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Pregunta

¿Qué ocurrió en el Concilio de Hipona?

Respuesta


El Concilio de Hipona o Sínodo de Hipona se celebró en el año 393 d.C. en Hippo Regius, la actual ciudad portuaria de Annaba, en Argelia, al norte de África. En comparación con otros concilios eclesiásticos, el Concilio de Hipona fue un acontecimiento menor.

La ciudad de Hipona tuvo un papel importante en la Iglesia cristiana primitiva y fue el hogar de san Agustín, el teólogo y obispo de Hipona, ampliamente reconocido por sus obras La ciudad de Dios, Sobre la doctrina cristiana y Confesiones. Agustín estuvo presente en el Concilio de Hipona.

Este concilio fue la primera ocasión en que un grupo de obispos se reunió para aprobar un canon bíblico que se asemeja mucho al de la actual Biblia católica romana. En su Canon 24, el Concilio de Hipona identificó los libros del Nuevo Testamento de la siguiente manera:

"Los [libros del] Nuevo Testamento: los Evangelios, cuatro libros; los Hechos de los Apóstoles, un libro; las Epístolas de Pablo, trece; de este a los Hebreos, una Epístola; de Pedro, dos; de Juan, apóstol, tres; de Santiago, una; de Judas, una; el Apocalipsis de Juan".

Esta lista fue ratificada por el Tercer Concilio de Cartago en el año 397 d.C.. Sin embargo, la lista de libros del Antiguo Testamento incluía Tobit, Judit, 1 y 2 Macabeos, la Sabiduría de Salomón y el Eclesiástico, textos que conforman los apócrifos. La Biblia católica conserva estos libros, considerados de interés histórico, aunque el cristianismo protestante no los reconoce como inspirados por el Espíritu Santo (2 Timoteo 3:16–17).

Se podría decir que ningún concilio o sínodo tuvo autoridad para decidir qué libros formarían parte de la Biblia; más bien, el canon—los sesenta y seis libros del Antiguo y Nuevo Testamento—fue reconocido por líderes piadosos que buscaron a Dios en oración y estudio. En su comentario sobre Gálatas, Martín Lutero escribió: "No somos maestros, jueces o árbitros, sino testigos, discípulos y confesores de las Escrituras, ya seamos Papa, Lutero, Agustín, Pablo o un ángel del cielo" (Gálatas 1:9).

El Concilio de Hipona también reafirmó la exigencia de la continencia clerical: ningún miembro del clero—incluidos los casados—podía mantener relaciones sexuales. El celibato se consideraba esencial porque el clero actuaba como mediador entre Dios y los hombres. En la actualidad, los sacerdotes, monjes y monjas católicos hacen votos de celibato y no se pueden casar; los diáconos casados pueden mantener relaciones dentro del matrimonio, pero los diáconos solteros, al igual que los sacerdotes y religiosos, deben permanecer célibes tras su ordenación.

Aunque el Concilio de Hipona influyó en la formación del canon católico romano, su impacto en el protestantismo fue mucho menor y se considera apenas una nota al pie en la historia de la Iglesia primitiva.

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