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Pregunta

¿Cómo puedo saber que mis pecados futuros son perdonados?

Respuesta


Cuando aceptamos a Jesús como nuestro Salvador, Dios perdona todos nuestros pecados: pasados, presentes y futuros. El perdón viene como un paquete total; Dios no nos perdona parcialmente sino en su totalidad.

El creyente en Cristo puede decir, "Mis pecados futuros son perdonados" por estas razones:

• Cuando Jesús murió, todos los pecados de hoy todavía eran futuros. Jesús no murió solo por los pecados de las personas que vivieron antes que él. Murió por los pecados de todo el mundo (1 Juan 2:2), incluyendo los pecados de quienes vivieron después de él.

• Si nuestros pecados futuros no son perdonados, entonces deben suceder dos cosas: 1) cuando pecamos en el futuro, volvemos a un estado no perdonado, lo que significa que perdemos nuestra salvación y debemos ser salvados nuevamente, y 2) Cristo debe morir de nuevo para cubrir los pecados que hemos cometido desde su última muerte. Ninguno de estos escenarios es bíblico. Dios nos guarda, y por lo tanto nuestra salvación es segura (Juan 10:28–30); y Cristo murió “una vez por todas” (Hebreos 10:10; cf. Hebreos 7:25).

• Desde la cruz, Jesús dijo, “¡Consumado es!” (Juan 19:30). No se necesitaría otro sacrificio. El pecado -todo pecado- había sido expiado.

• El propósito de Dios, que no puede ser frustrado, es que sus hijos sean hechos perfectos: “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a estos también llamó; y a los que llamó, a estos también justificó; y a los que justificó, a estos también glorificó” (Romanos 8:29–30). Date cuenta de que todas las acciones de Dios están en tiempo pasado, como si ya hubieran sucedido.

• “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1). Cuando Dios nos justifica, nos declara ser justos. Aún pecamos, pero la declaración de Dios se mantiene. El hecho de nuestra justificación argumenta a favor del hecho que nuestros pecados futuros son perdonados.

• “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8:1). Nada, ni siquiera nuestros pecados futuros, nos condenará. El veredicto de "perdonado en Cristo" ya ha sido dictado desde el atril divino.

• “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:38–39). El futuro no puede separarnos del amor de Dios, incluso si hay pecado en nuestro futuro.

Por supuesto, el hecho de que nuestros pecados futuros sean perdonados en Cristo no debe hacernos frívolos con respecto al pecado. Nadie puede decir, "Mis pecados futuros son perdonados", y luego proceder a vivir una vida de pecado. Tal actitud es decididamente anti-cristiana: "¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” (Romanos 6:1–2; vea también 1 Juan 3:9).

La Biblia enseña que, después de la salvación, continuamos pecando (1 Juan 1:8; 2:1). No alcanzaremos pecado sin perfección de este lado de la gloria. El poder del pecado está roto, pero, debido a que todavía somos humanos defectuosos que viven en un mundo caído, todavía en ocasiones sucumbimos a la tentación. Nuestros pecados futuros, aunque finalmente perdonados en Cristo, aún deben ser confesados a Dios (1 Juan 1:9). El pecado no confesado, un signo de un corazón desobediente y obstinado, traerá la disciplina del Padre sobre sus hijos (Hebreos 12:4–11).

Cuando pecamos, no tememos perder nuestra salvación. Al mismo tiempo, comprendemos que nuestro pecado daña nuestra comunión con el Padre Celestial y nuestras relaciones con otras personas. Confesamos a Dios nuestros pecados futuros a medida que los cometemos por estas razones:

• Buscamos caminar en la luz, como El está en la luz (1 Juan 1:7).

• Nos esforzamos por la paz en el Cuerpo de Cristo (Santiago 4:1).

• No queremos entristecer al Espíritu Santo (Efesios 4:30).

• Queremos la alegría de nuestra salvación restaurada (Salmo 51:12).

• Deseamos andar “como es digno del Señor, agradándole en todo” (Colosenses 1:10).

• Nuestro testimonio importa. Estamos llamados a buenas obras que glorifican al Padre. Nuestra luz debe brillar, no esconderse bajo un tazón (Mateo 5:14–16).

• Debemos “hacer morir … lo terrenal en nostros (Colosenses 3:5). Confesar nuestro pecado a Dios es parte de poner a muerte la vieja naturaleza.

Somos salvados por gracia por medio de la fe, y en el momento en que confiamos en Cristo, somos hechos justos ante Dios. Nuestros pecados, incluyendo nuestros pecados futuros, fueron finalmente perdonados (Colosenses 2:13), y nuestra salvación es permanente.

La mujer sorprendida en adulterio fue llevada a Jesús en Juan 8. En lugar de condenarla, Jesús le ofreció perdón: “Ni yo te condeno,” le dijo (Juan 8:11). Luego la liberó, no con carta blanca para continuar pecando, sino con una orden de cesar de pecar: "Vete y no peques más”. No dijo, "Vete y haz lo que quieras". Aquellos perdonados por Dios han sido llamados a una vida de santidad.

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