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Pregunta

Estudio Bíblico Musulmán - Quién es Jesús - Día 5

Respuesta


Día 5: Jesús Salvador

Ayer aprendimos que las profecías de las Escrituras, incluso de la propia boca de Jesús, predijeron la muerte de Jesús. Pero la gente a lo largo de la historia ha malinterpretado la misión de Cristo. Los judíos pensaban que el Mesías vencería al gobierno romano que los oprimía e instauraría inmediatamente el reino de Dios en la tierra. No entendieron que el Mesías vino la primera vez para morir por los pecadores.

¿Qué crees que vino a hacer el Mesías? Lee la verdad en la Palabra de Dios.

La Pascua judía

Esta fiesta recordaba a los judíos la liberación de la esclavitud de Egipto. Como sacrificio por el pecado, mataban un cordero inocente y sin mancha. Esta celebración anticipaba el momento en que Dios enviaría al perfecto Cordero de Dios, el Mesías. Él moriría por los pecados de los creyentes de todo el mundo. Los liberaría de la esclavitud del pecado para que pudieran tener vida eterna con Dios.

¿Podría ser Jesús el Cordero de Dios? Cuando el profeta Juan el Bautista vio a Jesús, Juan dijo: "Ahí está el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo". (Juan 1:29b, NBLA).

Leamos sobre el último día de Jesús, cuando celebró la Pascua de una manera nueva:

"Se acercaba la Fiesta de los Panes sin Levadura, llamada la Pascua. 2 Y los principales sacerdotes y los escribas buscaban cómo dar muerte a Jesús, pero temían al pueblo.

Entonces Satanás entró en Judas, llamado Iscariote, que pertenecía al número de los doce apóstoles. Y él fue y discutió con los principales sacerdotes y con los oficiales sobre cómo entregarles a Jesús. Ellos se alegraron y convinieron en darle dinero. Él aceptó, y buscaba una oportunidad para entregar a Jesús sin hacer un escándalo.

Llegó el día de la Fiesta de los Panes sin Levadura en que debía sacrificarse el cordero de la Pascua. Entonces Jesús envió a Pedro y a Juan, diciéndoles: "Vayan y preparen la Pascua para nosotros, para que la comamos".

"¿Dónde deseas que la preparemos?", le preguntaron.

Y Él les respondió: "Miren, al entrar en la ciudad, les saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo a la casa donde entre. Y dirán al dueño de la casa: "El Maestro te dice: "¿Dónde está la habitación, en la cual pueda comer la Pascua con Mis discípulos?"". Entonces él les mostrará un gran aposento alto, dispuesto; prepárenla allí".

Ellos fueron y encontraron todo tal como Él les había dicho; y prepararon la Pascua.

Institución de la Cena del Señor

Cuando llegó la hora, Jesús se sentó a la mesa, y con Él los apóstoles, y les dijo: "Intensamente he deseado comer esta Pascua con ustedes antes de padecer; porque les digo que nunca más volveré a comerla hasta que se cumpla en el reino de Dios".

Y tomando una copa, después de haber dado gracias, dijo: "Tomen esto y repártanlo entre ustedes; porque les digo que de ahora en adelante no beberé del fruto de la vid, hasta que venga el reino de Dios".

Y tomando el pan, después de haber dado gracias, lo partió, y les dio, diciendo: "Esto es Mi cuerpo que por ustedes es dado; hagan esto en memoria de Mí". De la misma manera tomó la copa después de haber cenado, diciendo: "Esta copa es el nuevo pacto en Mi sangre, que es derramada por ustedes.

"Pero, vean, la mano del que me entrega está junto a Mí en la mesa. Porque en verdad, el Hijo del Hombre va según se ha determinado; pero ¡ay de aquel hombre por quien Él es entregado!" (Lucas 22:1-21, NBLA).

Oración

Saliendo Jesús, se encaminó, como de costumbre, hacia el monte de los Olivos; y los discípulos también lo siguieron. Cuando llegó al lugar, les dijo: Oren para que no entren en tentación.

Y se apartó de ellos como a un tiro de piedra, y poniéndose de rodillas, oraba, diciendo: Padre, si es Tu voluntad, aparta de Mí esta copa; pero no se haga Mi voluntad, sino la Tuya. Entonces se apareció un ángel del cielo, que lo fortalecía. Y estando en agonía, oraba con mucho fervor; y Su sudor se volvió como gruesas gotas de sangre, que caían sobre la tierra.

Cuando se levantó de orar, fue a los discípulos y los halló dormidos a causa de la tristeza, y les dijo: ¿Por qué duermen? Levántense y oren para que no entren en tentación" (Lucas 22:39-46, NBLA).

Traición y negación

"Mientras todavía estaba Él hablando, llegó una multitud, y el que se llamaba Judas, uno de los doce apóstoles, iba delante de ellos, y se acercó para besar a Jesús. Pero Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?.

Cuando los que rodeaban a Jesús vieron lo que iba a suceder, dijeron: Señor, ¿heriremos a espada?. Y uno de ellos hirió al siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha.

Pero Jesús dijo: ¡Deténganse! Basta de esto. Y tocando la oreja al siervo, lo sanó.

Entonces Jesús dijo a los principales sacerdotes, a los oficiales del templo y a los ancianos que habían venido contra Él: ¿Cómo contra un ladrón han salido con espadas y palos? Cuando estaba con ustedes cada día en el templo, no me echaron mano; pero esta hora y el poder de las tinieblas son de ustedes" (Lucas 22:47-53, NBLA).

Juicio del Cordero Inocente

"Los hombres que tenían a Jesús bajo custodia, se burlaban de Él y lo golpeaban; le vendaron los ojos, y le preguntaban: Adivina, ¿quién es el que te ha golpeado?. También decían muchas otras cosas contra Él, blasfemando.

Cuando se hizo de día, se reunió el Concilio de los ancianos del pueblo, tanto los principales sacerdotes como los escribas, y llevaron a Jesús ante su Concilio, diciendo: Si Tú eres el Cristo, dínoslo. Pero Él les dijo: Si se los digo, no creerán; y si les pregunto, no responderán. Pero de ahora en adelante, el Hijo del Hombre estará sentado a la diestra del poder de Dios.

Dijeron todos: Entonces, ¿Tú eres el Hijo de Dios?. Ustedes dicen que Yo soy, les respondió Jesús. Y ellos dijeron: ¿Qué necesidad tenemos ya de testimonio? Pues nosotros mismos lo hemos oído de Su propia boca.

Toda la asamblea de ellos se levantó, y llevaron a Jesús ante Pilato. Y comenzaron a acusar a Jesús, diciendo: Hemos hallado que este pervierte a nuestra nación, prohibiendo pagar impuesto a César, y diciendo que Él mismo es Cristo, un Rey.

Pilato preguntó a Jesús: ¿Eres Tú el Rey de los judíos?. Tú lo dices, le respondió Jesús. Entonces Pilato dijo a los principales sacerdotes y a la multitud: No encuentro delito en este hombre. Pero ellos insistían, diciendo: Él alborota al pueblo, enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea hasta aquí.

Cuando Pilato oyó esto, preguntó si el hombre era galileo. Al saber que Jesús pertenecía a la jurisdicción de Herodes, lo remitió a Herodes, que también estaba en Jerusalén en aquellos días.

Al ver a Jesús, Herodes se alegró en gran manera, pues hacía mucho tiempo que lo quería ver por lo que había oído hablar de Él, y esperaba ver alguna señal que Él hiciera. Lo interrogó extensamente, pero Jesús nada le respondió. Los principales sacerdotes y los escribas también estaban allí, y lo acusaban con vehemencia. Entonces Herodes, con sus soldados, después de tratar a Jesús con desprecio y burlarse de Él, lo vistieron con un espléndido manto. Después Herodes lo envió de nuevo a Pilato. Aquel mismo día Herodes y Pilato se hicieron amigos, pues antes habían estado enemistados el uno con el otro.

Pilato convocó a los principales sacerdotes, a los gobernantes y al pueblo, y les dijo: Me han presentado a este hombre como uno que incita al pueblo a la rebelión, pero habiéndolo interrogado yo delante de ustedes, no he hallado ningún delito en este hombre de las acusaciones que hacen contra Él. Ni tampoco Herodes, pues nos lo ha remitido de nuevo; ya que nada ha hecho que merezca la muerte. Por tanto, lo voy a castigar y después, lo soltaré. Y tenía obligación de soltarles un preso en cada fiesta.

Pero todos ellos gritaron a una: ¡Fuera con este, y suéltanos a Barrabás!. Barrabás había sido echado en la cárcel por un levantamiento ocurrido en la ciudad, y por homicidio.

Pilato, queriendo soltar a Jesús, les volvió a hablar, pero ellos continuaban gritando: ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!. Y él les dijo por tercera vez: ¿Por qué? ¿Qué mal ha hecho Este? No he hallado en Él ningún delito digno de muerte; por tanto, lo castigaré y lo soltaré. Pero ellos insistían, pidiendo a grandes voces que fuera crucificado, y sus voces comenzaron a predominar. Entonces Pilato decidió que se les concediera su demanda. Y soltó al que ellos pedían, al que había sido echado en la cárcel por insurrección y homicidio, pero entregó a Jesús a la voluntad de ellos" (Lucas 22:63-23:25, NBLA).

El Cordero de Dios sacrificado

"También llevaban a otros dos, que eran malhechores, para ser muertos con Él.

Cuando llegaron al lugar llamado "La Calavera", crucificaron allí a Jesús y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen[. Y los soldados echaron suertes, repartiéndose entre sí Sus vestidos.

El pueblo estaba allí mirando; y aun los gobernantes se burlaban de Él, diciendo: A otros salvó; que se salve Él mismo si Este es el Cristo de Dios, Su Escogido. Los soldados también se burlaban de Jesús, y se acercaban a Él y le ofrecían vinagre, diciendo: Si Tú eres el Rey de los judíos, sálvate a Ti mismo.

Había también una inscripción sobre Él, que decía: "ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS".

Uno de los malhechores que estaban colgados allí le lanzaba insultos, diciendo: ¿No eres Tú el Cristo? ¡Sálvate a Ti mismo y a nosotros!.

Pero el otro le contestó, y reprendiéndolo, dijo: ¿Ni siquiera temes tú a Dios a pesar de que estás bajo la misma condena? Nosotros a la verdad, justamente, porque recibimos lo que merecemos por nuestros hechos; pero este nada malo ha hecho. Y añadió: Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en Tu reino. Entonces Jesús le dijo: En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso.

Era ya como la hora sexta, cuando descendieron tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena, al eclipsarse el sol. El velo del templo se rasgó en dos. Y Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en Tus manos encomiendo Mi espíritu. Habiendo dicho esto, expiró.

Al ver el centurión lo que había sucedido, glorificaba a Dios, diciendo: Ciertamente, este hombre era inocente". (Lucas 23:32-47, NBLA).

Tanto el centurión como el criminal testificaron la inocencia de Jesús. ¿Por qué Dios requeriría la muerte de Su Hombre perfecto, Hacedor de milagros, Maestro y Profeta?

Como parte del plan de Dios, Su Cordero perfecto murió como sacrificio en nombre de los pecadores creyentes. ¿De qué otra manera podría Jesús prometer el paraíso a un criminal digno de muerte? Averigua mañana cómo puedes saber realmente, como el criminal, si estarás con Jesús en el paraíso.

"Él mismo llevó nuestros pecados en Su cuerpo sobre la cruz, a fin de que muramos al pecado y vivamos a la justicia, porque por Sus heridas fueron ustedes sanados" (1 Pedro 2:24; ver también Juan 3:16; Romanos 6:23; 2 Corintios 5:21; 1 Juan 4:10).

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