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Pregunta

¿Qué podemos aprender de lo que la Biblia dice acerca de Jesús y las mujeres?

Respuesta


En una época en la que las mujeres eran consideradas de segunda clase, Jesús rompió los prejuicios y elevó el estatus de las mujeres a niveles sin precedentes. Esa equiparación de valores continuó con Sus apóstoles. Pedro advirtió a los maridos que, a menos que tratasen a sus esposas con respeto, reconociendo que las mujeres son coherederas con ellos de todo lo que Dios prometió, sus oraciones serían estorbadas (1 Pedro 3:7). Pablo escribió: "Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús" (Gálatas 3:28). Los apóstoles no aprendieron el valor de las mujeres de su cultura. Lo aprendieron de su Maestro, Jesús. Y Jesús trataba a las mujeres con el mismo amor y respeto con el que trataba a los hombres.

La valoración de las mujeres por parte de Jesús comenzó antes de que Él naciera. En el plan divino de Dios, había escogido a una mujer para empezar Su proceso de redimir a la humanidad. Dios envió a Su ángel Gabriel a una joven de la ciudad de Nazaret con la buena noticia de que sería la madre del Hijo de Dios (Lucas 1:26-38). Las primeras palabras de Gabriel a María fueron: "Salve, muy favorecida! El Señor es contigo". Dios primero confió a una mujer el mensaje más importante que el mundo jamás ha recibido: el esperado Mesías estaba en camino.

Cuando Jesús tenía únicamente ocho días, el Espíritu Santo reveló Su identidad a una mujer, Ana (Lucas 2:36-38). Así que antes de que Jesús tuviera la edad suficiente para declarar el valor de alguien, Dios el Padre ya estaba obrando para revelar Su corazón a Sus fieles hijas. Cuando Jesús comenzó Su ministerio terrenal, las mujeres acudieron en masa a escucharle enseñar, e incluso algunas le apoyaron financieramente (Mateo 27:55; Marcos 15:41; Lucas 8:2-3).

¿Qué era lo que atraía tanto a hombres como a mujeres de este Maestro? Jesús estaba completamente libre de prejuicios. Amaba a todos los seres humanos sin importar su raza, etnia, ocupación, origen, o género. Los trataba a todos por igual e incluyó a varias mujeres entre Sus amigos más cercanos (Lucas 10:38-39; 24:10; Juan 11:5). El hecho de que las mujeres sean nombradas en la Biblia es muy importante. En una cultura donde las mujeres no podían poseer propiedades ni testificar en un juicio, la opinión de una mujer o su presencia en un evento no valía la pena ni siquiera mencionarla. El Nuevo Testamento rompe esas normas sociales al incluir los nombres de muchas mujeres y los roles específicos que desempeñaron en la extensión del reino de Dios.

Jesús rompió más barreras culturales cuando se desvió por Samaria. Allí, tuvo un encuentro con una prostituta (Juan 4:4-26). El hecho de que ella fuera samaritana era suficiente para impedir cualquier conversación con un judío respetable, pero, para empeorar las cosas a los ojos de los discípulos, era una mujer (versículo 27). Mientras observaban, su Maestro transformó a esa mujer y a través de ella impactó a toda una ciudad con su mensaje de esperanza y redención (versículos 39-41).

En otra ocasión, una prostituta fue presentada ante Jesús por los líderes judíos con la esperanza de atraparlo (Juan 8:2-11). Exigieron que Jesús diera Su opinión sobre el castigo que debería recibir por su adulterio. Consideraban esto una victoria fácil, ya que la ley requería la pena de muerte (Levítico 20:10; Deuteronomio 22:22). Si Jesús se ponía de parte de la mujer, estaba negando la ley. Si tomaba el lado de Sus acusadores, estaba negando todo lo que había enseñado sobre el perdón (ver Marcos 2:15-17). De cualquier manera, pensaron, tenían a Jesús acorralado. Sin embargo, Jesús cambió las cosas y se enfrentó a su fariseísmo, obligándoles a inspeccionar primero sus propias vidas: "El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra", dijo (Juan 8:7). Una vez más, en este caso, Jesús utilizó el ejemplo de una mujer para enseñar una importante lección sobre la igualdad a los ojos de Dios. Todos somos pecadores, hombres y mujeres. Ninguno de nosotros tiene el derecho de juzgar definitivamente a otro mientras oculta nuestras propias acciones (ver Romanos 2:1-3).

Las mujeres fueron las últimas en dejar el lugar de la crucifixión de Jesús y las primeras en el sepulcro vacío (Mateo 27:61; 28:1), indicando que el poder transformador de Jesús les había dado el coraje y la audacia para seguirle abiertamente. En una maravillosa demostración de la fe de las mujeres y la aprobación de Dios, estas mujeres se convirtieron en las primeras testigos del mundo de la resurrección (Mateo 28:8).

En todas sus relaciones con las mujeres, Jesús las trataba con dignidad, compasión y respeto. Al hacerlo, contrarrestaba las ideas predominantes de la época acerca de las mujeres y su lugar en la sociedad. Cuando Jesús llama a un hombre o a una mujer a seguirle, los transforma en nuevas criaturas (2 Corintios 5:17). Los viejos prejuicios y estereotipos ya no nos definen. Los cristianos están unidos por un solo Espíritu (Efesios 4:5 RVA), y debemos vernos mutuamente como hermanos y hermanas en la familia de Dios. Dios nunca pretende que hombres y mujeres sean iguales, pero la vida de Jesús indicaba que valoraba a ambos por igual. Ambos sexos hacen contribuciones únicas a la familia y a la iglesia, y ambos deberían trabajar juntos para el avance de todos.

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