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Pregunta

¿Qué es la cadena dorada de la salvación?

Respuesta


En Romanos 8:29–30, el apóstol Pablo presenta una formulación concisa pero asombrosa de la obra redentora de Dios desde la eternidad hasta la eternidad:

"Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a estos también llamó; y a los que llamó, a estos también justificó; y a los que justificó, a estos también glorificó" (Romanos 8:29-30).

Este pasaje introduce a los lectores a cinco doctrinas esenciales: (1) preconocimiento, (2) predestinación, (3) llamado, (4) justificación y (5) glorificación. Estas doctrinas están intrincadamente vinculadas, formando un vínculo inquebrantable que a menudo se llama la "cadena dorada de la salvación".

La cadena comienza con el preconocimiento de Dios. Esta doctrina probablemente es la más malinterpretada, aunque lo mismo podría decirse sobre la predestinación. La palabra preconocimiento está compuesta por dos palabras separadas: pre, que significa “de antemano”, y conocimiento. Entonces, preconocer es "saber de antemano". Esto no significa que Dios preconociera o previera nuestra fe y luego nos eligiera para ser "predestinados a ser conformados a la imagen de su Hijo". Al contrario, significa que, antes de la fundación del mundo, Dios estampó su sello de afecto en aquellos que decidió elegir (cf. Efesios 1:4-5).

El siguiente enlace en la cadena dorada de la salvación es la predestinación, que también se compone de dos partes: pre-, que significa "de antemano", y destino. Por lo tanto, estar predestinado es "estar destinado de antemano". La diferencia entre el preconocimiento y la predestinación es que el primero no nos dice lo que Dios ha destinado (o planeado) para los elegidos. Aquí es donde entra la predestinación. Habiendo estampado su sello de afecto sobre nosotros, Dios entonces nos predestinó para que fuésemos hechos conforme a la imagen de su Hijo. Nuestro destino, por lo tanto, es llevar la imagen de Cristo (cf. Efesios 2:10). Para este fin, Dios nos llama, justifica y glorifica.

El tercer enlace en la cadena dorada de la salvación es el llamado. En teología, hay dos tipos diferentes de llamados: externo e interno. El primer llamado es externo, general e indiscriminado. Este llamado, también conocido como el llamado del evangelio, se ejemplifica en la invitación de Jesús: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar" (Mateo 11:28; cf. Juan 3:16; 7:37). Este tipo de llamado puede ser resistido (Mateo 23:37; Hechos 7:51).

El segundo llamado es interno, específico y efectivo. Por lo tanto, es más que una invitación externa para confiar en Cristo para la salvación. A través del Espíritu Santo, Dios prepara los corazones de sus elegidos para escuchar, recibir y responder positivamente al mensaje del evangelio. Este llamado es efectivo porque cumple el propósito previsto de Dios de atraer a los elegidos hacia sí mismo y darles nueva vida (Juan 6:36-37; 10:14-18; 11:43). Es el llamado efectivo el que se menciona en Romanos 8:30.

El cuarto enlace en la cadena dorada de la salvación es la justificación. En términos simples, la justificación es el acto de declarar o hacer justo a la vista de Dios (Romanos 5:1). Los creyentes son declarados justos “no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho” (Tito 3:5), sino únicamente por la justicia imputada de Cristo, recibida solo por fe.

No pensemos, sin embargo, que producimos la fe requerida para la justificación: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9). En otras palabras, la fe salvadora es un don soberano y gracioso de Dios.

El quinto y último enlace en la cadena dorada de la salvación es la glorificación. En la glorificación, Dios nos librará de la presencia del pecado y nos pondrá en un estado eterno de gloria (2 Corintios 4:17). Ese día glorioso, la luz de Dios brillará sobre nosotros, y estaremos libres de pecado, oscuridad, imperfección y error. Le conoceremos plenamente, así como él nos conoce completamente a nosotros (1 Corintios 13:12).

En Romanos 8:30, Pablo habla de la glorificación en tiempo pasado. Esto se debe a su certeza de que “el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:6).

La cadena dorada de la salvación nos recuerda que la salvación es totalmente un acto de Dios (Jonás 2:9). Es Dios quien preconoce, predestina, llama, justifica y glorifica. La respuesta apropiada es “anunciar las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9).

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