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Pregunta

¿Cómo interactuó Jesús con los niños?

Respuesta


Las Escrituras registran pocas instancias de Jesús interactuando con los niños, pero en cada una vemos a Jesús tratándolos con amabilidad y amor, demostrando así cuánto los valora.

Quizás la cuenta más conocida de Jesús interactuando con niños se encuentra en Marcos 10: "Y le presentaban niños para que los tocase; y los discípulos reprendían a los que los presentaban. Viéndolo Jesús, se indignó, y les dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios... Y tomándolos en los brazos, poniendo las manos sobre ellos, los bendecía" (versículos 13-14, 16). Aquí Jesús no solo recibe a los niños en Su presencia, sino que también bendice individualmente a cada uno.

La Biblia registra que muchos padres, conociendo el amor de Jesús por los niños y su capacidad para realizar milagros, llevaban a sus hijos enfermos a Jesús para ser sanados. Estas sanaciones incluían la curación de enfermedades (Juan 4:46-52) y la expulsión de demonios (Marcos 7:24-30; 9:14-27). Jesús también resucitó al menos a un niño de entre los muertos, como se relata en la historia de la hija de Jairo (Lucas 8:40-56).

A lo largo de su ministerio, Jesús a menudo presentaba a los niños como un ejemplo del tipo de fe que los adultos deben tener. Cuando Jesús bendijo a los niños, les dijo a sus discípulos: "De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él" (Marcos 10:15). En otra instancia, cuando los discípulos estaban peleando por quién sería el mayor en el reino de Dios, Jesús puso a un niño en medio de ellos. Luego reprendió a sus discípulos: "De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos" (Mateo 18:2-4). Según Jesús, las cualidades de los niños que son dignas de emulación son la humildad y la simple aceptación.

Jesús quiere que cada uno de nosotros posea una fe infantil; es decir, una fe pura, sencilla y humilde. Este tipo de fe directa nos permite recibir el don de la salvación de Dios sin pretensiones ni hipocresía. Nos permite creer sin titubeos que Dios es quien Él dice que es. Al igual que los niños que confían en la provisión de sus padres para sus necesidades diarias, deberíamos depender humildemente de nuestro Padre celestial para la provisión tanto en los ámbitos espiritual como físico.

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