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Pregunta

¿Cómo deben lidiar los padres que se están divorciando/separando con los problemas de custodia de los hijos?

Respuesta


Independientemente del motivo del divorcio, sea bíblico o no, las dificultades, el dolor y las repercusiones de la separación de un matrimonio se complican exponencialmente cuando entran en juego los asuntos de custodia infantil. Aunque la Biblia es clara al afirmar que Dios odia el divorcio (Malaquías 2:16), Dios aún reconoce que los divorcios pueden suceder ya que los matrimonios involucran a dos seres humanos pecadores. Incluso estableció leyes para proteger los derechos de los divorciados (Deuteronomio 24:1–4). Sin embargo, la Biblia no proporciona una regla clara sobre cómo lidiar con el problema de los niños atrapados entre padres que se están divorciando. Esto es probablemente porque, como Jesús dice en Mateo 19:8, nunca se supuso que hubiese divorcio.

El proceso de divorcio estará lleno de muchas emociones negativas: ira, traición, amargura, un deseo de venganza y una serie de juicios dañinos hacia uno mismo y el cónyuge. Pero cuando una pareja tiene hijos y debe considerar los acuerdos de custodia, los padres deben poner a un lado su negatividad uno hacia el otro e anteponer las necesidades de sus hijos. La Biblia dice que los niños son regalos de Dios y que le preocupa cómo son criados (Salmos 127:3; 34:11; Proverbios 23:13–14). Incluso después de que una pareja se divorcie y ya no esté casada, siguen siendo los padres de sus hijos y deben tratar la paternidad, el cuidado de los dones de Dios, con el más alto respeto y prioridad.

En los Estados Unidos, las leyes de custodia de menores difieren, pero, en general, los tribunales concederán la custodia en función de los mejores intereses de los niños involucrados. El juez tomará en cuenta varios factores, incluyendo las edades de los niños; las preferencias de los padres; la disposición a apoyar y fomentar una relación con el otro padre; la capacidad de proporcionar un ambiente hogareño seguro, estable y amoroso; las ubicaciones de las escuelas de los niños; y quizás los deseos de los niños si son lo suficientemente mayores para comunicar sus solicitudes. El juez también tomará en consideración cualquier evidencia confirmada (o acusaciones falsas) de violencia doméstica, abuso, o negligencia por parte de cualquiera de los padres.

Dos tipos de custodia infantil pueden ser otorgados durante un divorcio: legal y física, y ambos pueden ser exclusivos o compartidos. La custodia legal se otorga a quien tiene la autoridad para tomar decisiones importantes sobre la crianza de los hijos, como decidir a qué escuelas asisten, en qué actividades extracurriculares participan y su educación religiosa. El custodio físico es aquel con quien los niños vivirán.

Al elegir quién es responsable de qué decisiones y programar el tiempo de paternidad o los derechos de visitas, es necesario dejar de lado los prejuicios personales y pensar en lo que es mejor para los niños. Si no hay un problema de abuso físico o emocional, el otro padre aún tendrá derechos legales para tener acceso razonable a los hijos después del divorcio. Los padres divorciados deben fomentar la relación de sus hijos con el otro padre, no importa cuánto dolor personal puedan albergar a raíz del divorcio. Pasar tiempo de calidad con ambos padres finalmente beneficiará la estabilidad emocional de los niños y su capacidad para lidiar con la pérdida y el dolor que están viviendo.

La reconciliación y el perdón deben marcar la vida de un cristiano (Lucas 11:4; Efesios 4:32), incluso en el caso de un divorcio. No deben enfrentar a los hijos contra el otro progenitor ni inculcarles rabia (Efesios 6:4). Aunque un matrimonio divorciado puede necesitar trabajar en sus propios tumultos emocionales, aún deben exhibir un comportamiento piadoso por el bien de sus hijos y su propia fe (Deuteronomio 6:6–7). Cuando los niños ven a sus padres divorciados tratándose de una manera piadosa, tienen la oportunidad de experimentar la paz de Dios en tiempos difíciles (Hebreos 12:14).

El divorcio es un desafío de vida agotador y cruel y nunca forma parte del plan original de Dios. Cuando los niños queden atrapados en medio, el sufrimiento sin duda se multiplicará. Sin embargo, los padres cristianos están llamados a perseverar a través de estas pruebas (Santiago 1:12); Dios puede hacer belleza de las cenizas (Isaías 61:3). Los padres divorciados harían bien en orar regularmente por sus hijos, por la relación de sus hijos con el otro progenitor y por su propia curación personal (Filipenses 1:6; 2 Tesalonicenses 3:3; 3 Juan 1:4).

"Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman" (Santiago 1:12).

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