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Pregunta

¿Qué dice la Biblia sobre la fuerza de voluntad?

Respuesta


Con frecuencia escuchamos la frase "Puedes hacer cualquier cosa que te propongas". Y nos lo creemos, hasta que todo se viene abajo y nos quedamos perplejos cuando nos damos cuenta de que nuestra fuerza de voluntad no era suficiente. Lo que la Biblia dice sobre la fuerza de voluntad del ser humano no es demasiado halagador. El apóstol Pablo escribió unas palabras que muestran su simpatía por todos los que se han sentido consternados por el fracaso de la fuerza de voluntad para lograr un cambio significativo: "Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. . . . Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago" (Romanos 7:15, 19). Pablo comprendió que, por muy fuerte que sea nuestra fuerza de voluntad, no es suficiente para vencer todas las tentaciones ni para mantener nuestra vida honrando al Señor.

La fuerza de voluntad es una fuerte determinación para hacer o no hacer algo. Las cosas más difíciles, como dejar de fumar o perder peso, requieren más fuerza de voluntad. Las resoluciones de año nuevo son una de las formas en que con frecuencia tratamos de ejercer nuestra fuerza de voluntad sobre áreas que están fuera de control. Sin embargo, a mediados de febrero, nuestra fuerza de voluntad suele agotarse, demostrando que no es lo suficientemente fuerte como para superar nuestra mayor pasión por complacernos a nosotros mismos. Como dice el proverbio: "Como perro que vuelve a su vómito, así es el necio que repite su necedad" (Proverbios 26:11). En algún momento, todos nos hemos visto atrapados en el ciclo de la insensatez; la fuerza de voluntad por sí sola no es lo suficientemente fuerte como para superar el pecado de siempre.

Dios nos ofrece algo más poderoso que la fuerza de voluntad; nos ofrece el "poder del Espíritu" (Efesios 3:20). Es la fuerza de voluntad la que controla nuestras acciones y emociones, pero nuestra voluntad está alimentada por algo más poderoso. Podemos pensar en nuestra alma como un tren, y la voluntad es el motor. Dondequiera que vaya el motor, va el tren. La locomotora tira de los vagones de experiencias, percepciones, necesidades, motivaciones y acciones. Pero justo detrás de la locomotora está el vagón de combustible. Sin combustible, el poderoso motor no puede moverse. Antes de rendirnos a Cristo, lo que alimenta nuestra voluntad es nuestra carne. Las pasiones, los hábitos, las opiniones, los impulsos y las lujurias alimentan continuamente nuestra voluntad, y ésta va a donde ellos la dirigen (Romanos 8:8). No obstante, cuando nos sometemos al señorío de Jesús, cambiamos los vagones de combustible. El Espíritu Santo reemplaza al yo en nuestro "vagón de combustible", y Su poder nos permite ir a donde Él quiere que vayamos.

Nuestra voluntad por sí sola no tiene la capacidad de seguir la dirección del Espíritu Santo. No tenemos un deseo natural de tomar nuestras cruces para seguir a Jesús (Lucas 9:23). No podemos, por pura fuerza de voluntad, amar al Señor con todo nuestro corazón, mente y alma (Marcos 12:30). La fuerza de voluntad no puede cambiar nuestros deseos. Ahora bien, la persona capacitada por el Espíritu tiene un cambio de corazón (2 Corintios 5:17). Una vez que reside en nuestro corazón, el Espíritu Santo comienza a alimentar nuestra voluntad con Sus pensamientos, visión, sabiduría y amor (Filipenses 2:13; Gálatas 5:22-23). Nuestras vidas comienzan a moverse en Su dirección, dirigidas por nuestra voluntad que es alimentada por el Espíritu. Cuanto más nos entreguemos a Él, más poder tendremos para seguir la dirección del Señor.

Ninguno de nosotros puede vivir como Dios quiere que vivamos solamente con la fuerza de voluntad. Romanos 3:10 se aplica tanto a los que tienen una fuerza de voluntad fuerte como a los que son débiles: "Como está escrito: No hay justo, ni aun uno". Dios sabe que nuestra fuerza de voluntad no es suficiente para mantenernos en el camino correcto, por lo que se ofrece a vivir Su vida a través de nosotros. "'No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho el Señor de los ejércitos" (Zacarías 4:6).

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