Las "ventanas" de los cielos provocaron el levantamiento de un asedio en Samaria y la vida para los habitantes de aquella ciudad (2 Reyes 7:1-2, 19). En tiempos de Malaquías, probablemente había escasez de alimentos en Israel. Físicamente, la causa era una combinación de sequía, plagas y pestes. Suponemos esta condición por los versículos que siguen inmediatamente a la promesa de Dios de abrir las ventanas de los cielos: "Por ustedes reprenderé al devorador, para que no les destruya los frutos del suelo, ni su vid en el campo sea estéril, dice el Señor de los ejércitos. Y todas las naciones los llamarán a ustedes bienaventurados, porque serán una tierra de delicias, dice el Señor de los ejércitos" (Malaquías 3:11-12, NBLA). Espiritualmente, como señala el profeta, la falta de alimentos se debía a la desobediencia del pueblo respecto al diezmo del Señor . A los que dudaban de que la bendición siguiera a la obediencia, Dios les dice: "pónganme ahora a prueba en esto" (Malaquías 3:10, NBLA).

Siglos antes, bajo el rey Ezequías, el pueblo proveyó "en abundancia las primicias de grano, vino nuevo, aceite, miel y de todo producto del campo" (2 Crónicas 31:5, NBLA) y "llevaron allí las ofrendas y los diezmos y las cosas consagradas" (versículo 12). Las ofrendas eran tan numerosas que desbordaron los almacenes del templo y hubo que amontonarlas (versículo 6). Cuando el rey preguntó por las ofrendas amontonadas, Azarías, el sumo sacerdote, dijo: "Desde que se comenzaron a traer las ofrendas a la casa del Señor, hemos tenido bastante para comer y ha sobrado mucho, porque el Señor ha bendecido a Su pueblo. Esta gran cantidad es lo que ha sobrado" (versículo 10). En otras palabras, el pueblo honró al Señor con sus ofrendas, y el Señor les bendijo a cambio.

¿Sigue Dios "abriendo las ventanas de los cielos" a Sus hijos hoy en día? Sí, experimentamos lluvias de bendiciones de muchas maneras. Pero es importante comprender que los cristianos no estamos bajo el Antiguo Pacto. Más bien, formamos parte del Nuevo Pacto mediado por Jesucristo. El Nuevo Testamento no contiene ningún mandamiento de diezmar; tampoco promete bendiciones materiales a los obedientes. Los términos y condiciones específicos del Antiguo Pacto no se aplican a nosotros. Hay una distinción pactal entre nosotros y los judíos del Antiguo Testamento, y corremos el riesgo de caer en el error si actuamos como si aún estuviéramos bajo el Antiguo Pacto.

El diezmo, tal como se practicaba en la teocracia de los judíos, era esencialmente un sistema impositivo destinado a mantener a los levitas (Números 18:21) y a los necesitados de la comunidad (Deuteronomio 14:28-29). En tiempos de Malaquías, los judíos habían desatendido el mandamiento del diezmo, lo que les llevó al juicio divino. Si se arrepentían, Dios prometía derramar bendiciones, según el pacto al que estaban sujetos. Les abriría las ventanas del cielo y serían inundados por Su bondad.

En el Nuevo Pacto, el diezmo no se prescribe como sistema para la Iglesia. Más bien, se nos ordena dar generosamente, con la flexibilidad de dar más o menos del 10%, según la capacidad de cada persona. Muchos cristianos se han sentido innecesariamente culpables por no seguir estrictamente la pauta del 10%, pasando por alto la instrucción explícita del Nuevo Testamento de dar "como propuso en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría" (2 Corintios 9:7, NBLA). El principio de Malaquías 3:10 se aplica a nosotros en el sentido de que Dios recompensa la generosidad y la obediencia, pero lo hace de más formas que solo bendiciéndonos materialmente.