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Pregunta: ¿Qué dice la Biblia sobre el racismo sistémico?

Respuesta:
La Biblia no usa la frase racismo sistémico en ninguna traducción, y ni la palabra sistémico ni racismo se encuentran individualmente. Sin embargo, las Escrituras sí abordan la igualdad racial, la injusticia, la opresión, y así sucesivamente. De hecho, los ideales establecidos en la Biblia forman la base para las visiones modernas que consideran que el "racismo sistémico" es malvado. Tal perspectiva es radicalmente contraria a la cultura mundial de la antigüedad. La oposición al racismo sistémico proviene de creencias que solo son naturales para una cosmovisión cristiana. Del mismo modo, la respuesta correcta al mal del racismo debe seguir un enfoque piadoso para tener éxito.

En general, el término racismo sistémico sugiere que la discriminación basada en la raza está arraigada o entretejida en las reglas, leyes o tradiciones, incluso si el texto real de las leyes no hace ninguna referencia explícita a la raza. Por supuesto, es posible que las naciones tengan leyes o políticas abiertamente racistas. Sin embargo, las acusaciones de racismo sistémico generalmente sugieren que el sistema está estructurado o aplicado con un impacto injusto en un grupo particular. El concepto de racismo sistémico implica que pueden ocurrir resultados efectivamente racistas incluso si ningún individuo participante tiene personalmente actitudes racistas, y aun si ninguna ley menciona la raza. Este concepto es obviamente controvertido, y la medida en que cualquier proceso exhibe racismo sistémico está sujeta a debate.

Antes del dominio del judeo-cristianismo, conceptos amplios como la igualdad humana y los derechos universales eran inexistentes. La suposición natural era que los fuertes y privilegiados tenían una autoridad moral para hacer lo que quisieran con los débiles y desfavorecidos. Asimismo, eran universales los juicios generalizados basados en el sexo, la raza o el estado social. Estas suposiciones sesgadas no eran solo comunes; se consideraban verdades obvias y universales. Este punto no puede ser demasiado enfatizado: lo que el mundo moderno considera "males" eran convenciones arraigadas en las cosmovisiones pre-cristianas. La perspectiva bíblica de que todas las personas son portadoras de la imagen de Dios, todas individualmente responsables ante Dios, y todas sujetas al mismo código moral es ajena a perspectivas no cristianas (1 Corintios 12:13; Gálatas 3:28; Colosenses 3:11).

Por supuesto, la creciente influencia de una cosmovisión bíblica no erradicó el racismo y la opresión de la noche a la mañana. Pero la enseñanza bíblica es una contradicción inherente al racismo y la opresión, y, como un disolvente que va erosionando un material, la Biblia debilitó progresivamente la aceptación de esos pecados en la sociedad. En algunos casos, los ideales bíblicos llevaron a la abolición de prácticas que todas las demás culturas en la historia habían aceptado, como la esclavitud. Las culturas modernas afectadas por un legado cristiano a menudo dan por sentado que los derechos civiles, la igualdad racial, la libertad, etc., son imperativos morales. En verdad, esas creencias están ancladas en las enseñanzas bíblicas.

A grandes rasgos, las Escrituras imponen obligaciones a los cristianos de resistir al racismo sistémico. La Biblia promueve la imparcialidad (Santiago 2:1), la igualdad de todas las personas (Génesis 1:27), la preocupación por aquellos que son oprimidos (Zacarías 7:10; Proverbios 28:16), y un trato justo a los débiles o pobres (Santiago 1:27; Proverbios 14:1). Si alguna ley, tradición, o interpretación de la ley tiene verdaderamente un impacto injusto en una raza, entonces esa realización debe impulsar a los cristianos a actuar (Santiago 4:17). Y los cristianos deben estar abiertos a las experiencias y pensamientos de los demás, en lugar de simplemente ignorar esas perspectivas (Proverbios 18:13, 17; Juan 7:24).

Esto no significa que cada reclamo de “racismo sistémico” deba resultar en la destrucción de leyes o estructuras sospechosas (Proverbios 11:29; 14:16; 29:8). La reflexión cuidadosa y el buen juicio son importantes tanto al identificar como al abordar estos problemas. Los creyentes deben aceptar que el racismo sistémico es posible. No puede ser descartado de antemano. Los creyentes deben estar abiertos a la perspectiva de aquellos que creen haber sido victimizados por él. También deberíamos estar igualmente receptivos a las perspectivas de aquellos que se ven desarmados por las afirmaciones de que están perpetuando el racismo (Gálatas 6:1).

Los cristianos deben ser minuciosos y parecidos a Cristo en su respuesta (1 Juan 4:1; Santiago 1:22; 1 Corintios 13: 4–6). Contrarrestar el mal legítimo debe hacerse de acuerdo con una cosmovisión bíblica, no adoptando filosofías antibíblicas.

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