Pregunta
¿Quién fue San Ireneo de Lyon?
Respuesta
Ireneo de Lyon (130–202 d.C.) fue obispo de Lugdunum, en la Galia (la actual Lyon, Francia), un firme opositor de las herejías y un influyente testigo en el desarrollo del canon bíblico.
Se sabe poco sobre su vida. Nació en Esmirna, en Asia Menor, donde fue discípulo de Policarpo, quien a su vez había sido alumno del apóstol Juan. Más tarde, Ireneo viajó a Roma, donde estudió con Justino Mártir. Antes del año 177, se trasladó a Lyon, y en ese mismo año, durante la persecución contra los cristianos ordenada por el emperador Marco Aurelio, logró escapar de la violencia porque se encontraba en Roma llevando una carta a la Iglesia de esa ciudad. Cuando la persecución cesó, regresó a Francia y fue nombrado obispo de Lyon en 178, tras la muerte o martirio de su predecesor.
La importancia de Ireneo radica en sus escritos. Aunque se conservan fragmentos de varias obras, dos de ellas permanecen casi intactas: Contra las herejías y Prueba de la predicación apostólica. Contra las herejías (también titulada Detección y refutación de lo que falsamente se llama conocimiento) es una defensa de la fe cristiana frente al marcionismo y el gnosticismo, especialmente contra el valentinianismo, una forma de gnosticismo muy extendida en Lyon. En esta obra, Ireneo busca proteger a su comunidad de la falsa doctrina y refutar los errores gnósticos. De hecho, hasta el descubrimiento de la biblioteca de Nag Hammadi en 1945, casi todo lo que se sabía sobre el gnosticismo provenía de los escritos de Ireneo.
Algunos interpretan los escritos de Ireneo como apoyo a la idea de la sucesión apostólica, ya que él afirmaba que los obispos podían rastrear su enseñanza hasta los apóstoles. Sin embargo, su intención era contrarrestar el argumento gnóstico de poseer un conocimiento secreto transmitido por Jesús. Ireneo señalaba que la verdadera enseñanza cristiana podía seguirse desde los apóstoles, quienes la recibieron directamente del Señor. Así, los obispos eran guardianes de la verdad apostólica, trazable en una línea continua hasta los tiempos de los apóstoles. Ireneo podía incluso rastrear su propia enseñanza hasta el apóstol Juan, por medio de su maestro Policarpo, lo que daba un fuerte sentido de continuidad histórica.
Ireneo también es conocido por su teoría de la recapitulación, que destaca la verdadera humanidad de Cristo: así como Adán trajo la caída, Cristo, el "nuevo Adán", restaura todo lo que Dios había planeado para la humanidad. Los gnósticos negaban la humanidad de Jesús y consideraban el cuerpo físico como algo malo, por lo que Ireneo enfatizó que Cristo asumió la naturaleza humana en plenitud. Este enfoque, sin embargo, ha sido interpretado por algunos como base de la futura exaltación de María como "corredentora", aunque Ireneo nunca enseñó eso.
En Contra las herejías, Ireneo también refutó las enseñanzas de Marción, quien sostenía que el Dios del Antiguo Testamento era diferente al del Nuevo Testamento. Para Ireneo, ambos Testamentos forman una unidad inseparable dentro del plan divino, y por eso su defensa del cristianismo dependía profundamente del Antiguo Testamento.
Otro aspecto importante es que Contra las herejías cita casi todos los libros del Nuevo Testamento, excepto 3 Juan, lo que convierte esta obra en un testimonio crucial de cómo la Iglesia primitiva reconocía las Escrituras inspiradas. También menciona El Pastor de Hermas y 1 Clemente como textos autoritativos, mostrando que el canon bíblico aún estaba en formación.
Por otro lado, La prueba de la predicación apostólica (o Demostración de la predicación apostólica) es un resumen de la fe cristiana que resalta cómo Cristo cumple las profecías del Antiguo Testamento y muestra la continuidad entre la revelación antigua y la nueva.
Los escritos de Ireneo ejercieron una enorme influencia en la teología de su tiempo y se difundieron ampliamente por todo el Imperio Romano, incluso durante su vida. Murió alrededor del año 202, posiblemente como mártir, aunque no existen pruebas concluyentes sobre las circunstancias de su muerte. Hoy, San Ireneo es venerado como santo tanto por la Iglesia Católica como por la Iglesia Ortodoxa Oriental.
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