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Pregunta

¿Es correcto referirse a algo como "cosa de Dios"?

Respuesta


Cosa de Dios es un dicho informal que se ha popularizado en la cultura cristiana actual a través de canciones y libros. La gente suele utilizar este término para describir una circunstancia o un resultado que solo puede explicarse como una intervención directa de Dios. "¡Fue un milagro!", y "Fue la mano de Dios" son formas más formales y tradicionales de declarar que algo es "cosa de Dios".

"Fue cosa de Dios" se oye muchas veces como parte de un testimonio, dando indirectamente crédito, alabanza o gloria a Dios: "De ninguna manera habría sobrevivido al accidente. Fue cosa de Dios". A veces, el contexto enfatiza la naturaleza única o inesperada de un acontecimiento: "No sé cómo conseguí el trabajo. Todo lo que puedo decir es que fue cosa de Dios". La idea principal es que Dios estaba obrando de alguna manera en los detalles para producir un resultado notable: "Mi sobrina se bautiza hoy. Si la hubieras conocido el año pasado, sabrías que esto es cosa de Dios".

No hay nada intrínsecamente malo en referirse a algo como "cosa de Dios". La expresión se parece a otro dicho cristiano muy común - "momento de Dios"- que describe una experiencia extraordinaria o íntima de la presencia o el poder de Dios. Ninguna de las dos expresiones es incorrecta si se entiende y aplica a la luz de la verdad bíblica.

La providencia divina es la actividad continua y a menudo inobservable de Dios, que sostiene toda la vida, sostiene el universo, satisface las necesidades de todas las criaturas y siempre lleva a cabo Sus propósitos eternos en todas las circunstancias (ver Génesis 8:22; Nehemías 9:6; 1 Timoteo 6:13; Salmo 145:15-16; Hechos 17:25-28). Las Escrituras dan un testimonio contundente de que todo es "cosa de Dios", tanto universal como personalmente. El Dios que "mantiene unida toda la creación" (Colosenses 1:17, NTV) también "hace que todas las cosas cooperen para el bien de quienes lo aman y son llamados según el propósito que él tiene para ellos" (Romanos 8:28, NTV).

El apóstol Pablo proclamó: "Pues todas las cosas provienen de él y existen por su poder y son para su gloria. ¡A él sea toda la gloria por siempre! Amén" (Romanos 11:36, NTV). Una comprensión correcta de la providencia divina debe aceptar la verdad de que todas las cosas -las buenas y las malas, las milagrosas y las cotidianas- son "cosas de Dios". Cada pincelada en todo el panorama de la historia viene de Su mano. Nada sucede fuera de Su control o autoridad (Isaías 45:7; Salmo 135:6).

Pocas veces alguien se refiere a las dificultades como "cosa de Dios", pero la realidad es innegable. José les dijo a sus hermanos: "Ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios lo cambió en bien para que sucediera como vemos hoy, y se preservara la vida de mucha gente" (Génesis 50:20, NBLA). Pablo testificó acerca de los problemas que él y sus compañeros misioneros atravesaron: "Fuimos oprimidos y agobiados más allá de nuestra capacidad de aguantar y hasta pensamos que no saldríamos con vida. De hecho, esperábamos morir; pero, como resultado, dejamos de confiar en nosotros mismos y aprendimos a confiar solo en Dios, quien resucita a los muertos" (2 Corintios 1:8-9, NTV). Pablo nos exhorta a que nos regocijemos "al enfrentar pruebas y dificultades porque sabemos que nos ayudan a desarrollar resistencia. Y la resistencia desarrolla firmeza de carácter, y el carácter fortalece nuestra esperanza segura de salvación. Y esa esperanza no acabará en desilusión" (Romanos 5:3-5, NTV).

Santiago consideraba "cosa de Dios" pasar por pruebas y tribulaciones porque nos ayudan a crecer en madurez espiritual. Alentó a los creyentes: "cuando tengan que enfrentar cualquier tipo de problemas, considérenlo como un tiempo para alegrarse mucho porque ustedes saben que, siempre que se pone a prueba la fe, la constancia tiene una oportunidad para desarrollarse. Así que dejen que crezca, pues una vez que su constancia se haya desarrollado plenamente, serán perfectos y completos, y no les faltará nada" (Santiago 1:2-4, NTV).

Pocas veces alguien dirá: "Sufrí una pérdida devastadora. Fue realmente cosa de Dios". Sin embargo, la afirmación está profundamente anclada en la verdad. Una persona con fe genuina y confianza en la soberanía de Dios reconocerá una "cosa de Dios" en los días buenos y malos, en la victoria y la tragedia, y a través del gozo y la tristeza, porque sabe que Dios controla todas las cosas. El creyente que puede "estar quieto, y saber que [Él es] Dios" (Salmo 46:10) a pesar de las circunstancias o el resultado, es el que entiende plenamente el significado de una "cosa de Dios".

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