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Pregunta

¿Qué dice la Biblia sobre propagar rumores?

Respuesta


Un rumor es una historia o declaración que no está confirmada y que se ha extendido ampliamente. Puede que los rumores tengan o no elementos de verdad, pero su veracidad es una conjetura personal: los rumores no ofrecen ninguna certeza de los hechos. Los rumores también se conocen como chismes, y la Biblia tiene mucho que decir al respecto.

Las Escrituras advierten contra la propagación de rumores y contra quienes se dedican a los chismes. Proverbios 20:19 dice: "El que anda en chismes descubre el secreto; no te entremetas, pues, con el suelto de lengua". Las palabras son poderosas. Pueden edificar o destruir (Proverbios 18:21). Santiago 3:2-12 nos enseña a controlar nuestras palabras, diciendo en el versículo 5: "He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!". Difundir rumores "inofensivos", entonces, puede causar gran destrucción. Dios desea que utilicemos nuestras palabras para alabarle (Salmo 34:1), para hablar con sabiduría (Proverbios 10:13) y para animarnos y edificarnos unos a otros (1 Tesalonicenses 5:11; Efesios 4:29).

Con frecuencia, la Biblia menciona los chismes en las listas de cosas malas (por ejemplo, 2 Corintios 12:20; Romanos 1:29). Esparcir rumores es algo tan repulsivo a los ojos del Señor que lo prohibió en la ley que dio a los israelitas (Levítico 19:16). Primera de Timoteo 5:13 nos advierte severamente sobre el uso del tiempo ocioso para difundir calumnias. Y Proverbios 17:4 dice que los que escuchan ansiosamente los chismes tienen un carácter débil.

Entonces, ¿por qué nos gustan los chismes? Proverbios 26:22 da una razón: "Las palabras del chismoso son como bocados suaves, y penetran hasta las entrañas". Hay cierta emoción en escuchar información escandalosa sobre alguien que conocemos o deseamos conocer. En muchos casos, los celos son la raíz de los chismes. Cuando nos enteramos de "la verdadera razón" por la que alguien hizo algo, podemos alterar nuestra opinión sobre él o ella y hacernos sentir mejor si nos comparamos. Rara vez oímos rumores que exalten la reputación de alguien. No oímos rumores de que el hijo de alguien se esforzó por sobresalir en la escuela, que el cónyuge de un amigo es amable y consagrado, o que una familia se esforzó por ahorrar para algo realmente especial. Ese tipo de información no es un buen "bocado apetitoso". En cambio, nos interesamos cuando oímos que el hijo de alguien hizo trampas en la escuela, que el cónyuge de un amigo sólo finge ser amable y consagrado porque tiene una amante, o que una familia se arruinó económicamente por tomar malas decisiones. Ese tipo de chismes nos permiten compararnos favorablemente con los que son objeto de los chismes, y nos sentimos más satisfechos con nuestras propias vidas.

En los círculos cristianos, difundir rumores cuenta con un aliado en forma de "cadena de oración". Las cadenas de oración son formas en que las iglesias locales informan a otros miembros de las necesidades de oración existentes en esa entidad. Pueden ser útiles si la información que se comparte es de conocimiento general y las personas informadas oran de verdad. Sin embargo, muchas veces las cadenas de oración se convierten en excusas para la especulación y el rumor, ya que la historia crece con cada relato. Cuando esto sucede, ya no es más que la propagación de rumores y puede ser destructivo para los individuos y las iglesias.

Proverbios 26:20 nos da el antídoto para divulgar rumores: "Sin leña se apaga el fuego, y donde no hay chismoso, cesa la contienda". No podemos evitar que se difundan todos los rumores, pero podemos rehusarnos a participar en ellos. Podemos negarnos a escucharlos o a añadir nuestras propias especulaciones. Podemos negarnos a transmitir los rumores. Cuando oigamos noticias preocupantes, podemos ir a la fuente y comprobarlo. Si no somos parte de la solución, y la persona a la que se lo contamos no es parte de la solución, entonces no nos corresponde propagar la noticia. A nuestras naturalezas pecaminosas les gusta tener un suculento bocado de información que nos haga llamar la atención al contarlo. Sin embargo, cuando estamos dispuestos a reconocer el egoísmo de ese deseo, podemos arrepentirnos al respecto y consagrar nuestra boca para la gloria de Dios (Salmo 19:14).

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