Pregunta
¿Qué es el evangelio del reino?
Respuesta
La frase evangelio del reino y las referencias al "reino de Dios" y al "reino de los cielos" se utilizan repetidamente en conexión con el Señor Jesús y Su obra en la tierra. La palabra evangelio simplemente significa "buenas noticias", y el término traducido como "reino" es la palabra griega basileia, que significa "el reino en el que un rey soberano gobierna". A lo largo del Nuevo Testamento, la palabra reino se refiere consistentemente al gobierno de Cristo en los corazones de los creyentes, ya que, por el momento, el reino de Cristo no es de este mundo (Juan 18:36).
Cuando Jesús comenzó Su ministerio terrenal de tres años, predicó que "el reino de Dios está cerca" (Lucas 10:9; cf. Mateo 4:17). Marcos 1:14–15 da una descripción concisa del enfoque principal de Jesús durante su tiempo en la tierra: "Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio". Cuando se le pidió que definiera Su reino, Jesús lo explicó de esta manera: "El reino de Dios no vendrá con advertencia, nor se dirá: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros" (Lucas 17:20-21). Romanos 14:17 dice que el reino de Dios es una cuestión "de justicia, de paz y de gozo en el Espíritu Santo".
El evangelio del reino es el mensaje de buenas noticias de arrepentimiento, redención y restauración ofrecido por Dios a todos los que recibirán a Cristo. Aquellos que acepten esta oferta se convierten en parte de Su reino eterno (Juan 1:12). Aquellos que elijan permanecer en su pecado no pueden ser parte de este reino (1 Corintios 6:9–10; Gálatas 5:19–21). Aunque la gracia hace esta oferta disponible para cualquiera que la reciba, Jesús advirtió que sería muy difícil entrar en Su reino y que pocos lo harían (Mateo 7:14).
El evangelio del reino es la noticia de que hay liberación de nuestra esclavitud al pecado si nos arrepentimos y nos volvemos a Dios (Romanos 6:18–19). Nuestro Redentor ha venido, pero es difícil entrar en el reino de Dios, no porque Dios requiere estándares imposibles para nosotros, sino porque no queremos arrepentirnos y cambiar. Tendemos a amar más la oscuridad que la Luz (Juan 3:19). Muchos preferirían aferrarse a sus viejas identidades pecaminosas que permitir que Jesús los cree de nuevo (2 Corintios 5:17).
Aquellos que reciben el evangelio del reino se convierten en ciudadanos del cielo y son liberados de la servidumbre de este mundo (Gálatas 4:3–9). Segunda de Corintios 5:20 se refiere a los hijos de Dios como "embajadores" de nuestro Padre celestial. Al igual que un embajador extranjero terrenal mantiene su identidad nacional cuando representa a su país en otro, los embajadores espirituales del reino de Dios deben su lealtad a Dios incluso mientras residen en este mundo. Debemos seguir el código de conducta de nuestro Padre celestial mientras somos peregrinos en la tierra. No necesitamos conformarnos con los hábitos, valores y estilo de vida de este mundo, porque este no es nuestro hogar (Romanos 12:1–2; 1 Juan 2:15–17).
Jesús dijo: "Mi reino no es de este mundo" (Juan 18:36). Por lo tanto, aunque debemos vivir aquí hasta que Dios nos llame a casa, no debemos vivir para nosotros mismos o de acuerdo con el sistema de valores de este mundo. Aquellos que han sido comprados por la sangre de Jesús tienen el derecho de vivir según el sistema de valores de Dios. Los ciudadanos del reino de Dios viven aquí en asignación de nuestro Padre el Rey. Vivir con una mentalidad de reino nos empodera para tomar decisiones más sabias ya que invertimos nuestras vidas en avanzar el evangelio del reino.
Los hijos de Dios tienen la promesa de reinar y gobernar con Cristo en su futuro reino en la tierra. El canto de alabanza que un día cantarán los veinticuatro ancianos en el cielo incluirá estas líneas:
"Fuiste inmolado, y con tu sangre nos compraste para Dios, de toda tribu y lengua y pueblo y nación, e hiciste de nosotros un reino, sacerdotes para nuestro Dios; y reinaremos sobre la tierra" (Apocalipsis 5:9-10).
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